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Antonio Piñero

El cuidado de una madre en medio de una soledad abrumadora.

Antonio Piñero al lado de su madre, Juanita Félix

Christopher Gregory-Rivera

Antonio Piñero al lado de su madre, Juanita Nieves, en su casa en Naguabo, Puerto Rico.

A tres años del paso del huracán María, Antonio Piñero aún no borra de su memoria el devastador ciclón categoría 5 que azotó su casa y el resto de la isla en el 2017 con vientos que superaban las 150 millas por hora. “Fue horrible. Era un monstruo”, recuerda.

Para él, el embate del viento vino solo a complicar una situación ya delicada. Y, de paso, a sumirlo en una profunda soledad. Piñero, de 50 años y paramédico de profesión, decidió renunciar a su empleo en el 2015. Tenía que dedicarse a tiempo completo a cuidar de su madre, Juanita Nieves, de 76 años. No había opción a pesar del reto económico que significaba esta decisión.

“Mi madre viene primero”, dice Antonio.


Encuentra información y recursos para el cuidado de un ser querido en aarp.org/Cuidar


Antonio Piñero junto a su madre Juanita que está postrada en una cama

Christopher Gregory-Rivera

Como el principal responsable del cuidado de su madre, a Antonio Piñero le preocupa la posibilidad de no estar a su lado para atenderla.

Más allá de los retos diarios del cuidado, Antonio se preocupa por lo que pudiera pasar. Su propio futuro es un gran signo de interrogación. Sin carrera y sin ahorros, prefiere no pensar en lo que pasará de aquí a 10 años, cuando llegue a los 60. “A ver si llego”, dice medio en broma y medio en serio. Pero es su madre su principal preocupación.

“¿Quién la va a cuidar a ella? Le pido todos los días a Dios. Le digo: Señor, dame break. Es ahora estando uno y no hay nadie. ¡Imagínate! Cuando yo no esté, menos van a estar”.

“Yo lo que quisiera es que vinieran familiares y amigos más a menudo. No para que traigan algo. Se trata de la compañía. Ella se pone muy contenta”.

—Antonio Piñero
Antonio Piñero en el patio de su hogar

Christopher Gregory-Rivera

Antonio Piñero asumió el cuidado de su madre en el 2015. Desde entonces, y a medida que su mamá ha necesitado más cuidado, Antonio ha sentido cada vez más el peso de la soledad.

El cuidado en Puerto Rico

La ayuda que proporcionan los cuidadores familiares en Puerto Rico equivale a $4,000 millones al año.

—Instituto de Política Pública de AARP 

El camino de cuidador no ha sido fácil. El cuadro clínico de doña Juanita es complicado. Sufre ataques epilépticos, es diabética y tiene problemas emocionales. Poco antes del paso de los huracanes, doña Juanita perdió la movilidad como consecuencia de un tratamiento para una enfermedad renal. Como si no hubiera sido suficiente, semanas después de aquella tragedia personal, el otro hijo de Juanita y único hermano de Antonio murió.

La hermana de Antonio, Milagro Vicioso, vive en Nueva York hace más de 30 años y ayuda a la distancia. Pero con su hermana lejos y sin su hermano, en Antonio recae la responsabilidad de velar por su madre, que permanece postrada en una cama. Hoy en día se apoyan en los beneficios del Seguro Social y en la ayuda de Milagro. “Gracias a Dios yo tenía mis deudas saldadas y no debo la casa ni el carro”, dice Antonio. 

Foto familiar pegada de una puerta

Christopher Gregory-Rivera

Para doña Juanita Nieves, la mejor medicina es la presencia de su familia, como constata esta foto familiar a la vista en la pared de su casa en Naguabo, Puerto Rico.

Doña Juanita tiene la parte A de Medicare, que cubre hospitalización, pero no las otras partes del programa que cubren gastos médicos o servicios básicos. Muchas veces, Antonio se apoya en la ayuda de la comunidad. Así fue cómo logró conseguir medicamentos, agua y pañales para su mamá después de los huracanes, ya que la ayuda del Gobierno después de las tormentas fue desorganizada y muchas veces inexistente, recalca.

Antonio confiesa que él trata de sacudirse de los problemas diarios y de la soledad que inevitablemente lo ataca en este rol de cuidador. Las redes sociales lo ayudan. “Trato de olvidarme. Tengo un grupo de WhatsApp con compañeros de la escuela. Envío bromas y me desquito”, explica. La llegada de COVID-19 y las resultantes restricciones sociales solo han intensificado los retos del cuidado.

“Yo lo que quisiera es que vinieran” familiares y amigos más a menudo, dice. “No para que traigan algo. Se trata de la compañía. Ella se pone muy contenta y habla muchísimo con las visitas. Pero cuando se van, la carga es para mí. Cuando se marchan, se pone depresiva. Llora”.

El cuidado y el aislamiento

El aislamiento y la desconexión sociales son un problema creciente de salud en Estados Unidos. Un estudio del 2015 de Brigham Young University ampliamente publicado encontró que el aislamiento social prolongado es tan perjudicial como fumar 15 cigarrillos al día; más dañino que la obesidad. 

Además, un informe reciente basado en una encuesta nacional de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en junio 2020 sobre los tipos de problemas de salud mental que enfrentan las personas durante la pandemia encontró que casi el 31% de los cuidadores familiares no remunerados reportaron haber considerado seriamente el suicidio en los 30 días anteriores, en comparación con el 11% de los otros adultos que respondieron la encuesta y que no eran cuidadores. En el 2018, solo el 4% de los adultos encuestados tenía pensamientos de suicidio.

Nota del editor: Las entrevistas originales fueron adaptadas por la redacción de AARP en español para este formato.  

Esta galería de fotos forma parte de una serie sobre los retos de cuidar a nuestros mayores en Puerto Rico. A continuación, la lista de las historias: