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Cómo la obesidad empeora una infección por coronavirus

El exceso de peso puede complicar la respiración y afectar la respuesta inmunitaria del organismo.


spinner image Personal médico atiende a un hombre en una cama de hospital
GETTY IMAGES

| Médicos e investigadores han observado una tendencia preocupante entre las más de 400,000 personas en Estados Unidos que fueron hospitalizadas debido a la COVID-19 desde que empezó la pandemia: muchos de esos pacientes sufren de obesidad.

Esa enfermedad, cuya prevalencia ha aumentado cada vez más durante las últimas dos décadas y ahora afecta a un 42% de los adultos en este país, no solo aparece como una característica común en las historias clínicas de estos pacientes. En varios estudios se descubrió que la obesidad de por sí aumenta el riesgo de hospitalización y estadía en una unidad de cuidados intensivos para los pacientes con COVID-19 (la obesidad se define como un índice de masa corporal, o IMC, de 30 o más).

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Según una investigación (en inglés) publicada hace poco en la revista Annals of Internal Medicine, también está asociada a un riesgo más alto de morir, en particular entre los hombres y las personas menores de 60 años.  El sobrepeso en los adultos (personas con un índice de masa corporal entre 25 y 30 ) incrementa los riesgos de desarrollar otras enfermedades relacionadas con la COVID-19, de acuerdo con los más recientes reportes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

“Esta es una confluencia sin igual”, dice el Dr. David Kass, cardiólogo y profesor de Cardiología y Medicina en Johns Hopkins Medicine. “Da la casualidad de que tenemos una pandemia de obesidad, y eso nunca había pasado. Y la última vez que tuvimos un virus como este fue a principios del Siglo XX [con la gripe española]”.

Los especialistas todavía están estudiando los peligros que pueden surgir cuando confluyen las dos pandemias, la obesidad y la COVID-19. Sin embargo, han logrado entender mejor las razones por las que la obesidad hace que una infección causada por el coronavirus sea tan peligrosa.

La obesidad, al igual que la COVID-19, puede empeorar la respiración

La obesidad es un factor de riesgo para varios problemas de salud subyacentes que como se sabe complican una infección por coronavirus, entre ellos la diabetes, las enfermedades del corazón y la presión alta. Pero también puede causar daño por sí sola.

Para comenzar, a las personas obesas les cuesta más trabajo respirar. Eso se debe a que el exceso de peso, en particular alrededor del área del abdomen, restringe el movimiento del diafragma y hace que sea más difícil para los pulmones expandirse y llenarse de aire, explica la Dra. Fatima Cody Stanford, especialista en obesidad de Massachusetts General Hospital en Boston.

“Literalmente, la persona no puede hacer fluir el aire hacia adentro y hacia afuera del mismo modo; de hecho, tener sobrepeso reduce la capacidad pulmonar”, afirma Stanford. “Y esa no es una combinación muy buena cuando se trata de una enfermedad respiratoria como la COVID-19”, la que por sí misma puede causar falta de aire, neumonía y, en casos graves, un tipo de insuficiencia pulmonar conocida como síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA).

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Es más, los médicos descubrieron que acostar boca abajo a los pacientes gravemente enfermos con COVID-19 ayuda a distribuir mejor el oxígeno y evitar conectarlos a un respirador artificial. Sin embargo, este método, conocido como pronación, es difícil para los pacientes obesos debido a que el exceso de peso y la presión sobre el abdomen impiden el movimiento del diafragma.

“Todo esto está conectado de cierta forma a lo que llamo ‘la física de la respiración’”, afirma Kass. “Y es uno de los motivos por los que para las personas con obesidad severa, será más difícil respirar”.

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La obesidad afecta la respuesta inmunitaria del cuerpo

La obesidad —y especialmente la obesidad abdominal, la acumulación de grasa en la barriga y alrededor de los órganos internos— causa inflamación crónica, una especie de respuesta inmunitaria persistente que Kass compara con “un fuego forestal inmunitario subyacente”. Cuando se introduce al cuerpo un virus como el SARS-CoV-2, el sistema inmunitario de alguien que tenga esta inflamación latente “no necesariamente responderá de forma adecuada”, dice Kass.

Por una parte, el sistema inmunitario puede reaccionar de forma exagerada hacia una invasión viral y librar una guerra encarnizada contra el organismo, la cual puede causar más daño que el virus. (También se ha demostrado que la COVID-19 provoca en algunos pacientes una respuesta inmunitaria que ocasiona una hiperinflamación). Por otra parte, un sistema inmunitario que siempre está “encendido” y trabajando despacio en segundo plano puede agotarse bastante y responder con retraso a un nuevo virus.

“Es un poco como el fenómeno de ‘Pedro y el lobo’ o de dar una falsa alarma”, señala Kass. Y con una respuesta inmunitaria atrasada, “el virus tendrá probabilidades mucho más altas de replicarse antes de que el sistema inmunitario entre por fin en acción, pero entonces habrá que lidiar contra una cantidad mayor del virus”, agrega.

La obesidad hace que algunos corran mayor riesgo que otros

Hay unos cuantos factores más que los científicos están estudiando en relación con el papel de la obesidad en complicar una infección causada por el coronavirus. Por ejemplo, el SARS-CoV-2 se une a una proteína específica que se encuentra en la superficie de células en los pulmones y otros órganos que sabemos que afecta la COVID-19. Pero esa proteína además es común en el tejido graso, según Kass. Esto podría hacer que el exceso de grasa sea como “un gran depósito” para el virus, y podría significar que quienes tienen exceso de peso alberguen una mayor carga viral.

Stanford dice que también es importante mencionar que en EE.UU. las tasas de obesidad son mayores entre los afroamericanos y los hispanos, dos grupos de población que han sido impactados por el coronavirus de manera desproporcionada. Según datos de los CDC, las personas negras del país tienen más del doble de probabilidades de morir debido a la COVID-19 que las personas blancas. Y las tasas de hospitalización son casi cinco veces mayores tanto para la población afroamericana como para la población hispana en comparación con los blancos.

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A los hombres con obesidad también les puede resultar más difícil luchar contra la COVID-19 que a las mujeres. En un estudio publicado en Annals of Internal Medicine se descubrió que un IMC alto entre los pacientes se asociaba a un mayor riesgo de muerte para los hombres, pero no para las mujeres. Según Kass, esto puede deberse a que, comparados con los de los hombres, los cuerpos de las mujeres tienden a depositar menos grasa perjudicial en el abdomen.

La autora principal del estudio, Sara Tartof, epidemióloga de enfermedades infecciosas del Departamento de Investigación y Evaluación del Sur de California de Kaiser Permanente, dice que los hallazgos indican que tanto los hombres como los jóvenes con obesidad necesitan tomarse en serio las medidas preventivas.

“Todos deberíamos actuar de forma preventiva, pero estos pacientes tienen un riesgo particularmente alto de morir si contraen la COVID-19”, afirma Tartof. A falta de una vacuna, los CDC dicen que la mejor manera de prevenir la COVID-19 es evitar exponerse al virus: limitar lo más posible las interacciones con otras personas, lavarse a menudo las manos, mantener el distanciamiento social y usar una mascarilla en público.

‘La obesidad es una enfermedad’

Si tienes obesidad y contraes una infección por el SARS-CoV-2, debes tomarlo en serio. “Mantén una línea de referencia baja” para el seguimiento de los síntomas y el tratamiento, “porque la situación podría deteriorarse”, aconseja Tartof. “Prepárate para obtener atención médica más temprano en vez de esperar”.

Stanford dice que la mayor conclusión de las últimas investigaciones sobre la obesidad y la COVID-19 es que si tienes obesidad debes hacer algo para abordarla. Si has intentado perder peso por tu cuenta y te ha costado trabajo, pídele ayuda a tu médico o a un especialista en obesidad.

“La obesidad es una enfermedad; es real”, agrega Stanford. Y si bien parece que interactúa de manera singular con la COVID-19, también puede complicar y empeorar otras infecciones y enfermedades.

“Vamos a superar la COVID-19. Pero habrá otra COVID”, dice Kass. “En ese sentido, aprovecha este como un momento para pensar en cómo volverte más saludable”.

Este artículo fue originalmente publicado el 11 de septiembre del 2020 y se actualizó con la más reciente información el 12 de octubre del 2020.

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