Vida Sana
En la primera mitad de este año, los precios aumentaron gradualmente y luego subieron drásticamente. En junio, el índice de precios al consumidor aumentó hasta alcanzar un 9.1% más que el año anterior, siendo el alza de 12 meses más pronunciada en 40 años. Luego, en el mes de agosto los costos de los alimentos, la vivienda y la atención médica siguieron creciendo. No es fácil mantener la calma cuando las necesidades básicas como los alimentos y el alquiler son tanto más costosas de lo que eran hace poco tiempo. Sin embargo, si analizamos la inflación en el marco de una perspectiva a largo plazo, tal vez aplaque algunas de tus inquietudes. Aquí presentamos las respuestas a algunas de las preguntas más apremiantes sobre lo que acaba de suceder y lo que podría ocurrir a continuación.
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¿Qué causa la tasa de inflación alta de hoy día?
Hay varios culpables, siendo el más reciente la guerra en Ucrania, que hizo subir el precio de los alimentos y el combustible en todo el mundo. Pero el ciclo alcista actual comenzó con la COVID-19. La pandemia no solo paralizó por completo la economía mundial, cuando los gobiernos restringieron la circulación y las poblaciones se refugiaban en sus casas, sino que también creó problemas masivos en lo que se conoce como la cadena de suministro mundial; es decir, las personas y los procesos que intervienen en la fabricación, el transporte y la distribución de bienes a las empresas y hogares que los necesitan. Las fábricas cerraron, las materias primas y los productos terminados quedaron varados en los puertos y las entregas a las tiendas eran erráticas. Cada vez fue más difícil para las empresas gestionar el inventario de productos a medida que los consumidores cambiaban sus hábitos de compra, agotando mercaderías como papel higiénico y bicicletas, y rechazando servicios como cenas en restaurantes, boletos de cine y viajes en avión. Como consecuencia, se produjo una escasez de los productos que deseaban comprar los consumidores.
Y ciertamente estábamos ansiosos por comprar cosas, incentivados por la asistencia del Gobierno que volcó $5 billones en la economía nacional —$2 billones de los cuales se pagaron directamente a los individuos y las familias— con la esperanza de mantener a raya un desastre causado por el comercio congelado y las altas tasas de desempleo. “Entrégale a la población $2 billones y van a querer comprar cosas”, dice Barry Ritholtz, presidente y director ejecutivo de inversiones de Ritholtz Wealth Management en Nueva York.
En resumen, la demanda aumentó vertiginosamente mientras que la oferta se desplomaba. Y cuando eso ocurre, los precios suben de manera igualmente drástica.
¿Por qué nos inquieta tanto la inflación?
En gran parte se debe a que no hemos tenido que pensar seriamente en ella durante muchos años. “Durante largo tiempo, no había inflación y nadie hablaba del tema”, explica David Wessel, director del Hutchins Center on Fiscal and Monetary Policy de Brookings Institution. Pero repentinamente el año pasado, los precios de los alimentos, la energía, la vivienda y todo lo demás empezaron a dispararse. Lo inquietante no es solo la magnitud de los precios en alza, sino también la frecuencia con la que enfrentamos esos aumentos: cada semana al ir al supermercado y cada día al pasar por una gasolinera. “No hay nada que enfurezca más al consumidor que el precio de la gasolina”, comenta Wessel.
¿Quiénes son los más afectados?
No es ninguna sorpresa: los que ganan menos ingresos y los que apenas llegan a fin de mes. “Si no tienes el ingreso disponible para seguirles el ritmo a los aumentos, la vida es muy difícil”, dice Collin Martin, especialista en ingresos fijos del Schwab Center for Financial Research.
Los jubilados están protegidos en cierta medida porque los pagos del Seguro Social están indexados a la inflación. Pero como los ajustes se implementan anualmente, ha habido un retraso frente al alza constante de precios. El aumento del 5.9% que apareció en los cheques del Seguro Social de enero se basó en las cifras de la inflación del tercer trimestre del año pasado. Las estimaciones actuales del ajuste del 2023 varían entre el 8 y el 11%.
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