Vida Sana
Cuando las acciones se derrumbaron en marzo, ¿por qué nos sorprendimos? Los mercados caen de vez en cuando. Esta es la séptima crisis bursátil que cubro como periodista, sin contar varias caídas menores de tanto en tanto.
Emocionalmente, todas afectaron a los inversionistas del mismo modo: se agita la respiración, se acelera el pulso y nos reprendemos por haber sido tan optimistas con respecto a las acciones la semana anterior. El estrés obstaculiza el pensamiento racional. Nos olvidamos de que, después de la caída, es tarde para vender. Que pasar a certificados de depósito hará que las pérdidas sean permanentes. Que el mercado bursátil, en promedio, siempre —¡siempre!— se ha recuperado y ha alcanzado valores más altos.
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A menudo, después de un derrumbe, corremos tras nuevas ideas de inversión que —imaginamos— nos mantendrán seguros la próxima vez. Normalmente no es así porque, para ser perfectamente franca, las acciones nunca son seguras. La seguridad no es parte de su naturaleza. Pero desde comienzos de siglo, algo cambió: los inversionistas migraron hacia los fondos indexados de acciones. Si se usan correctamente, estos fondos pueden ayudar a navegar la crisis actual y otras crisis futuras con mayor estabilidad y confianza. Antes de que explique por qué, repasemos un poco la historia.
50 años de altibajos
El índice S&P 500 —un barómetro común del mercado bursátil de Estados Unidos— cayó un 20% o más en seis ocasiones en los 50 años previos al 2020. Esos mercados bajistas, duraron aproximadamente 16 meses.
Comenzaré con las cincuenta acciones más destacadas de las décadas de 1960 y 1970. Un grupo de 50 empresas de primera categoría conocidas como las "Nifty Fifty" que supuestamente podían permanecer en pie sin importar cuánto pagaras por sus acciones. El colapso del mercado en 1973-74 destrozó esa ilusión. Las acciones cayeron un 48%; la mayoría de las acciones de este grupo cayeron aún más. Algunas se recuperaron, si bien con lentitud. La obsesión de los inversionistas con empresas que habían sido fuertes, como S. S. Kresge, Polaroid y Simplicity Pattern, se enfrió.
En la década de 1980, saqueadores corporativos irrumpieron en la escena y reorganizaron las empresas tradicionales para crear “valor para los accionistas” y acciones de adquisición de compañías populares. Empresas precarias hallaron financiación para sus ambiciones de rediseño corporativo en el floreciente mercado de los bonos basura. Genios matemáticos idearon el “seguro de cartera”, un plan computarizado que supuestamente garantizaba la seguridad del dinero vendiendo al primer indicio de una caída del mercado.
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