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Guía sobre la gota: lo que debes saber sobre este doloroso trastorno

Información sobre este tipo de artritis cada vez más común y cómo reducir el riesgo de brotes


spinner image Mano de una mujer que masajea su pie
JAN-OTTO / GETTY IMAGES

 

Antiguamente, la gota se conocía como una “enfermedad de reyes”, porque muchos de los que la padecían consumían alimentos pesados y alcohol en exceso.

Sin embargo, hoy en día se considera más bien una enfermedad de las masas.

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Las investigaciones indican que en los últimos 30 años, la prevalencia de gota en Estados Unidos y en el mundo aumentó más del doble. Según un estudio (en inglés) que se publicó en el 2019 en la revista Arthritis & Rheumatology, cerca del 4% de los adultos del país —más de 8 millones de personas— recibieron un diagnóstico de gota, una enfermedad dolorosa que actualmente es la manifestación más frecuente de la artritis inflamatoria.

Los expertos consideran que el reciente aumento de casos de gota se vincula a la creciente incidencia de obesidad e hipertensión arterial. El sobrepeso y el consumo de diuréticos para la hipertensión son factores de riesgo de gota.

El riesgo también aumenta con la edad. Según las investigaciones, se calcula que el 13% de los hombres y el 6% de las mujeres padecen esta enfermedad antes de cumplir 75 años.

Los hombres tienen el doble de probabilidades de contraer gota —al menos hasta los 60 años— debido a que las hormonas de las mujeres las protegen contra esta enfermedad, explica el Dr. Jasvinder Singh, profesor de Medicina y Epidemiología de University of Alabama Birmingham y director de investigación reumatológica del Birmingham Veterans Medical Center. Las mujeres son más susceptibles ante esta enfermedad después de la menopausia.

Produce un dolor articular intenso

La gota es una de las primeras enfermedades documentadas, y se produce a causa de la acumulación prolongada de ácido úrico en el organismo. El ácido úrico deposita cristales en las articulaciones, lo que produce hinchazón y mucho dolor.

La articulación que más suele verse afectada es la de la base del dedo gordo del pie. Sin embargo, la gota puede afectar cualquier articulación —incluso el tobillo, la rodilla o el codo— y cuando suceda, lo sabrás.

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“Te encontrarás como siempre, te sentirás bien, y de pronto tendrás un dolor muy intenso”, explica el Dr. Philip Chu, reumatólogo de Duke Health.  

El dolor es tan profundo que muchos pacientes acaban en la sala de emergencias.

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“Los pacientes pasan de un dolor nivel 0 a un dolor nivel 10 de 10 muy rápidamente”, señala Chu. “El más mínimo contacto o movimiento lo empeora. Los pacientes describen que incluso les produce molestias tener una sábana encima”.

Para diagnosticar la gota, el médico indicará un análisis de sangre para determinar el nivel de ácido úrico o tomará una muestra de líquido de la articulación adolorida y buscará cristales de urato.

Los ataques de gota, llamados brotes, suelen durar entre varios días y una semana. Los antiinflamatorios, los esteroides o un medicamento llamado colchicina pueden aliviar el dolor durante ese período.

Prevención de ataques de gota

Después del primer ataque, algunos pacientes pueden no tener otro hasta después de cinco a quince años, explica Singh. Sin embargo, el tercero suele ocurrir más rápidamente, al cabo de seis meses a un año. Con el tiempo, los ataques son cada vez más frecuentes.

Sin tratamiento, los ataques de gota pueden causar rigidez, dolor articular incapacitante, nódulos debajo la piel llamados tofos y, a la larga, daño óseo o articular permanente.

Los cambios en el estilo de vida, como bajar de peso, evitar el alcohol y adoptar una dieta saludable, pueden ayudar a prevenir los ataques de gota. Beber leche con bajo contenido graso y consumir queso con bajo contenido graso puede reducir el nivel de ácido úrico. Además, el médico puede recomendar que evites la cerveza, los mariscos, los jugos azucarados y la carne roja (sobre todo las vísceras), ya que tienen un alto contenido de purinas, una sustancia química que puede provocar un brote.

Ahora bien, es poco probable que los cambios del estilo de vida por sí solos logren contrarrestar o revertir la gota. Para la mayoría de los pacientes, la mejor manera de prevenir futuros ataques es tomar un medicamento para reducir el nivel de ácido úrico, como alopurinol o febuxostat, según Singh.

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El American College of Rheumatology (ACR) recomienda la medicación de los pacientes que han tenido por lo menos dos brotes en un año, o que han tenido un brote además de niveles elevados de ácido úrico, ciertos problemas renales, nódulos tofos o indicios de daño articular.

Mayor disponibilidad de medicamentos

Muchos pacientes que podrían obtener beneficios de los medicamentos para la gota no los toman, indican Chu y Singh. Un estudio (en inglés) que se publicó en Arthritis & Rheumatology constató que solo un tercio de los pacientes de gota siguen un tratamiento para reducir el nivel de ácido úrico. Otro estudio (en inglés) que se publicó en BMC Medicine señaló que solo la mitad de los pacientes que sufren brotes frecuentes toman el medicamento.

Las investigaciones demuestran que muchos pacientes dejan de tomar los medicamentos para la gota porque consideran que no los necesitan. Otros, sobre todo los que acuden a un médico de atención primaria por este trastorno, quizá nunca reciban una receta en primer lugar.

“Uno de los problemas que observamos es que los médicos de atención primaria solo tratan los brotes, pero no inician un tratamiento para reducir el nivel de ácido úrico”, explica Chu. “De modo que se tratan los brotes, pero no se controla la evolución subyacente de la enfermedad”.

Para el tratamiento de la gota, los médicos de atención primaria siguen las pautas que publica el American College of Physicians (ACP), que no coinciden con las del grupo de reumatología (ACR). Las pautas del ACP recomiendan recetar medicamentos para la gota solo a los pacientes que sufren ataques frecuentes, y aun así, con advertencias.

Algunos reumatólogos han expresado frustración ante esta discrepancia, y afirman que no tiene sentido esperar a que un paciente sufra un ataque de gota para darle tratamiento. Según Singh, se están llevando a cabo estudios para demostrar con mayor convicción los beneficios de los medicamentos que reducen el nivel de ácido úrico para todos los pacientes de gota. Las primeras investigaciones indican que su efecto podría prevenir la inflamación y la muerte prematura.

Singh ya recomienda medicamentos para reducir el nivel de ácido úrico a todos sus pacientes de gota —incluso después de un ataque— a fin de prevenir otros brotes y detener la evolución del daño articular. Señala que, a veces, puede resultar difícil convencer a los pacientes de que tomen un medicamento diario para una enfermedad que no siempre pueden ver o sentir.

“La gota no es difícil de tratar”, dice Singh. “Lo más difícil es que el paciente se convenza de que debe recibir tratamiento”.

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