Riesgo N.º 2: Peso
Con el aumento de los índices de obesidad en Estados Unidos, ha habido —junto con un aumento alarmante de la diabetes y otras enfermedades metabólicas— una epidemia creciente de enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA), que ocurre cuando se almacena demasiada grasa en el hígado.
“La obesidad, la diabetes, la presión arterial alta y el colesterol alto —características comunes del síndrome metabólico— son importantes factores de riesgo de la enfermedad del hígado graso”, explica el Dr. Craig Lammert, profesor auxiliar de Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana y gastroenterólogo y hepatólogo en Indiana University Health. Al igual que el daño hepático relacionado con el alcohol, estos trastornos hacen que la grasa se deposite en el hígado.
“Lo inquietante de esto es que es posible que entre el 15 y el 50% de la población del país tenga demasiada grasa en el hígado”, dice Lammert. De ese porcentaje, indica, alrededor del 5% están en riesgo de inflamación que puede perjudicar el hígado. “Pero no siempre sabemos a quién le va a pasar”.
La inflamación afecta el hígado a través de una enfermedad conocida como esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), que daña y mata las células hepáticas. “Se habla mucho sobre esto porque, durante los próximos años, es probable que la enfermedad del hígado graso sea una de las principales causas, si no la principal, del trasplante de hígado en este país”, señala Lammert.
Si tienes exceso de peso o si luchas contra la diabetes, el colesterol alto o la presión arterial alta, el riesgo de insuficiencia hepática solo añade otra buena razón para bajar un poco de peso y controlar el nivel de azúcar en la sangre, el colesterol y la presión arterial. Aunque no existe una cura para la EHGNA, se puede revertir.
Riesgo N.º 3: Medicamentos y suplementos
Ciertos medicamentos y suplementos también son nocivos para el hígado, dependiendo de la dosis y otros factores. Tomar demasiado acetaminofén (Tylenol) presenta el riesgo más común entre los medicamentos de venta libre. “Las personas que toman dosis excesivas de Tylenol abruman el sistema de metabolización y causan toxicidad al hígado”, explica Lammert.
Por otro lado, los pacientes tendrán escasos problemas si toman el analgésico según las indicaciones, que incluyen no consumir más de 4,000 miligramos al día. Es posible que se aconseje a las personas que tienen enfermedad del hígado que tomen menos de 2,000 miligramos. No obstante, una advertencia: si tomas acetaminofén a esos niveles, debes asegurarte de evitar el alcohol, que contribuirá a la carga cumulativa del hígado, aconseja Lammert. Otros analgésicos, incluidos los medicamentos antiinflamatorios no esteroides, como el ibuprofeno (Motrin) y el naproxeno (Aleve), presentan un peligro similar en las mismas circunstancias.
Si la cantidad que tomas se aproxima a la dosis máxima de acetaminofén, ten en cuenta que el medicamento se encuentra a menudo en otros productos, como las formulaciones para aliviar múltiples síntomas del resfriado y la gripe, por lo que es fácil doblar la cantidad que tomas sin darte cuenta. Así que asegúrate de revisar las etiquetas de los productos para determinar el contenido de acetaminofén.
Es sorprendente, pero “los antibióticos son quizás la causa primordial de lesiones hepáticas que vemos”, dice Lammert. Esto es cierto sobre todo en el caso de Augmentin (una combinación de amoxicilina y clavulanato), que se utiliza para tratar los problemas bacterianos comunes como las infecciones en los senos nasales y en las vías urinarias. Se estima que las complicaciones hepáticas afectan anualmente a 30,000 personas que toman este compuesto en Estados Unidos. Y aunque la mayoría del daño es temporal, en algunas ocasiones es tan grave que es necesario un trasplante de hígado.
También hay informes de daño hepático debido a ciertos suplementos, como los suplementos para el fisiculturismo y la pérdida de peso que contienen extracto de té verde, ácido linoleico y esteroides anabólicos androgénicos. Incluso dos nutrientes esenciales, la vitamina A y la niacina, pueden dañar el hígado si se toman por encima de las dosis recomendadas.
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Riesgo N.º 4: Infecciones virales
La hepatitis B y la C son infecciones virales del hígado que causan daño hepático e incluso cáncer. (La gran mayoría de las personas con hepatitis A se recuperan sin daño permanente). Al igual que con otras enfermedades hepáticas, las personas con hepatitis a menudo no tienen síntomas y es posible que no sepan que están infectadas, señala Wakim-Fleming.
La hepatitis B se contrae a través de la sangre, el semen y otros líquidos corporales, y al compartir artículos personales (agujas, navajas de afeitar) con alguien que tiene la infección. La hepatitis C se contrae mediante el contacto con la sangre de alguien que tiene la infección, a menudo a través del intercambio de parafernalia para uso de drogas, o a través de una transfusión de sangre contaminada o un trasplante de órganos antes de 1992, cuando comenzó a inspeccionarse la sangre para detectar el virus. Más de la mitad de las personas con hepatitis C padecen una infección crónica, y hasta el 25% presentan cirrosis durante los próximos 10 a 20 años, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Hay vacunas contra la hepatitis B, y todas las personas entre 18 y 79 años deben hacerse una prueba diagnóstica de la hepatitis C al menos una vez, en particular las nacidas entre 1945 y 1965. “Desde hace alrededor de 10 años, los criterios establecen que todos los baby boomers deben hacerse la prueba para detectar la hepatitis C”, indica Lammert. A pesar de esta recomendación, muy pocas personas que reúnen los requisitos se hacen la prueba. “La buena noticia es que ahora tenemos buenos tratamientos para erradicar la enfermedad”.
Riesgo N.º 5: La genética y las enfermedades autoinmunitarias
Las cuatro etapas de la enfermedad hepática crónica
- Hepatitis: Inflamación del hígado que puede causar un tipo de cicatrización conocida como fibrosis.
- Fibrosis: El hígado se endurece gradualmente y el tejido cicatricial reemplaza el tejido sano, lo que restringe el flujo sanguíneo. Cierta cantidad de fibrosis puede ser reversible si se detecta temprano porque las células del hígado pueden regenerarse.
- Cirrosis: La cicatrización del hígado se vuelve irreversible porque ya no hay células lo suficientemente sanas como para regenerar el tejido perdido. El daño se puede ralentizar o detener en esta etapa bajo la supervisión de un especialista del hígado.
- Insuficiencia hepática: El hígado ya no funciona adecuadamente para cubrir las necesidades del organismo y ha perdido la capacidad de regenerarse y su funcionamiento disminuye lentamente.
Las enfermedades genéticas como la hemocromatosis y la enfermedad de Wilson pueden contribuir al desarrollo de enfermedades hepáticas. Las personas que padecen estas enfermedades pueden acumular exceso de metales en el hígado, lo que causa cirrosis y toxicidad en los órganos.
Además, las enfermedades autoinmunitarias pueden causar trastornos del hígado y, en cierta medida, los factores genéticos también pueden desempeñar un papel. Los médicos no conocen la causa exacta de la hepatopatía autoinmunitaria; sin embargo, se teoriza que factores como la infección, los medicamentos o la exposición a sustancias químicas podrían actuar como desencadenantes. Si bien puede haber una predisposición genética, aún no está claro cuál es el papel específico que desempeña la genética en las enfermedades autoinmunitarias. El tratamiento de la hepatopatía autoinmunitaria implica el manejo de la enfermedad a largo plazo, y aunque la mayoría de los pacientes responden bien al tratamiento, a menudo requieren medicamentos de por vida.
Cuándo acudir al médico
Dada la naturaleza silenciosa de las enfermedades del hígado, los pacientes deben consultar a un médico tan pronto como se preocupen por su función hepática, dijo Maheshwari. Asegúrate de que tus exámenes físicos incluyan pruebas de rutina del hígado para que cualquier anomalía pueda detectarse temprano.
Ten en cuenta que los análisis de sangre de las enzimas AST y ALP, que evalúan la función hepática, no se asocian necesariamente con una lesión del hígado. Si los niveles son ligeramente elevados durante más de seis meses, puede ser necesario realizar una evaluación completa para determinar la causa subyacente. Un especialista puede administrar una prueba no invasiva, como una elastografía, para comprender mejor la función hepática.
Las opciones de tratamiento para la enfermedad hepática varían según la causa. El trasplante de hígado es el último recurso. Para algunos, puede ser necesario dejar de consumir alcohol o medicamentos inflamatorios. En el caso de la hepatitis viral, es posible que se necesiten medicamentos para combatir el virus.
Por otro lado, las personas que se enfrentan a una hepatopatía autoinmunitaria pueden necesitar un medicamento para impedir que el sistema inmunitario se ataque a sí mismo. Desafortunadamente, las enfermedades genéticas a menudo disponen de opciones de tratamiento limitadas, y un trasplante de hígado es el recurso final para quienes padecen enfermedad hepática en etapa terminal.
Nota del editor: Este artículo, que originalmente se publicó el 9 de noviembre del 2021, se ha actualizado para incluir nueva información.
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