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La receta del Dr. Sanjay Gupta para la salud cerebral

El reportero médico señala que los cambios en el estilo de vida son esenciales para la capacidad de adaptación.

spinner image El Dr. Sanjay Gupta
JIM WRIGHT Facebook Twitter LinkedIn

Una noche, hace varios años, trajeron a un hombre de 93 años a la sala de emergencias donde yo estaba de guardia. Cuando mi jefe de residentes me habló del paciente, que sufría un grave deterioro neurológico, me inquietó su edad avanzada. Pensé que era demasiado mayor para hacerle una operación.

spinner image Portada del libro Keep Sharp del Dr. Sanjay Gupta
JIM WRIGHT

Poco después, la tomografía computarizada mostró una hemorragia cerebral significativa que explicaba sus síntomas, y me dirigí a hablar con la familia del hombre, esperando que me dijeran que no procediera con una cirugía agresiva y arriesgada.

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Lo que encontré fue a una mujer vivaz, su esposa desde hacía 70 años. Tenía 94 años y gozaba de perfecta salud; no tomaba medicamentos y ese mismo día había llevado a sus bisnietos a la escuela en auto. Me dijo que su esposo, mi paciente, era un corredor ávido y trabajaba a tiempo parcial como contador. Su hijo de 63 años lo calificó de ser "un genio para los números". La hemorragia cerebral del paciente se produjo tras caer de su tejado mientras operaba un soplador de hojas. Estos nonagenarios eran más saludables que la mayoría de mis pacientes, de cualquier edad.

Llevé al hombre al quirófano para realizarle una craneotomía. Le taladré el cráneo y utilicé un dispositivo parecido a una sierra para extirpar un trozo de hueso. Extraje la sangre acumulada y coagulé las pequeñas hemorragias restantes. Lo único que quedaba por hacer era cerrar la duramadre, reposicionar el pedazo de hueso extraido y suturar la piel.

Sin embargo, antes de proceder, me tomé algunos momentos para inspeccionar su cerebro. Lo que vi me sorprendió. Dado su nivel de actividad, su agudeza mental y cognición intacta, esperaba ver un cerebro grande que latía con fuerza y con aspecto saludable. No obstante, lo que vi fue un cerebro de 93 años. Estaba más arrugado, hundido, con profundos surcos indicativos de su edad.

Ahora bien, si esto suena desalentador, no debería serlo. De hecho, debería ser justo lo contrario.

Hay un aforismo en medicina que dice "trata siempre al paciente, no los resultados de las pruebas". Si alguien me hubiera descrito su cerebro antes de la operación, es probable que me hubiera sentido aún menos inclinado a operar. Sin embargo, este fue un recordatorio de que no importaba la apariencia de su cerebro, lo que importaba era su funcionamiento. El cerebro, quizás más que cualquier otro órgano del cuerpo, puede fortalecerse progresivamente en ciertas maneras a lo largo de la vida y volverse más robusto que en años anteriores.

Nunca olvidaré esa experiencia. Parecía existir una total desconexión entre el cerebro que miraba y el hombre cuyo cráneo habitaba. Estaba impaciente por ver cómo se despertaría de la operación y cómo sería su recuperación. ¿Tomé la decisión correcta? ¿Había prolongado su vida o acelerado su muerte?

Tan pronto como entré en su habitación, supe la respuesta. Encontré a mi paciente leyendo su teléfono inteligente (sin anteojos para leer, que yo necesito a mis 50 años). Seguía las recientes elecciones en la zona occidental de África, un lugar donde había pasado tiempo haciendo trabajo voluntario apenas 10 años antes. Estaba claro que se recuperaba bien. Le pregunté cómo lo había afectado todo el suceso, preguntándome qué pensaría sobre la mortalidad en general. Sonrió y me miró. "La lección más importante de todo esto", dijo, "es no volver a tratar de quitar las hojas del tejado".

Mejora continua

No crecí con un profundo deseo de ser médico, y mucho menos neurocirujano. Mi primera aspiración fue convertirme en escritor; un deseo nacido con toda probabilidad por haberme enamorado de niño de una profesora de inglés de primaria.

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Cuando elegí la medicina, tenía 13 años y mi abuelo acababa de sufrir un derrame cerebral. Ser testigo del rápido cambio en su función cerebral fue estremecedor. De repente no era capaz de hablar o escribir, pero parecía entender lo que se le decía y podía leer sin dificultad. El intrincado y misterioso funcionamiento del cerebro me dejó fascinado.

Pasé mucho tiempo en el hospital; era ese niño pesado que hace muchas preguntas a los médicos. Me sentía muy adulto mientras me explicaban pacientemente lo que había sucedido. Vi cómo aquellos médicos lograron devolver la salud a mi abuelo tras abrir la arteria carótida para restablecer el flujo sanguíneo a su cerebro y prevenir futuros derrames cerebrales.

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Comencé a leer todo lo que encontraba sobre la medicina y el cuerpo humano. No tardé en obsesionarme con el cerebro y, en concreto, con la memoria. Todavía me asombra que nuestros recuerdos —la esencia misma de lo que somos— puedan reducirse a señales neuroquímicas invisibles entre zonas diminutas del cerebro. Para mí, aquellas primeras exploraciones en el mundo de la biología cerebral fueron a la vez desmitificadoras y mágicas.

Según una encuesta realizada por AARP entre personas en Estados Unidos de 34 a 75 años, casi todos (el 93%) comprenden la importancia de la salud cerebral. Sin embargo, esas mismas personas no siempre saben cómo ayudar a que su cerebro sea más saludable. Algunas creen que este misterioso órgano es una especie de caja negra, intocable e incapaz de mejorarse. No es cierto.

Soy cirujano y periodista especializado en salud desde hace más de dos décadas, pero lo que he aprendido más recientemente, mientras investigaba para este libro, ha cambiado mi forma de pensar sobre el cerebro y su cuidado. Estoy más convencido que nunca de que el cerebro puede modificarse de forma constructiva, mejorarse y perfeccionarse de manera continua, sin importar la edad o los recursos a nuestra disposición.

Por ejemplo, estamos aprendiendo que los cambios en el cerebro que conducen a trastornos como la enfermedad de Alzheimer podrían comenzar mucho antes de que se presenten los síntomas. Esta es información vital. Hay personas con un cerebro lleno de placas amiloides —agrupamientos densos de proteínas que son los rasgos distintivos clásicos de la enfermedad de Alzheimer— que no lo sabrían porque no presentan síntomas. ¿Qué sucedería si lo supieran y tomaran medidas?

Del mismo modo que en el caso de mi paciente de 93 años, no se trataba de mejorar el aspecto del cerebro, sino su funcionamiento. Al igual que sucedió con ese paciente, a mí me importaba más prevenir cualquier síntoma incapacitante. Este es el mayor cambio en mi forma de pensar como estudiante del cerebro durante toda la vida. Concentrarse en ese periodo preclínico podría resultar beneficioso para los pacientes. Tal vez un día el mensaje sea: "Sí, tienes la enfermedad de Alzheimer, pero nunca te causará ningún síntoma".

Adaptabilidad mental

Un cambio que he hecho personalmente desde que cumplí 50 años es esforzarme por aumentar la resiliencia o adaptabilidad de mi cerebro. Por ejemplo, siempre pensé que socializar era una diversión más que una actividad saludable para el cerebro. Sin embargo, hay mucha evidencia de que las relaciones sólidas y constantes con la familia y los amigos allanan el camino hacia un cerebro más adaptable.

He aquí cómo: la corteza prefrontal, donde se producen el buen juicio y la toma de decisiones acertadas, se fortalece en respuesta a la interacción humana personal. Una corteza prefrontal más robusta puede disminuir la cantidad de actividad en los centros emocionales del cerebro, especialmente la amígdala. Esto significa que una situación difícil se procesará durante más tiempo y con mayor intensidad en las regiones del cerebro donde reside el juicio, en lugar de en los centros emocionales.

Al dar apoyo a la corteza prefrontal, es menos probable que veas las crisis como problemas insuperables y aceptes que el cambio es una parte normal de la vida. Esa es la adaptabilidad en acción.

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Las personas también desarrollan cerebros más adaptables al tomar medidas decisivas, en lugar de dejar que los problemas languidezcan sin afrontarlos. Avanzan de manera constante hacia sus objetivos, haciendo que incluso los pequeños logros cuenten. Practican la gratitud con regularidad y alimentan sistemáticamente una visión positiva de sí mismos. Es muy difícil paralizar un cerebro que es decidido y se percibe a sí mismo de manera favorable.

Otro cambio que he hecho es que solía jactarme de mi capacidad para dormir poco, pero ahora doy prioridad al sueño. Los científicos creen que el sueño permite al cerebro eliminar residuos y organizar los recuerdos. También trato de aprender algo nuevo sobre mí mismo todos los días. Conocerte a ti mismo es una manera infalible de desarrollar un mayor aprecio por tu vida, y de dotarte de los medios para destacar lo bueno y mitigar lo malo.

Recuerda; todo comienza con el cerebro. Una vez que fortalezcas el cerebro y lo tornes más resiliente, tomarás mejores decisiones sobre tu salud en general.

El máximo objetivo de salud

A finales de la década de 1990, tuve la oportunidad de pasar unos días con Stephen Hawking. Trabajaba en la Casa Blanca y ayudé a organizar una serie de veladas para el presidente Bill Clinton y la primera dama Hillary Clinton. Cuando pensamos en la mejor manera de celebrar las ciencias, convinimos por unanimidad en que el famoso físico teórico fuera nuestro invitado destacado.

Debido a su esclerosis lateral amiotrófica, Hawking preparó toda su charla en su computadora y la reprodujo después de salir al escenario. Incluso habíamos planeado con antelación la parte de preguntas y respuestas de la velada. Sabía que el público estaría absorto y entretenido por su brillantez en el mundo de la física, pero fueron sus lecciones de vida las que aún recuerdo más de 20 años después.

La enfermedad de Hawking le fue robando poco a poco la capacidad de caminar, hablar y participar en la vida como lo hacemos la mayoría de nosotros, pero tenía una mente que nadie ni nada podía arrebatarle. Conservó su agudeza mental hasta su pacífica muerte, en el 2018.

Una vez tuve un profesor que me dijo (mientras señalaba su cabeza): "Pueden quitarte todo lo que tienes, pero nunca podrán quitarte esto".

La memoria de esa afirmación ha perdurado desde entonces y sigue recordándome que depende de mí proteger y preservar mi cerebro y sus recuerdos. Todo lo que en realidad se necesita son algunas estrategias básicas de estilo de vida.

7 mitos de la salud cerebral

1. Mito: utilizamos el 10% del cerebro

Realidad: desde el punto de vista de la evolución, no tendría sentido cargar con todo ese tejido cerebral sobrante. Y si lo enfocamos con otra lógica, tendríamos que preocuparnos mucho menos del daño cerebral si la teoría del 10% fuera cierta.  Las imágenes exploratorias médicas muestran que gran parte del cerebro interviene incluso en tareas sencillas, y las lesiones en pequeñas secciones del cerebro llamadas áreas elocuentes pueden tener profundas consecuencias en el lenguaje, el movimiento, las emociones o la percepción sensorial.

2. Mito: los adultos mayores están condenados a olvidarse de las cosas

Realidad: sí; algunas habilidades cognitivas disminuyen a medida que envejeces, sobre todo si no empleas estrategias para prestar más atención y ayudarte a recordar. Sin embargo, aunque de joven se te diera mejor aprender un nuevo idioma o memorizar una lista de palabras al azar, es más probable que tengas un vocabulario más extenso y seas un mejor juez del carácter como adulto mayor. Obtendrás mejores resultados en pruebas de comunicación social y diplomacia; por ejemplo, cómo resolver una discusión o encarar un conflicto. La otra buena noticia sobre el envejecimiento es que, con el tiempo, tendemos a mejorar la manera de controlar nuestras emociones, sobrellevar el estrés y encontrar sentido a nuestras vidas.

3. Mito: la edad inhibe el aprendizaje

Realidad: el aprendizaje sucede a cualquier edad, sobre todo cuando participas en actividades estimulantes, como conocer a nuevas personas o probar nuevos pasatiempos. Sí, dominar algunas habilidades, como un nuevo programa informático, puede llevarle más tiempo a una persona mayor, pero eso no significa que no sea capaz de lograrlo. Incluso las personas a las que se diagnostica deterioro cognitivo son capaces de continuar aprendiendo.

4. Mito: los cerebros masculinos y femeninos difieren en aspectos que determinan la capacidad de aprendizaje y la inteligencia

Realidad: existen diferencias entre el cerebro del hombre y la mujer, aunque no necesariamente hasta el punto de que uno esté mejor "equipado" que el otro. La investigación en el campo de la neurociencia está aún en su infancia, y los científicos continúan estudiando el cerebro para comprender y aprender más sobre cualquier diferencia importante entre el cerebro masculino y femenino. Otra forma de verlo en términos más generales es entender que cada uno de nosotros está programado a su manera, pero con un cerebro sano todos tenemos la capacidad de aprender, recordar y dar sentido al complicado mundo que nos rodea.

5. Mito: hacer un crucigrama al día evita tener que ir al neurólogo

Realidad: los crucigramas flexibilizan regiones del cerebro relacionadas con la capacidad de encontrar palabras, aunque no son una panacea. Si bien tal vez te ayuden a destacar en esa habilidad, es importante presentarle desafíos al cerebro de distintas maneras.

6. Mito: estás dominado por el hemisferio izquierdo o derecho del cerebro

Realidad: muchas personas expresan y reciben el lenguaje más en el hemisferio izquierdo y experimentan sus capacidades espaciales y su expresión emocional más en el derecho. No obstante, la tecnología de escaneo cerebral ha revelado que los dos hemisferios cerebrales a menudo trabajan juntos en procesos complejos.

7. Mito: tienes solo cinco sentidos

Realidad: conoces los sentidos básicos de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y el oído. Pero hay otros sentidos que se procesan en el cerebro, como la propiocepción (posición y función de las partes del cuerpo), la nocicepción (sensación del dolor), la termocepción (percepción de la temperatura), la cronocepción (capacidad de reconocer el paso del tiempo) y la interocepción (necesidades internas, como el hambre y la sed).

Nota: Adaptado de Keep Sharp: Build a Better Brain at Any Age (en inglés), por el Dr. Sanjay Gupta. (5 de enero del 2021), publicado por Simon & Schuster en colaboración con AARP.

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