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Soy la cuidadora de mi mamá de 90 años, pero aún quiero una vida. ¡Ayuda!

Consejos sobre cómo evitar sentirse 'atrapado' por las responsabilidades de ser un cuidador familiar.


Ilustración muestra una hija y su madre sentadas en el comedor dentro de una casa en forma de jaula de pájaros demasiada pequeña para la hija, que se ve restringida.
Cristina Spanò

Pedimos a los miembros del grupo de Facebook AARP Family Caregivers Discussion Group (en inglés) que enviaran preguntas urgentes que les gustaría que Barry Jacobs abordara en su columna de temas de cuidado (en inglés). El terapeuta familiar y psicólogo clínico abordó este tema polémico:

Me siento atrapada. En esta etapa de mi vida debería estar viviendo mis años dorados. Tengo 66 años, originalmente me jubilé a los 45, pero volví a trabajar a tiempo parcial para salir de mi casa. Mi madre, que tiene 90 años, ha vivido conmigo y mi esposo durante ocho años. No tiene ingresos, solo Seguro Social, por eso vive con nosotros. Ella me dice que tengo el deber de cuidarla, y tal vez tenga razón, ya que ella me crio. Estoy cansada, frustrada y quiero una vida.

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(Carta editada por motivos de espacio y claridad). 

Barry Jacobs: Primero digamos lo más obvio: has sido una muy buena hija con tu mamá. Ella ha podido contar contigo para obtener comida, refugio y compañía durante ocho años. Si tu madre no te está dando una gran palmada en la espalda por eso, entonces imagina a todos los lectores de esta columna enviándote su sincero aliento y quizás un cálido abrazo por todo lo que estás haciendo.

Lo que también es obvio es que tienes derecho a una vida. Todos tenemos ese derecho. Aunque muchos cuidadores indican que la "retribución" es una motivación principal para cuidar de un padre, ser hija no implica una servidumbre obligatoria que requiera un sacrificio total. No importa lo que tu madre pueda pensar que le "debes", ocho años es mucho tiempo para tenerla viviendo en tu casa. Es mucho tiempo para que tú y tu esposo renuncien a su privacidad. Es mucho tiempo para sentirte "atrapada".

Siempre es perturbador escuchar a un cuidador decir que se siente "atrapado". Hace que ser cuidador suene como una jaula con barras o una colonia penal para delincuentes exiliados. Ambas imágenes carecen del espíritu amoroso que es fundamental en el cuidado. Sin embargo, no es raro que los cuidadores se sientan atrapados. ¿Por qué? En parte, esto sucede siempre que los cuidadores están agotados y se sienten abrumados por la monotonía y el trabajo forzado de cada día. También ese sentimiento puede surgir cuando los cuidadores creen que no tienen opciones sobre el cuidado. Esa percepción de falta de opciones puede ser perjudicial para ellos.

Únete a nuestra lucha por los cuidadores familiares

Inscríbete para formar parte de la red de activismo en línea (en inglés) de AARP y ayuda a los cuidadores familiares a obtener el apoyo que necesitan.

En el informe "El cuidado de los seres queridos en Estados Unidos", realizado por AARP y la National Alliance for Caregiving en el 2020, más de la mitad de los cuidadores encuestados (53%) percibieron que no tenían opciones sobre el cuidado. Esos cuidadores también experimentaron niveles más altos de presión física, emocional y financiera. Supongo que muchos de ellos también se sintieron atrapados.

¿Cómo podemos ayudarte a escapar de este terrible sentimiento de atrapamiento? Cambiar tu situación como cuidadora definitivamente ayudaría. Primero, sin embargo, consideremos formas alternativas de abordar este problema para hacer que tales cambios parezcan posibles:

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Opciones definitivas versus limitadas del cuidador

Lo crean o no, todos los hijos adultos tienen opciones sobre cómo servir como cuidadores de sus padres. Sus opciones definitivas son decidir si desean comprometerse a ser cuidadores o si desean dejar de serlo en algún momento. Aquellos que guardan resentimientos pasados hacia sus padres, tienen sus propios problemas de salud o están agobiados por otras responsabilidades pueden simplemente decir "no", sin importar cuánto sientan sus padres que se les debe.

Sin embargo, la mayoría de los hijos adultos eligen opciones más limitadas. Dicen "sí" a ser cuidadores, pero es un sí condicionado, realísticamente moldeado por su habilidad, disponibilidad y disposición para dar. Por ejemplo, pueden ser capaces de ayudar a un padre con sus ejercicios de fisioterapia, pero no tienen la fuerza para levantar a ese padre si se cae. Pueden estar disponibles para cenar con su ser querido todas las noches, excepto cuando se han comprometido a cuidar a los nietos. Pueden estar dispuestos a ayudar a levantar a un padre de la cama cada mañana, pero resistirse a bañarlo o llevarlo al baño, y dejar ese trabajo a otro hermano o contratar a un asistente externo. Tú también has elegido al menos una opción limitada: al decidir volver a trabajar a tiempo parcial para salir de la casa, has logrado restringir la cantidad de tiempo que puede exigirte tu madre cuando estás trabajando.

Los deberes del cuidador

Dices que tu madre te ha dicho que tienes "el deber de cuidarla". ¿Pero qué significa eso? ¿Porque ella te crio, estás obligada a cuidarla exactamente como ella quiere? ¿Debes garantizarle que nunca tendrá que mudarse? ¿Tienes que cocinarle su comida favorita todas las noches y dejarla ver los programas que quiere en la televisión grande de la sala de estar?

Otra interpretación de "cuidarla" sería asegurar su bienestar incluso si no cuidas de ella de la manera específica que espera. Eso implicaría elegir el tipo de opción limitada que se describió anteriormente. Podrías decirle a tu madre: "Puedo cocinar la cena para ti todas las noches, pero no siempre lo que prefieres debido a las restricciones dietéticas que mi médico ha recomendado". O podrías decir: "Estoy disponible para llevarte a visitar a tu hermana, pero no para llevarte a la reunión familiar en otro estado porque no puedo pedir tiempo libre en el trabajo". O también podrías decir: "Estoy dispuesta a garantizar que vivas en un lugar seguro y limpio por el resto de tu vida, pero no necesariamente en mi casa porque mi esposo y yo necesitamos tiempo a solas para fortalecer nuestro matrimonio".

Negociación, decepción y culpa

Si decides ejercer tu poder para elegir una opción limitada, entonces tú y tu madre tendrán que negociar lo que puedes hacer y lo que estás dispuesta a realizar, y lo que es aceptable para ella. Eso podría ser bastante difícil para ambas si tu madre es muy terca y le gusta hacer las cosas a su manera o si en ocasiones te sientes especialmente culpable por decepcionarla. Sin embargo, la negociación es esencial para llegar a compromisos mutuos para que puedas establecer un mejor equilibrio entre tus roles como cuidadora adulta, cónyuge, empleada y persona con tus propios intereses y necesidades. Si no llegan a compromisos mutuos, probablemente seguirás sintiéndote resentida con tu madre y odiando ser cuidadora.

¿Cuáles serían algunos posibles compromisos entre tu mamá y tú? Quizás te comprometas a cocinar la comida favorita de tu madre una noche a la semana, no siete. Quizás no la lleves a la reunión familiar este año, pero prometes hacerlo el próximo año para tener suficiente tiempo para pedirle a tu jefe esos días libres en el trabajo. Quizás le digas a tu madre que no tiene que mudarse, pero debe aceptar darte a ti y a tu esposo descansos periódicos cada año, como quedarse en un hogar de ancianos durante una semana o en la casa de tu hermano durante un mes.

Por supuesto, es posible que nada de esto satisfaga completamente a tu madre. Pero tu trabajo como hija agradecida y responsable no es cumplir todos sus deseos, sino encontrar formas realistas para que tú u otros ayudantes puedan satisfacer sus necesidades. Eso significa proporcionarle un cuidado amoroso, práctico y sostenible que funcione lo mejor posible para ambas.    

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