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Una vida reinventada por necesidad

La enfermedad empujó a un editor a la jubilación temprana, a la depresión... y al renacimiento.

spinner image Ilustración de unas manos digitando en un teclado conectado a una ventana con un día soleado
CHRIS GASH

No podía creer que los pies se me pudieran doblar así. Se me torcían por el tobillo, de modo que las plantas se volvían una hacia la otra en ángulos de 45 grados, lo que los médicos llaman supinación. Por eso, tenía que caminar —cuando podía— sobre la orilla externa de los pies.

A los 6 años me diagnosticaron displasia epifisaria múltiple, una rara enfermedad genética (uno de cada 20,000 nacimientos) que comparto con el actor Danny DeVito. Básicamente, mis huesos se deforman en las articulaciones de todo el cuerpo. Imagina que son como engranajes rotos que se machacan entre sí, cada vez más deteriorados por la edad.

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De niño iba en bicicleta por todo el valle de San Fernando, en Los Ángeles. En la Universidad de Boston, recorría el kilométrico campus de la ciudad de punta a punta. Acepté un trabajo como escritor y editor en Knoxville, y ahí conocí a la que ha sido mi esposa desde hace 36 años. Tuvimos tres hijas, y yo las tiraba en la piscina y jugaba a ser Papá Tiburón en la playa. Profesionalmente, escribí y edité numerosas publicaciones, y fui coautor y editor de dos libros de viajes. Con un amigo, fundé una empresa de comunicación y mercadeo, y viajé por el Sur y el Medio Oeste, haciendo presentaciones y cerrando tratos.

Pero cuando tenía 53 años, todo se vino abajo. Fue entonces cuando se me empezaron a doblar los pies y de repente necesitaba una silla de ruedas para desplazarme. Mi agencia de mercadeo me pagaba un sueldo de seis cifras, pero ya no podía viajar. Le vendí a mi socio mi mitad del negocio por $1 y tuve que jubilarme por discapacidad.

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Jubilación inesperada

No solo fue un golpe para mis finanzas en mis mejores años de ingresos, sino también para mi ego y mi identidad. Mi esposa, escritora independiente, se convirtió en el principal sostén de la familia. (Yo ayudaba, con los pagos por incapacidad del Seguro Social). Me sentía culpable y avergonzado por hacerla cargar con eso, pero no teníamos elección, y ella no se quejaba.

En los dos años siguientes me fusionaron los tobillos para que los pies volvieran a estar planos y pudiera andar con bastón. Eso fue el comienzo de una feroz tormenta de operaciones. Me reconstruyeron las dos rodillas, los dos hombros y me redujeron el estómago con cirugía bariátrica para tratar el aumento de peso provocado por el sedentarismo. Aunque las operaciones me estabilizaron las articulaciones, la osteoartritis de todo el cuerpo me dejó con un dolor crónico paralizante. Y entonces apareció la depresión. Con la jubilación, había perdido mi sentido de propósito, de identidad y relevancia.

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Cuando pasé de los 50 a los 60 años, experimenté una década de indiferencia. Traté de seguir escribiendo y escribí una novela inédita (y probablemente impublicable). Pasaba los días mirando Ellen y programas deportivos.

Luego, en mi cumpleaños número 63, una de mis hijas me dio una tarjeta de regalo de Amazon, que convertí en un teclado Bluetooth para mi fiel iPad. Me cambió la vida literalmente. Ahora podía sentarme en mi La-Z-Boy y escribir durante el limitado tiempo diario que me permitía el dolor. Tomaba notas para un libro que recogiera lo que había aprendido sobre la escritura y la edición a lo largo de mi carrera, y con ello llegó un renovado propósito. Autopubliqué el libro en Amazon y empecé a escribir ensayos personales sobre el dolor, la salud, la jubilación... varios han sido publicados. En resumen, inicié el retorno profesional que está en marcha mientras escribo estas palabras.

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He aquí algunas cosas que he aprendido por el camino.

Escribe. Para mí, la escritura cura el cuerpo y el espíritu. Todavía tengo dolores intensos, pero conservar mi oficio me alegra y me distrae. Resulta que soy un escritor profesional, pero todos tenemos historias de vida que contar. Comparte la tuya en papel real o virtual, audio o video. Consejo de expertos: lee mucho para escribir mejor.

Habla al respecto. Las personas quieren ayudar. Acude a un ser querido, a un amigo o un profesional y habla de lo que sientes. He visto a un consejero semanalmente durante años. Hablar francamente me llevó a una perspectiva más brillante.

Reformula. A veces necesitas las herramientas adecuadas para fortalecerte literalmente. No te preocupes si no dominas la tecnología, lánzate y prueba aplicaciones en tu teléfono inteligente o aprende a utilizar herramientas del mundo real, como un torno. Mi hermano se compró uno tarde en la vida y se ha dedicado a trabajar la madera. Tallaba tazones en el torno y los regalaba en fiestas y cumpleaños: eso le ha dado un enorme placer.

Ve por una victoria. Escribir revivió mi espíritu competitivo. Tal vez no seas tan competitivo, pero a todos nos gusta ganar. Encuentra algo que se te dé bien y practícalo. Busca la fruta que cuelgue más bajo, como reforzar tu lista de vida de avistamiento de aves. No olvides celebrar lo que has logrado.

Haz las cosas con propósito. Jubilados o no, se necesita tener un propósito en la vida. Además de estar ahí para mi familia, mi renovada misión es recoger mi experiencia y utilizarla para inspirar a otros. Puede que te cueste encontrar lo que te satisfaga. Prueba pasatiempos: un propósito no tiene por qué significar un reinicio profesional como el que yo estoy intentando. Si no sabes qué hacer, busca oportunidades en lugares como la iglesia y las organizaciones locales de voluntarios para mostrar y compartir lo que sabes.

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