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Factores de riesgo ocultos y señales de advertencia de las enfermedades hepáticas

Beber alcohol, tomar antibióticos e incluso tener la presión arterial alta pueden afectar el hígado de maneras peligrosas.


spinner image Ilustración de dos médicos examinando un hígado humano gigante y en el suelo dos pastillas
GETTY IMAGES

Muchos piensan que el alcohol es la principal causa de las complicaciones hepáticas. Pero, contrario a la creencia popular, varios factores pueden afectar la salud hepática, incluido el peso, ciertos medicamentos, la genética e incluso las infecciones virales.

Sin importar cuál sea la causa desencadenante, una de las principales inquietudes en torno a las enfermedades hepáticas es su progresión silenciosa. Tu hígado podría estar perdiendo su capacidad de filtrar las sustancias dañinas de tu sangre mucho antes de que aparezcan los síntomas.

La mayoría de las veces no sabes que el hígado ha sufrido daño hasta que tienes síntomas avanzados de cirrosis. “Esa es la parte difícil del tratamiento”, dice el Dr. Anurag Maheshwari, gastroenterólogo del Institute for Digestive Health and Liver Disease del centro médico Mercy Medical Center en Baltimore. “Convencer a los pacientes de que necesitan actuar de inmediato para evitar complicaciones en el futuro a veces representa un desafío, porque no sienten ninguna diferencia en la actualidad”.

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Síntomas iniciales y señales de advertencia de daño al hígado

En las primeras etapas de la enfermedad hepática crónica, a menudo no se presentan síntomas. A veces, las personas con enfermedad hepática en su etapa temprana experimentan fatiga, dolor abdominal del lado derecho, aumento de hematomas o picazón, síntomas que por lo general pasan inadvertidos porque podrían ser causados por otras dolencias.

spinner image Ilustración del torso de un hombre donde se resalta la ubicación del hígado
GETTY IMAGES

¿Dónde está el hígado?

El hígado está ubicado en la parte superior derecha del abdomen, debajo del diafragma y encima del estómago, el riñón derecho y los intestinos. En los adultos, pesa unas tres libras y tiene forma cónica.

“Por ejemplo, si tienes molestias en un costado, podría tratarse de un millón de cosas distintas”, dice la Dra. Jamile Wakim-Fleming, directora del programa Fatty Liver Disease Medical Home Program en Cleveland Clinic.

Los chequeos de rutina, las pruebas de laboratorio o los estudios por imágenes suelen ser la manera en que los pacientes descubren primero que están desarrollando un problema o una enfermedad del hígado.

Signos de enfermedad hepática avanzada

A medida que la enfermedad hepática avanza, las señales se vuelven más claras y justifican la atención médica inmediata. Estos síntomas incluyen:

  • Ictericia o coloración amarillenta de la piel y los ojos
  • Dolor y distensión abdominal debido a la liberación de líquido del hígado
  • Hinchazón en la parte inferior de las piernas debido a la retención de líquidos
  • Confusión u olvidos. Cuando el hígado no funciona correctamente, las toxinas se acumulan en la sangre y pueden viajar al cerebro, lo que afecta la función cerebral
  • Fatiga crónica
  • Náuseas o vómitos
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Las enfermedades hepáticas y la edad

Los adultos mayores que tienen buena salud no son intrínsecamente más propensos a padecer enfermedades hepáticas. Pero la edad avanzada puede amplificar la gravedad de los síntomas asociados con los problemas del hígado, lo que dificulta la recuperación. Además, los tratamientos pueden no funcionar tan bien en las personas mayores como en aquellas más jóvenes.

Causas de la enfermedad hepática

Siempre es mejor prevenir la insuficiencia hepática que tratarla. A continuación, algunos riesgos comunes —y no tan comunes— y cómo puedes prevenir o detener el daño.

Riesgo N.º 1: Consumo de alcohol

Todos sabemos que el alcohol puede tener consecuencias adversas para el hígado. Pero ¿cuánto es demasiado?

Maheshwari señala que el límite prudente de alcohol quizás parezca sorprendentemente bajo: no más de una bebida alcohólica al día (o siete copas por semana) para las mujeres y dos o menos bebidas alcohólicas diarias para los hombres (o 14 copas por semana).

“Cuando los pacientes beben alcohol en exceso, más allá de la capacidad del hígado para metabolizarlo, el exceso de alcohol se convierte en grasa y se almacena”, explica Maheshwari. “Esta grasa, llamada esteatosis, afecta la función hepática y causa la muerte celular”.

¿La buena noticia? Ponerle freno al consumo de alcohol puede detener la progresión de la fibrosis, y la función hepática puede mejorar. “No obstante, depende de cuándo se identificó el problema”, dice Wakim-Fleming. “Muchas personas que tienen enfermedad hepática alcohólica acaban por necesitar trasplantes de hígado porque no dejan de beber hasta que es [demasiado] tarde”.

Si sospechas que tienes un problema, habla con tu médico, que puede remitirte a un especialista para evaluación y pruebas.

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Riesgo N.º 2: Peso 

Con el aumento de los índices de obesidad en Estados Unidos, ha habido —junto con un aumento alarmante de la diabetes y otras enfermedades metabólicas— una epidemia creciente de enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA), que ocurre cuando se almacena demasiada grasa en el hígado.

“La obesidad, la diabetes, la presión arterial alta y el colesterol alto —características comunes del síndrome metabólico— son importantes factores de riesgo de la enfermedad del hígado graso”, explica el Dr. Craig Lammert, profesor auxiliar de Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana y gastroenterólogo y hepatólogo en Indiana University Health. Al igual que el daño hepático relacionado con el alcohol, estos trastornos hacen que la grasa se deposite en el hígado.

“Lo inquietante de esto es que es posible que entre el 15 y el 50% de la población del país tenga demasiada grasa en el hígado”, dice Lammert. De ese porcentaje, indica, alrededor del 5% están en riesgo de inflamación que puede perjudicar el hígado. “Pero no siempre sabemos a quién le va a pasar”.

La inflamación afecta el hígado a través de una enfermedad conocida como esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), que daña y mata las células hepáticas. “Se habla mucho sobre esto porque, durante los próximos años, es probable que la enfermedad del hígado graso sea una de las principales causas, si no la principal, del trasplante de hígado en este país”, señala Lammert.

Si tienes exceso de peso o si luchas contra la diabetes, el colesterol alto o la presión arterial alta, el riesgo de insuficiencia hepática solo añade otra buena razón para bajar un poco de peso y controlar el nivel de azúcar en la sangre, el colesterol y la presión arterial. Aunque no existe una cura para la EHGNA, se puede revertir.

Riesgo N.º 3: Medicamentos y suplementos

Ciertos medicamentos y suplementos también son nocivos para el hígado, dependiendo de la dosis y otros factores. Tomar demasiado acetaminofén (Tylenol) presenta el riesgo más común entre los medicamentos de venta libre. “Las personas que toman dosis excesivas de Tylenol abruman el sistema de metabolización y causan toxicidad al hígado”, explica Lammert.

Por otro lado, los pacientes tendrán escasos problemas si toman el analgésico según las indicaciones, que incluyen no consumir más de 4,000 miligramos al día. Es posible que se aconseje a las personas que tienen enfermedad del hígado que tomen menos de 2,000 miligramos. No obstante, una advertencia: si tomas acetaminofén a esos niveles, debes asegurarte de evitar el alcohol, que contribuirá a la carga cumulativa del hígado, aconseja Lammert. Otros analgésicos, incluidos los medicamentos antiinflamatorios no esteroides, como el ibuprofeno (Motrin) y el naproxeno (Aleve), presentan un peligro similar en las mismas circunstancias.

Si la cantidad que tomas se aproxima a la dosis máxima de acetaminofén, ten en cuenta que el medicamento se encuentra a menudo en otros productos, como las formulaciones para aliviar múltiples síntomas del resfriado y la gripe, por lo que es fácil doblar la cantidad que tomas sin darte cuenta. Así que asegúrate de revisar las etiquetas de los productos para determinar el contenido de acetaminofén.

Es sorprendente, pero “los antibióticos son quizás la causa primordial de lesiones hepáticas que vemos”, dice Lammert. Esto es cierto sobre todo en el caso de Augmentin (una combinación de amoxicilina y clavulanato), que se utiliza para tratar los problemas bacterianos comunes como las infecciones en los senos nasales y en las vías urinarias. Se estima que las complicaciones hepáticas afectan anualmente a 30,000 personas que toman este compuesto en Estados Unidos. Y aunque la mayoría del daño es temporal, en algunas ocasiones es tan grave que es necesario un trasplante de hígado.

También hay informes de daño hepático debido a ciertos suplementos, como los suplementos para el fisiculturismo y la pérdida de peso que contienen extracto de té verde, ácido linoleico y esteroides anabólicos androgénicos. Incluso dos nutrientes esenciales, la vitamina A y la niacina, pueden dañar el hígado si se toman por encima de las dosis recomendadas.

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Riesgo N.º 4: Infecciones virales

La hepatitis B y la C son infecciones virales del hígado que causan daño hepático e incluso cáncer. (La gran mayoría de las personas con hepatitis A se recuperan sin daño permanente). Al igual que con otras enfermedades hepáticas, las personas con hepatitis a menudo no tienen síntomas y es posible que no sepan que están infectadas, señala Wakim-Fleming.

La hepatitis B se contrae a través de la sangre, el semen y otros líquidos corporales, y al compartir artículos personales (agujas, navajas de afeitar) con alguien que tiene la infección. La hepatitis C se contrae mediante el contacto con la sangre de alguien que tiene la infección, a menudo a través del intercambio de parafernalia para uso de drogas, o a través de una transfusión de sangre contaminada o un trasplante de órganos antes de 1992, cuando comenzó a inspeccionarse la sangre para detectar el virus. Más de la mitad de las personas con hepatitis C padecen una infección crónica, y hasta el 25% presentan cirrosis durante los próximos 10 a 20 años, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.

Hay vacunas contra la hepatitis B, y todas las personas entre 18 y 79 años deben hacerse una prueba diagnóstica de la hepatitis C al menos una vez, en particular las nacidas entre 1945 y 1965. “Desde hace alrededor de 10 años, los criterios establecen que todos los baby boomers deben hacerse la prueba para detectar la hepatitis C”, indica Lammert. A pesar de esta recomendación, muy pocas personas que reúnen los requisitos se hacen la prueba. “La buena noticia es que ahora tenemos buenos tratamientos para erradicar la enfermedad”.

Riesgo N.º 5: La genética y las enfermedades autoinmunitarias

Las cuatro etapas de la enfermedad hepática crónica

  1. Hepatitis: Inflamación del hígado que puede causar un tipo de cicatrización conocida como fibrosis.
  2. Fibrosis: El hígado se endurece gradualmente y el tejido cicatricial reemplaza el tejido sano, lo que restringe el flujo sanguíneo. Cierta cantidad de fibrosis puede ser reversible si se detecta temprano porque las células del hígado pueden regenerarse.
  3. Cirrosis: La cicatrización del hígado se vuelve irreversible porque ya no hay células lo suficientemente sanas como para regenerar el tejido perdido. El daño se puede ralentizar o detener en esta etapa bajo la supervisión de un especialista del hígado.
  4. Insuficiencia hepática: El hígado ya no funciona adecuadamente para cubrir las necesidades del organismo y ha perdido la capacidad de regenerarse y su funcionamiento disminuye lentamente.

Las enfermedades genéticas como la hemocromatosis y la enfermedad de Wilson pueden contribuir al desarrollo de enfermedades hepáticas. Las personas que padecen estas enfermedades pueden acumular exceso de metales en el hígado, lo que causa cirrosis y toxicidad en los órganos.

Además, las enfermedades autoinmunitarias pueden causar trastornos del hígado y, en cierta medida, los factores genéticos también pueden desempeñar un papel. Los médicos no conocen la causa exacta de la hepatopatía autoinmunitaria; sin embargo, se teoriza que factores como la infección, los medicamentos o la exposición a sustancias químicas podrían actuar como desencadenantes. Si bien puede haber una predisposición genética, aún no está claro cuál es el papel específico que desempeña la genética en las enfermedades autoinmunitarias. El tratamiento de la hepatopatía autoinmunitaria implica el manejo de la enfermedad a largo plazo, y aunque la mayoría de los pacientes responden bien al tratamiento, a menudo requieren medicamentos de por vida.

Cuándo acudir al médico

Dada la naturaleza silenciosa de las enfermedades del hígado, los pacientes deben consultar a un médico tan pronto como se preocupen por su función hepática, dijo Maheshwari. Asegúrate de que tus exámenes físicos incluyan pruebas de rutina del hígado para que cualquier anomalía pueda detectarse temprano.

Ten en cuenta que los análisis de sangre de las enzimas AST y ALP, que evalúan la función hepática, no se asocian necesariamente con una lesión del hígado. Si los niveles son ligeramente elevados durante más de seis meses, puede ser necesario realizar una evaluación completa para determinar la causa subyacente. Un especialista puede administrar una prueba no invasiva, como una elastografía, para comprender mejor la función hepática.

Las opciones de tratamiento para la enfermedad hepática varían según la causa. El trasplante de hígado es el último recurso. Para algunos, puede ser necesario dejar de consumir alcohol o medicamentos inflamatorios. En el caso de la hepatitis viral, es posible que se necesiten medicamentos para combatir el virus.

Por otro lado, las personas que se enfrentan a una hepatopatía autoinmunitaria pueden necesitar un medicamento para impedir que el sistema inmunitario se ataque a sí mismo. Desafortunadamente, las enfermedades genéticas a menudo disponen de opciones de tratamiento limitadas, y un trasplante de hígado es el recurso final para quienes padecen enfermedad hepática en etapa terminal.

Nota del editor: Este artículo, que originalmente se publicó el 9 de noviembre del 2021, se ha actualizado para incluir nueva información.

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