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No mucho después de que Carla Romagnano se mudó a Idaho para comenzar de nuevo después de un difícil divorcio, recibió una llamada de sus padres en Chicago: la madre de Romagnano había sufrido una fuerte caída y se había roto el hueso del muslo. Su recuperación requeriría cuidado las 24 horas, algo que el padre mayor de Romagnano no estaba en condiciones de brindar. Con su hija ahora viviendo a unas cuantas zonas horarias de distancia, la pareja recurrió a servicios de cuidado en el hogar. Sin embargo, después de dos años, habían agotado la mayoría de sus ahorros para cubrir el costo, y Romagnano estaba ayudando con los gastos.
"Le dije a mi papá: 'Tenemos que hacer un cambio, vender la casa, algo'", recuerda Romagnano, ahora de 60 años. "Él dijo: '¿Qué tal si nos vamos a vivir contigo a Idaho, y así ambos podemos cuidar a mamá?'".

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Con eso, la pareja vendió su casa y comenzó a empacar, pero el plan se disolvió cuando el padre de Romagnano murió inesperadamente días antes de que llegaran los trabajadores de la compañía de mudanzas.
De repente, Romagnano, que trabaja a tiempo completo como contable para un supermercado nacional, tuvo que asumir el papel completamente desconocido de cuidadora de su madre. "Sabía que esto no iba a ser fácil —no tomé la decisión a la ligera—, pero mis hermanos querían llevarla a un hogar de ancianos", dice ella. "Me niego a llevarla a un hogar de ancianos en este momento porque todavía tiene capacidad".

Y aún ahora, más de un año después de que su madre se mudó a Idaho para vivir con ella, Romagnano todavía está tratando de sobrellevar las necesidades "abrumadoras" de su madre de 83 años, a quien desde entonces se le ha diagnosticado demencia, y está utilizando sus propios fondos para complementar los costos. "Sé que los cuidados a largo plazo [de mi madre] se van a acabar en menos de un año. Por eso reduje los cuidadores a tres días a la semana. Temo que el costo de contratar cuidadores mientras estoy en el trabajo agotará todos mis ahorros".
Romagnano no está sola. Según un informe de AARP, uno de cada cinco adultos en Estados Unidos —aproximadamente 53 millones de personas— cuida a un familiar de edad avanzada. Muchos sufren un golpe financiero, ya sea por cubrir gastos de su propio bolsillo como transporte, modificaciones en el hogar y equipo médico; reducir las horas de trabajo para hacer tiempo para las tareas de cuidador; utilizar sus ahorros para llegar a fin de mes; o todas las anteriores.
"Los cuidadores familiares tienen que tomar decisiones sobre el trabajo, sobre reducir sus horas, y al mismo tiempo, están sufragando miles de dólares de su bolsillo para apoyar su papel de cuidador", dice Megan O'Reilly, vicepresidenta de Salud y Familia para Asuntos Gubernamentales de AARP. Es por eso que AARP ha estado abogando ante el Congreso por la Credit for Caring Act (Ley de crédito para el cuidador), una deducción fiscal de $5,000 para el cuidador familiar, para proporcionar alivio económico a aquellos que costean esos gastos de su bolsillo.
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