Vida Sana
La llamada de atención sobre la salud de los huesos me llegó hace 15 años. Estaba disfrutando de una caminata por el vecindario con mi perro, Gunther, cuando me tropecé en una grieta de la acera. Mientras caía, adelanté la mano derecha, y cuando golpeé el suelo, el dolor y la hinchazón en la muñeca fueron instantáneos. Después de cinco décadas, me había fracturado el primer hueso.
Ese incidente me dio un curso intensivo sobre la salud de los huesos. Primero, me hicieron una prueba de densidad ósea, que reveló que mis huesos se habían adelgazado al punto de la osteopenia (piensa en esto como un precursor de la osteoporosis, de modo similar a la prediabetes con respecto a la diabetes). Luego, un análisis de sangre indicó que mis niveles de vitamina D eran sumamente bajos, algo que —según me explicaron los médicos— hacía que a los huesos les resultara muy difícil acceder al calcio que tanto necesitaban. De pronto, sin aviso previo, descubrí que me encaminaba precipitadamente hacia la osteoporosis. Unos años después recibí una segunda llamada de atención. Mi madre, que en ese entonces tenía 82 años, se cayó en el baño de su casa en Virginia Beach. Por suerte, mi familia estaba allí de visita para las fiestas y pudimos ayudarla de inmediato.
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Pero la caída le causó una fractura grave de cadera, y así nos enteremos de que tenía osteoporosis. A pesar de que la operaron de emergencia, nunca volvió a ser la misma. Antes de la caída era totalmente móvil, pero a partir de la fractura tuvo que usar una silla de ruedas. Necesitaba ayuda con las tareas de rutina, como ir al baño o ducharse, y tuvo que dejar su casa e ir a un centro de vida asistida. Cuando perdió la movilidad y la independencia, su salud general se deterioró rápidamente. En el transcurso de alrededor de un año, sufrió de insuficiencia cardíaca, la enfermedad de Parkinson y diabetes tipo 2, y comenzó a mostrar señales de depresión. Al no hacer actividad física, perdió masa muscular, por lo que se caía aún más. Falleció algo más de tres años después de la caída inicial.
Su experiencia no es inusual. De las casi 300,000 personas que se fracturan la cadera cada año en Estados Unidos, el 25% terminan en un hogar de ancianos y el 50% nunca recuperan su estado físico anterior. Esa primera lesión con frecuencia desencadena una cascada de problemas de salud. El 30% de los pacientes de Medicare que se fracturan la cadera fallecen en un plazo de un año. La mayoría de nosotros no pensamos mucho en los huesos. Sabemos que están ahí para brindarnos soporte y sabemos que son vitales para nuestra salud y movilidad. Pero no pensamos realmente en ellos... hasta que nos empiezan a fallar. Y cuando eso sucede, el efecto en la salud puede ser devastador.