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Tan-tan-ta-ta-tan-tan... Ya conoces la melodía.
Recientemente hice algo que no había hecho en 39 años: fui al cine mientras mi esposa estaba en el hospital.

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Ella ha estado hospitalizada en Aurora, Colorado, lejos de nuestro hogar en Montana, durante casi cinco meses, para someterse a dos cirugías que acabaron siendo 11.
En el hospital ves mucha televisión y sentí la tentación de hacer algo excepcional: dedicar tres horas para ir al cine y ver la última película de Tom Cruise, Mission: Impossible - The Final Reckoning". (Los amantes de Gilligan's Island lo entenderán).
Las enfermeras en la unidad posquirúrgica de cuidados intermedios dijeron, "Se está recuperando muy bien. Déjala en nuestras manos. No te preocupes. Tómate un descanso".
Y eso fue lo que hice.
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La última vez que fui al cine durante una de las cirugías de Gracie fue durante la Administración Reagan. Estábamos comprometidos. Era su 22ª intervención quirúrgica (según mi mejor estimación) y la primera para mí como su cuidador.
Ella se lesionó en un accidente de automóvil en 1983, antes de que nos conociéramos. Por aquel entonces, los médicos aún estaban luchando por salvar su pierna derecha. Finalmente perdieron esa batalla. Más tarde también perdieron la batalla por conservar su pierna izquierda.
Pero en esa época aún éramos jóvenes. Éramos optimistas.
Ya no somos jóvenes, y ella ha tenido 98 cirugías. Pero seguimos siendo optimistas, porque aún amamos la vida, incluso desde la unidad de cuidados intensivos.
Después de esa operación de 1986, el médico me dijo que todo había ido bien y que ella permanecería en la sala de recuperación por un tiempo. "No puedes verla todavía", me dijo. "¿Por qué no te tomas un descanso?"
Así que fui a ver una película.
Más tarde, me enteré de que alguien en nuestro círculo social comentó que mi comportamiento había sido negligente. Aparentemente, "tomar un descanso" en realidad significaba permanecer allí con aspecto cansado. Este tipo de comentarios inapropiados pueden atormentar a un nuevo cuidador.
Durante años, dejé que la vergüenza y el miedo a la desaprobación controlaran en gran medida mi labor como cuidador. Con el tiempo, aprendí a confiar en mis instintos y a ignorar las opiniones no solicitadas de personas mal informadas e indiferentes.
Si eres un cuidador, permíteme ahorrarte algunos disgustos:
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