Vida Sana
La enfermedad de Parkinson se suele identificar con uno de sus síntomas más frecuentes: el temblor. Sin embargo, con el tiempo hemos aprendido que vivir con este trastorno neurológico implica mucho más que controlar el movimiento. La enfermedad puede afectar todo, desde la salud mental hasta la memoria, el nivel de energía y mucho más. Puede ser muy angustiante.
“El Parkinson puede ser aterrador [y] traumático”, señala Gregg Hummer, de 66 años. Trabajaba en una mina subterránea de plata y ahora es profesional de ventas, y recibió el diagnóstico de Parkinson en el 2014. “Pero se puede disfrutar de una vida plena con esta enfermedad”.
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Descubre cómo es posible: lee el testimonio de tres personas que comparten el modo en que la enfermedad de Parkinson ha transformado su vida.
Teresa Jackson, 60 años, Stephens City, Virginia
No lograba levantar las piernas
Para cuando Teresa Jackson acudió a la consulta médica en la que recibió el diagnóstico de Parkinson, ya hacía un año que notaba varios síntomas nuevos. Tenía dolor y rigidez en el hombro y la mano del lado izquierdo, y luego temblor en el mismo lado.
En un momento dado, se dio cuenta de que no podía colgar la ropa en un gancho. También empezó a tener problemas con las monedas: cuando un cajero le daba el cambio, Jackson no podía guardarlo en la billetera. Y en las videollamadas, su hija —que vivía en Irlanda del Norte— le decía que su teléfono se movía.
Cuando caminaba, “todo era muy deliberado”, recuerda Jackson. “Cuando me movía, lo hacía con mucha concentración”.
No obstante, “nunca pensé en la enfermedad de Parkinson”, afirma. Pero un día se empezó a preocupar por su movilidad. Le resultaba extraño, porque después de llevar 35 años en el sistema de atención médica, era de las personas que subían al cuarto piso por las escaleras, y no en ascensor.
“Me di cuenta de que simplemente no lograba levantar las piernas”, relata. “Era como si estuviera perdiendo la capacidad de moverme con rapidez o de bajar las escaleras corriendo. Y pensaba: ‘Si hubiera un incendio en este edificio, no sé si podría salir’. Así de difícil era bajar las escaleras”.
Cuando finalmente recibió el diagnóstico, se sintió no solo desconcertada, sino también poco preparada. Le dieron una receta y le dijeron que acudiera a una cita de seguimiento a los seis meses. Eso fue todo.
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