Vida Sana
Hace unos meses, Sonia Nofziger, de 59 años, recibió un correo electrónico que parecía ser del nuevo director general de la pequeña empresa tecnológica de Filadelfia en la que trabaja: “Hola, ¿podrías hacerme un encargo antes de que tenga que salir a una reunión? Mándame tu número de móvil. Gracias. Kevin“. Ella no lo pensó dos veces antes de enviarle su número por correo electrónico, aunque el mensaje venía de una cuenta personal de Gmail. “Él solo llevaba trabajando con nosotros cinco o seis semanas”, explica, “y no lo conocíamos bien, porque trabaja a distancia”.
Entonces “Kevin” le envió un mensaje de texto pidiéndole un favor: tenía que comprar tres tarjetas de regalo de Apple de $100 para una organización benéfica. ¿Podría ella hacerle el favor de comprarlas? Él se las pagaría. “Me pareció un poco raro, pero pensé: ‘Está bien, lo voy a hacer’”, dice. Él le pidió los números que aparecían en el reverso de las tarjetas para poder enviárselos a la organización benéfica. Luego, le pidió otras dos tarjetas más, dice ella, “e, incluso entonces, no pareció tan raro”.
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Pero cuando se lo pidió una tercera vez, “esa fue la alerta de que algo no estaba bien”. Ella bloqueó su número, pero siguió recibiendo mensajes de otros números: “¿Dónde estás? ¿Por qué no haces lo que te pido?”.
Nofziger, prima de Amy Nofziger (en inglés), la directora de Apoyo a las Víctimas de la Red contra el Fraude, de AARP, perdió $1,200 en esta trampa, a la que Amy se refiere como una estafa del tipo “hazme un favor”.
“En cierto modo acuñamos el término”, explica, “porque eso es lo que dicen al principio. A lo mejor dicen: ‘¿Cómo estás? ¿Cómo está la familia?’. Y luego: ‘¿Puedes hacerme un favor? Ve a comprar estas tarjetas de regalo. Yo te las pago. Solo tienes que tomar fotos del frente y del reverso de la tarjeta y mandarme las fotos’”.
La experiencia de su prima no es excepcional, añade Amy: “Muchas de estas empresas tienen directorios en línea de sus empleados. [Los delincuentes] pueden ver quiénes son los jefes y quiénes son los empleados. Saben que ahí hay una dinámica de poder”.
A veces piratean el correo electrónico de alguien y así el pirata tiene acceso a sus contactos. La petición del favor puede llegar a través de las redes sociales o de un mensaje de texto, y el delincuente puede hacerse pasar por un amigo, un familiar o un colega (en inglés), cualquier persona en quien normalmente confíes.
Sonia notificó el incidente al presidente de su empresa y pronto descubrieron que otros empleados también habían sido víctimas. Desde entonces, se les ha dicho a todos los empleados que nadie de la empresa les pedirá nunca que compren tarjetas regalo.
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