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¿Por qué sufrimos reflujo gastrointestinal?

Qué alimentos evitar y cómo podemos aliviarlo.


spinner image Jarra de cerveza con un pretzel, salchicha y otros alimentos procesados encima de una mesa.
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¿Quién no ha sentido alguna vez esa molestosa sensación de vinagrera o acidez que acompaña a una indigestión? Generalmente sucede después de comer algún platillo muy sazonado o ciertos tipos de alimentos como los tomates o comidas grasosas, sobre todo si se combinan con café o alcohol. Una sal de frutas o simplemente el evitar comer esos alimentos hace que las molestias desaparezcan y no se presenten más.

Pero si esos síntomas continúan y aparecen por lo menos dos veces por semana, durante varias semanas y alteran nuestra rutina de alimentación, ya el panorama cambia y podríamos estar frente a la enfermedad por reflujo gastroesofágico (GERD por sus siglas en inglés).

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Cómo es el proceso de digestión

Para entender este problema es importante recordar la anatomía del aparato digestivo. El alimento que deglutimos baja al estómago por un tubo muscular llamado esófago que puede ser considerado como una carretera de un sola vía: solo de bajada, nunca de subida. El estómago es una bolsa que recibe lo que comemos y bebemos y segrega un poderoso ácido para digerir los alimentos. El estómago tiene dos puertas, una de entrada (en su unión con el esófago) y una de salida (en su unión con el duodeno o intestino delgado). Ambas puertas se cierran fuertemente al iniciarse la mezcla de los alimentos con el ácido.

Si por alguna razón la puerta de entrada del estómago queda entreabierta, el contenido ácido e irritante del estómago “sube contra corriente” por el esófago y lo “quema”. Si este problema es diario, es fácil imaginarse que el esófago estará siempre irritado, produciéndose lo que se llama esofagitis de reflujo. Si esta condición dura mucho tiempo, puede ocasionar una severa forma de inflamación llamada esófago de Barret, la cual puede causar una forma muy agresiva de cáncer.

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Qué causa el reflujo y cuáles son los síntomas

Las causas del reflujo son muchas. Una de ellas está relacionada con una debilidad del músculo diafragma que divide el tórax del abdomen. En esta condición, llamada hernia hiatal, el estómago se desplaza al tórax, junto al corazón. Otras causas son la obesidad, el embarazo, el alcohol, el cigarrillo y algunas medicinas contra el asma, bloqueadores de canales de calcio, antihistamínicos, antidepresivos y sedantes.

Los síntomas del reflujo gastroesofágico son: tos seca constante, ronquera, cambios de voz y dolor de garganta (porque el ácido irrita la garganta y las cuerdas vocales) y “silbidos de pecho”, asma y frecuentes neumonías (porque el ácido puede pasar a los pulmones).

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Una mención especial, como síntoma del reflujo gastroesofágico, la merece el dolor de pecho. Este síntoma puede confundirse mucho con un ataque al corazón y motivar visitas innecesarias a las salas de emergencia. Por otro lado, ¿cuántas veces una persona que está teniendo un verdadero ataque cardiaco no le presta atención porque piensa que es una indigestión o acidez?

El reflujo gastroesofágico es una de esas condiciones que un buen doctor diagnostica interpretando los síntomas luego de conversar con el paciente. Si es necesario, puede hacerse una gastroscopia —examen en el cual un tubo iluminado es introducido a través de la boca para ver el esófago y el estómago—.

Cómo aliviarlo

Debes visitar al médico cuando los síntomas se presentan dos a tres veces por semana y el primer paso es cambiar el estilo de vida. Esto incluye perder peso si fuera necesario, no irse a la cama con el estómago lleno (comer tres horas antes de acostarse a dormir), modificar la cabecera de la cama para dormir semisentado (solo usar almohadas no ayudará) y comer varias comidas pequeñas durante el día en vez de comer tres comidas abundantes.

Si no hay alivio, existen varias medicinas que se pueden emplear. Desde antiácidos que se venden sin receta como Maalox, Mylanta, Rolaids, y Riopan hasta medicamentos llamados bloqueadores de histamina 2 que impiden la producción de ácido en el estómago. Algunos ejemplos de este tipo de medicinas son la cimetidina (Tagamet HB), famotidina (Pepcid AC), nizatidina (Axid AR), y ranitidina (Zantac 75). Es importante no usar estos medicamentos por mucho tiempo sin ver al doctor porque pueden enmascarar una enfermedad grave como el cáncer del esófago o del estómago.

Un grupo de medicamentos más modernos son los llamados inhibidores de la bomba de protones como el omeprazol (Prilosec, Zegerid), lansoprazol (Prevacid), pantoprazol (Protonix), rabeprazol (Aciphex), y esomeprazol (Nexium), los cuales solo están disponibles con una receta médica. El omeprazol y el lansoprazol también se venden sin receta.

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