Vida Sana
Mientras iba sentada en un tren hacia Manhattan, esperaba la llamada de mi esposo. Él estaba en el médico, esperando los resultados del estudio por resonancia magnética para decidir si debía operarse por un desgarro en los isquiotibiales.
“Es bastante grave”, dijo sobre la lesión que sufrió haciendo deporte. “El músculo se desprendió completamente del hueso y tienen que volver a unirlo lo antes posible. Además, el nervio también está desgarrado”. Intentó sonar despreocupado en la última parte, pero oí la preocupación. “Necesitan un cirujano especializado...”. Cerré los ojos al oírlo decir “... evitar la parálisis”.
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Imaginé la frustración y la impotencia que sentiría al pasar ocho semanas en casa con muletas, incapaz de llevar una taza de café a la mesa. Mi esposo no estaba preparado para ningún tipo de reclusión. Habría semanas inevitables de cuidados, los “gracias” se irían desvaneciendo... una receta infalible para el resentimiento mutuo. Faltaban tres semanas para la boda de nuestra hija. Intenté imaginarme cómo sería el “primer baile” con su padre en muletas y cómo podría hacer para que ella no se sintiera tan decepcionada. Pude mantener un tono moderado.
Cómo procesar el trauma
Jennifer Guttman, que tiene 56 años y vive en Pleasantville, Nueva York, es psicóloga clínica y autora de Beyond Happiness. Ella define un acontecimiento traumático como todo incidente que causa efectos negativos duraderos en el bienestar físico, emocional, social o espiritual de una persona. “Hay medidas que puedes tomar para ayudarte a superar el trauma, procesarlo, tranquilizarte y llegar al otro lado”, explica. Estos son algunos de los consejos de Guttman.
Habla mucho con tus amigos y familiares. Cuanto más hables, más trabajará el cerebro para procesar el trauma.
Dedica tiempo al cuidado de ti mismo. Tu sistema nervioso está conmocionado al máximo, así que dedica tiempo para cuidarte con cualquier actividad que te reconforte.
Evita las sustancias nocivas. Si bien el consumo de sustancias puede suponer una evasión temporal, en realidad prolonga el proceso de recuperación.
Delega tareas a otras personas. Apóyate en quienes te rodean para poder dedicarte a sanar.
Quédate en el presente. Utiliza técnicas de atención plena, meditación, arteterapia o ejercicios de arraigo para estar en el ahora en vez de revivir el acontecimiento traumático.
Recurre a un profesional. Si los sentimientos negativos se intensifican, acude a un médico o un terapeuta.
Al procesar la noticia de la operación y los posibles riesgos, imaginé la peor de las situaciones. Esta técnica siempre había dado resultado: convertir mentalmente lo “malo” en algo pequeño mientras me alejaba del momento para ver el panorama general, el paso del tiempo y el hecho de que esta sería una historia que contaríamos al cabo de unos cuantos años.
Sin embargo, ocurrió algo inesperado. Al intentar profundizar en busca de “más”, llegué al fondo de mi reserva. Pero no solo lo sentí, sino que lo toqué, como si golpeara una roca con una pala. Sin duda has oído hablar del “tanque de reserva”, uno de esos términos de automovilismo que se utilizan para referirse a las personas —sobre todo los cuidadores— que están programadas para seguir siempre adelante. Solo hay que apretar un poco más el tubo, nos dicen, y saldrá más energía.
No puedo estar sentada en esa sala de espera. No puedo volver a hacerlo ni física ni mentalmente. La idea surgió en mi mente, totalmente formada. Mientras miraba el horizonte cada vez más cerca desde el tren, tuve una sensación repentina de náuseas y me quedé sin aliento. El corazón me palpitó con fuerza y me recorrió una descarga de adrenalina, similar a la que había sentido cuando mis hijos se caían por las escaleras o cuando un automóvil se desviaba hacia nuestro carril y por poco nos pegaba. De pronto se me electrizó el cuerpo, inundado de una especie de estímulo aterrador que no podía controlar.
Un acontecimiento transformador
Hace dieciocho años, en el 2006, viví mi primer gran suceso traumático cuando mi esposo resultó herido en Irak mientras cubría las noticias de la guerra para ABC News. Una mañana temprano sonó el teléfono, y recibí la noticia de que una bomba situada al borde de la carretera había impactado contra su vehículo. Con cuatro hijos pequeños, mi vida se precipitó a un auténtico infierno. Respondí con lucidez y una serenidad glacial mientras tomaba decisiones y viajaba en avión al hospital militar de Alemania. No habría tiempo para quebrarse ni para afligirse durante meses, ni siquiera años. Mi esposo tuvo que someterse a varias operaciones para salvar su vida y estuvo en coma durante cinco semanas. Estuve sentada junto a su cama en Washington D.C. durante semanas, esperando que despertara para ver lo que quedaría del hombre con el que me había casado. Poco a poco, con mucho apoyo, nuestra familia comenzó a sanar. Y después de un largo período de rehabilitación, la recuperación de Bob fue casi milagrosa.
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