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Qué pueden hacer los cuidadores para controlar las conductas de riesgo

Canaliza los impulsos peligrosos hacia la fisioterapia y otras actividades más seguras.


spinner image Cuidador ayuda a un hombre a caminar con muletas en un parque.
Robert Kneschke/EyeEm/Getty Images

Natalie estaba furiosa con su esposo, Sid, y creía que este se estaba adaptando mal a su enfermedad de Parkinson. "En cuanto me ausento de la habitación, se para y trata de caminar sin mi ayuda y sin usar el bastón", me dijo durante una sesión de psicoterapia. "Sé que intenta demostrarse a sí mismo, y de paso a mí, que sigue siendo independiente. Pero ¿no se da cuenta de que, si se cae, se hará daño y las cosas serán mucho peores para los dos?"

Asentí con la cabeza: la entendía perfectamente. Por mucho que solo intentara demostrar su valía, bastaba con que Sid arrastrara los pies, se tropezara con un pliegue de la alfombra y se cayera el suelo para que aquello terminara de forma catastrófica. Tal como han descubierto los célebres investigadores matrimoniales John y Julie Gottman, Sid tendría una relación matrimonial más satisfactoria con Natalie (y también correría menos peligros) si escuchara sus sensatos consejos.

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Pero en realidad yo también entendía perfectamente a Sid. Aunque no lo conocía personalmente, supuse que pensaba que pasar el día sentado le impedía mantener las piernas ágiles y fuertes para combatir la enfermedad de Parkinson. Su actitud me recordaba a un buen número de hombres cargados de dignidad a quienes sí había conocido personalmente y que, sin haber sido nunca sumamente temerarios, creían que su mejor forma de luchar era ser activos, no miedosos ni sedentarios.

En el fondo, me recordaba a mí mismo. Siempre que he tenido periodos de convalecencia (por ejemplo, tras sufrir una hernia discal grave), he hecho caso omiso de los consejos de mis médicos y las súplicas de mi esposa, y he seguido moviéndome. Un día me caí por las escaleras y tuve suerte de no romperme nada. Pero, al igual que muchos otros hombres testarudos, tenía que ponerme a prueba y tratar de demostrar que aún era capaz.

La terquedad masculina puede ser una buena fuente de motivación a la hora de superar o compensar los efectos de una enfermedad o discapacidad. Pero si ignoran los síntomas y llevan sus capacidades al límite, a menudo estos hombres se ponen en peligro y, además, asustan y enojan a sus cuidadores familiares. ¿Cómo pueden los cuidadores familiares ayudar a estos hombres a encontrar un equilibrio tolerable entre tomar precauciones y riesgos? He aquí algunas ideas:

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Evita fomentar la rebeldía

Hay hombres que, en cuanto alguien les dice que no pueden hacer algo, enseguida se empeñan en demostrar que sí pueden. Y cuanto más los sermonean los médicos y los regañan sus esposas, más temerarios son los riesgos que asumen. En lugar de desencadenar aún más este comportamiento de joven rebelde, lo mejor que pueden hacer las esposas es evitar el papel de madres y señalar en cambio que les corresponde a sus esposos actuar con buen juicio.

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Reconoce las emociones

La pérdida de libertad de movimientos y de destreza física supone un golpe para el ego de muchos hombres, independientemente de la edad. Y es probable que la pena y la rabia subyacentes que les provocan dichas pérdidas los empujen a romper las reglas. Si sus esposas pueden sacar a la luz esos sentimientos y ayudarlos a procesar el duelo juntos como pareja, es menos probable que sus esposos los exterioricen en forma de rebeldía.

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Reconoce los buenos impulsos

Un hombre herido que nunca intenta pararse de su sillón puede ser prudentemente precavido o estar hundido en la desesperanza. Los que intentan hacer algo demuestran al menos cierto coraje. Pero esa energía puede canalizarse para que demuestren de qué son capaces de una forma que se adapte mejor a sus circunstancias. Por ejemplo, el mismo impulso que lleva a muchos hombres a caminar sin ayuda cuando sus esposas no los ven es el que los empuja a dar lo máximo en los tratamientos de fisioterapia, a esforzarse por hacer sus ejercicios y maximizar el potencial de recuperación.

Considera tiempo para la aceptación

Los hombres necesitan tiempo (a menudo más de un año) para aceptar plenamente un diagnóstico médico difícil, como por ejemplo la enfermedad de Parkinson. Al principio, pueden tener tendencia a negarlo o minimizarlo. Y ponerse a prueba para demostrar sus capacidades forma parte de ese proceso. A veces es inevitable que sufran unas cuantas caídas y golpes bien merecidos para aprender por las malas la nueva realidad de sus limitaciones.

Eres su aliado, no su enemigo

Hay hombres que, incluso después de muchos meses, no pueden aceptar un diagnóstico y siguen canalizando sus frustraciones deficientemente: se niegan a aceptar los consejos de sus cuidadores familiares. Si es tu caso, recuérdale en cada oportunidad que sus luchas son también las tuyas. Caminan juntos y también caen juntos. Lo que le ocurre a uno afecta inmediatamente al otro. Asegúrale que la mejor manera de avanzar como pareja y como familia es apoyándose mutuamente para vivir lo mejor posible. El mejor bálsamo para curar a un hombre lastimado no es tu ira, sino tu consuelo.

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