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La gente me critica por ingresar a mi madre en un hogar de ancianos. Están equivocados

Una hija sabe que su madre está más feliz y saludable, pero encuentra difícil responder a los reproches de los demás.


Hija ingresando a su madre en un asilo
Vidhya Nagarajan

Los editores pidieron a los miembros del Grupo de conversación para cuidadores familiares, de AARP, (en inglés) y a otros cuidadores que enviaran preguntas apremiantes que les gustaría que el terapeuta familiar y psicólogo clínico Barry Jacobs contestara en su columna de temas de cuidado. Jacobs abordó este delicado tema.

P: Tomamos la decisión de ingresar a nuestra madre en un hogar de ancianos, con la aprobación de otros familiares cercanos que la conocen bien. Sin embargo, me cuesta lidiar con aquellos que dicen, "Yo jamás podría hacerle eso a mi madre". Mi madre es feliz, se relaciona con los demás e incluso está más saludable, ya que el personal de enfermería y el médico que la visita semanalmente supervisan su cuidado mucho mejor que cualquiera de nosotros. Aun así, no puedo evitar ponerme a la defensiva, aunque esto es mucho mejor para ella.

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(Carta editada por motivos de espacio y claridad).

Jacobs: Es comprensible que reacciones en forma defensiva. Las personas hacen comentarios críticos sin pensar y sin considerar el daño que están causando. Pueden saber poco sobre los hogares de ancianos aparte de lo que han escuchado, pero no entienden la situación de tu madre y lo que ella necesita. Como psicólogo, yo diría que se están distanciando instintivamente de tu situación porque contemplarla e identificarse demasiado contigo les provoca ansiedad. Pero como un excuidador, que sufrió mucho al decidir internar tanto a mi madre como a mi padrastro en hogares de ancianos hacia el final de sus vidas, estos críticos insensibles me exasperan.

A ningún cuidador le gusta que se cuestionen sus decisiones sobre el cuidado. Eso es especialmente cierto en el caso de la dolorosa decisión de colocar a un ser querido en un hogar de ancianos. Las razones son muchas.

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Opiniones demasiado generalizadas y extremas

Los hogares de ancianos no son perfectos. La pandemia sacó a la luz la escasez de personal y los desafíos con el control de infecciones que son habituales en muchos centros. Incluso antes de la pandemia, la reputación de estos centros era, en el mejor de los casos, mixta. Como sucede en cualquier lugar que no es el hogar de una persona, algunos residentes, como tu madre, serán felices; otros nunca lograrán serlo, sin importar lo excelente que sea el centro. Y la calidad de la atención puede variar de un lugar a otro.

Las percepciones de las personas sobre los hogares de ancianos, sin embargo, pueden ser radicalmente extremas. "El médico dijo que mi padre necesita la supervisión durante las 24 horas del día que brinda un hogar de ancianos, pero no lo abandonaré en uno de esos nidos de víboras", escuché decir a un cuidador hace años. Un antiguo paciente se refirió al hogar de ancianos de su condado como un "cementerio de elefantes", es decir, el lugar al que te envían a morir.

En mi opinión, sus puntos de vista son demasiado generalizados y presentan un panorama excesivamente sombrío. La lógica simple detrás de estas opiniones parece ser: los hogares de ancianos siempre son malos. Cuidar de alguien en su propio hogar siempre es bueno. Se deben ignorar todas las consideraciones sobre las necesidades específicas de la persona que recibe la atención y las limitaciones del cuidador. No se tolerarán excepciones.

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La autocrítica del cuidador

La inseguridad y la autocrítica de los cuidadores son otros motivos importantes por los que se ponen a la defensiva cuando son confrontados sobre la decisión de ingresar a un ser querido en un hogar de ancianos. Escuchar a otros cuestionar sus decisiones de cuidado valida sus temores más profundos sobre sí mismos.

Muchos se preguntan: ¿Estoy descuidando mis obligaciones hacia mi ser querido? O incluso: ¿Estoy abandonando a alguien que se ha convertido en una carga para mí? Pueden creer que están traicionando a la persona a la que cuidan, especialmente si alguna vez prometieron nunca ingresarla en un hogar de ancianos. La culpa que sienten por romper esa promesa sagrada y desterrar para siempre a su ser querido puede ser abrumadora.

Alinear los servicios con las necesidades

Los planes de cuidado más efectivos, en cambio, no se basan en opiniones personales rígidas, sino que se esfuerzan por adaptar los servicios disponibles a las necesidades de la persona que recibe el cuidado. Si la persona a la que cuidas corre riesgo de caerse, puedes conseguir un andador, instalar barras de agarre en el baño y llevarla a fisioterapia. Si ya no puede ducharse, asearse y alimentarse por sí misma, tal vez contrates a un asistente de cuidado personal para que la ayude.

Supongamos que necesita cuidado las 24 horas del día a causa de problemas físicos, confusión significativa con comportamientos disruptivos o la necesidad de supervisión médica constante. En ese caso, podrías considerar un hogar de ancianos, que dispone de personal de enfermería y apoyo las 24 horas, como el entorno más apropiado y seguro para tu ser querido.

Aprovecha las oportunidades para educar

Entonces, ¿cómo deberías lidiar con quienes critican los hogares de ancianos y, por extensión, a ti? Es tentador responder con brusquedad, "¿Qué sabes tú sobre los hogares de ancianos?". Tal respuesta puede silenciar momentáneamente a la otra persona, pero no cambiará su opinión ni mejorará su juicio sobre ti. (Lo más probable es que te juzgue con más dureza). Una mejor opción es hacer uso de lo que los educadores llaman un "momento apropiado para el aprendizaje".

Se trata de aprovechar la oportunidad que brinda esa persona para compartir información sobre los hogares de ancianos que quizás no conozca, así como tus percepciones más positivas sobre lo que consideras una opción esencial para las personas frágiles que requieren cuidados. En lugar de ponerte a la defensiva, respóndele con amabilidad y dulzura: "Me alegra que lo hayas mencionado. Muchas personas tienen opiniones negativas sobre los hogares de ancianos. Es probable que yo también pensara así antes. Pero ahora ya no. La experiencia de mi madre ha cambiado totalmente mi forma de pensar".

Esta defensa del cuidado en los hogares de ancianos, basada en la experiencia directa de tu familia, con suerte hará que la persona cuestione sus suposiciones precipitadas. Seguidamente puedes plantear los siguientes puntos:

  • Al ser centros residenciales estructurados con actividades programadas —como comidas y tiempo para escuchar música en grupo— los hogares de ancianos ofrecen más estimulación social de la que normalmente reciben las personas en su hogar, donde pueden estar sentadas frente al televisor todo el día. Las investigaciones han demostrado que una mayor estimulación social ayuda a conservar las habilidades de pensamiento y promover el estado de ánimo en general. No es de extrañar que digas que tu madre es más feliz.
  • La constante supervisión de los residentes en los hogares de ancianos por parte de los auxiliares de enfermería, quienes cuentan con el respaldo de enfermeros titulados y directores médicos —generalmente geriatras— significa que las personas a su cargo tienen menos caídas, úlceras de decúbito y emergencias médicas. Eso también puede explicar por qué tu madre goza de mejor salud.
  • Ya que el personal del hogar de ancianos proporciona toda la atención directa que los residentes necesitan, como vestirlos o cepillar sus dientes, cuando los cuidadores familiares visitan a sus seres queridos, pueden limitarse a ser hijas e hijos afectuosos, en lugar de auxiliares de enfermería. No están eludiendo sus obligaciones; su principal deber era, y sigue siendo, asegurarse de que su ser querido reciba una atención adecuada. Y no han dejado de ser cuidadores; han asumido una función diferente en el cuidado.

Has tomado la decisión correcta para tu madre. También fue la elección correcta para la mía. El último año que vivió en su apartamento, se caía con frecuencia y fue hospitalizada tres veces por fracturas. Ya no era seguro para ella seguir viviendo como antes. Organizar su traslado a un hogar de ancianos —donde nunca volvió a caerse ni regresó al hospital— fue la decisión más compasiva que pude tomar como su hijo y cuidador principal. Ocho años después de su muerte, sigo sin arrepentirme.

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