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Huellas dactilares. Placas de identificación.
Así es como los críticos de la década de 1930 del recién establecido sistema de Seguro Social afirmaron que el programa federal de beneficios de jubilación rastrearía a los trabajadores estadounidenses.

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Fue en su mayoría exageración política. Pero idear una forma aceptable de identificar individualmente a los millones de trabajadores que pagarían y, finalmente, cobrarían el Seguro Social (en inglés), resultó ser un desafío tan grande que incluso el hombre asignado para hacerlo pensó que era imposible.
"Nadie en el mundo había hecho nunca una tarea tan grande como esta. Tuvieron que inventarlo sobre la marcha", dice Nancy Altman, presidenta del grupo de defensa Seguro Social Works y autora de The Battle for Social Security (La batalla por el Seguro Social), una historia del programa. "La idea de asignarles números a tantas personas era un trabajo enorme. Y tenían que hacerlo de inmediato".
El resultado fue el número de Seguro Social de nueve dígitos, o SSN, una solución innovadora tan sólida que no solo ha sostenido el vasto sistema del Seguro Social, sino que también se ha extendido a otras agencias del Gobierno y al sector privado, convirtiéndose en la identificación nacional de facto.
"Definitivamente, fue ingenioso", dice Rahul Telang, profesor de sistemas de información en la Universidad Carnegie Mellon. "De una manera muy simplista, pudieron llegar a un número que era realmente sólido".
Cómo sucedió esto es una historia de intriga política, dedicación burocrática, un consultor de gestión en gran parte olvidado y un archivo de datos con el odioso nombre de Numident. Es una historia que aún se está escribiendo, ya que la evolución del SSN como la llave maestra de nuestras vidas financieras lo convierte en una herramienta potente para estafadores y ladrones de identidad que eventualmente podría dar paso en algunos ámbitos a identificadores biométricos como... huellas dactilares.

Filibusteros y alarmistas
El presidente Franklin D. Roosevelt firmó la Ley del Seguro Social el 14 de agosto de 1935. La ley estableció un plazo hasta enero de 1937 para comenzar a cobrar impuestos de nómina de los primeros 26 millones de trabajadores cubiertos por el programa. Eso le dio a la Junta del Seguro Social, el precursor de la actual Administración del Seguro Social (SSA), menos de un año y medio para contratar a miles de empleados, crear una red nacional de oficinas y descifrar los muchos detalles del programa desde cero.
Lo más importante de todo fue encontrar una manera de rastrear con precisión los ingresos de las personas a lo largo de sus vidas laborales y almacenar esa información de una manera que permitiera una recuperación rápida y fácil. Eso requeriría una forma universal de identificación, algo que los estadounidenses nunca habían tenido.
El trabajo se complicó por la política. El discurso obstruccionista del senador populista de Luisiana Huey Long bloqueó un proyecto de ley de presupuesto que incluía fondos iniciales para el Seguro Social. Roosevelt respondió transfiriendo dinero y personal de otros departamentos federales. Los republicanos, incluyendo a Alf Landon, el oponente de FDR en la contienda presidencial de 1936, despertaron sospechas de que el Seguro Social requeriría que los trabajadores usaran placas de identificación como las de los perros o que fueran identificados por sus huellas dactilares.
"Fue alarmismo", dice Altman.
La verdad es que se consideró la huella dactilar, pero se descartó rápidamente, aunque algunas agencias del Gobierno en ese momento usaban las huellas dactilares para fines de identificación, los funcionarios del Seguro Social temían que haría que la gente se sintiera como criminales. Simplemente usar nombres y direcciones era impráctico en una época en la que más personas compartían los mismos nombres convencionales.
Según Altman, la junta calculó que había cientos de miles de trabajadores en todo el país con apellidos comunes como Smith, Jones, Brown y Miller. "Necesitarías saber dónde trabajan todos estos John Smith, y cada semana tendrías que ingresar cuánto había ganado cada uno de ellos", dice ella.
Se necesitaría algún tipo de código. El primer intento fue una cadena de ocho caracteres, tres letras seguidas de cinco números, según un artículo de investigación de la SSA del 2009 (en inglés) sobre el proceso. Esto ofrecía cientos de millones de combinaciones potenciales, pero tenía una limitación importante: pocas de las máquinas estadísticas que se usaban en ese momento —básicamente, computadoras análogas que analizaban permutaciones de números—, podían procesar letras.
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