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El impacto que tuvo Jimmy Carter en mi vida

La voluntaria de Habitat for Humanity y del Proyecto Carter vivió de primera mano la ética laboral y la humildad del ‘extraordinario’ expresidente.


Holly Eaton le da la mano a Jimmy y Rosalynn Carter
Holly Eaton le da la mano a Jimmy y Rosalynn Carter en el proyecto de trabajo de Jimmy Carter de 2007 en el condado de Los Ángeles.
Cortesía de Holly Eaton

La primera vez que conocí al presidente Jimmy Carter, le tuve mucho miedo.

Permítanme explicarlo.

Era el año 1992 y estaba por participar en mi primera obra de construcción para el Proyecto Carter —en inglés— (Carter Work Project) y para Habitat for Humanity. En esa época ejercía de abogada en Washington D.C. y estaba explorando qué hacer en mis vacaciones de verano, tras separarme de mi esposo y con un divorcio que se avecinaba. Había leído en el diario que el Proyecto Jimmy Carter estaba por llegar a Washington y, como había trabajado de asistente de carpintero antes de empezar la facultad de Derecho, pensé que podría ser útil. Entonces envié una solicitud y me aceptaron, aunque en realidad no sabía en lo que me estaba metiendo. Simplemente me presenté e hice lo que me pedían. Era la primera obra de construcción femenina del Proyecto Carter, es decir que la cuadrilla estaba integrada solo por mujeres. Construimos 10 casas en la calle Benning de la zona sudeste de Washington D.C.

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En la recepción inaugural, Jimmy se dirigió al grupo de aproximadamente 250 voluntarios y personal de apoyo. Habló de la importancia de servir y cómo todos somos iguales, que todos deseamos lo mismo para nuestros hijos y que ganamos mucho más de este voluntariado que las familias a quienes ayudamos. Siempre enfatizaba ese aspecto, era muy inspirador en su mensaje y nos hacía sentir parte de algo más grande, lo cual era maravilloso.

Pero también ponía claras las reglas, que daba a entender diciendo: “Todo tiene que hacerse a tiempo. No desperdicien mi tiempo”. Él afirmaba: “He venido a trabajar y si me paran para tomar una foto o pedirme un autógrafo, entonces son dos personas que no están trabajando. Así que por favor respeten mi voluntad”. Y todos obedecíamos.

Por eso le tenía miedo. Si su nombre aparecía en la obra de construcción, sabíamos que todo iba a andar bien. Tenía estándares muy exigentes y realmente queríamos alcanzarlos. Así que intentábamos estar a la altura de sus expectativas. A veces funcionaba y a veces no, porque éramos todos voluntarios y no teníamos idea de lo que estábamos haciendo.  Al poco tiempo me tocó subir a un techo. Ese fue mi primer trabajo de techadora.

Él siempre visitaba cada casa de cada obra.  Por lo general pasaba los miércoles en la noche. Tenía una actitud totalmente marcial; todo tenía que fluir de la manera prevista: “¿Vas a poder terminar a tiempo? ¿Puedo conseguirte más voluntarios? ¿Vas a recibir algo más?”. Lo que quería decir: “No quiero excusas. Dime qué necesitas y te lo consigo”.

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En esa época, Jimmy tenía mucha más energía. Trataba de hacer al menos una cosa en cada casa para que alguien pudiera decir que “Carter instaló la baranda de mi porche” o “Carter colocó el toldo de mi puerta principal”. En mi primera obra, él estaba instalando algo en el porche delantero. Era un día encapotado y lluvioso, y él tenía que pasar por un piso, pero no queríamos que lo dejara sucio de lodo. Fue una situación un tanto incómoda. Le dijimos: “Señor presidente, ¿podría por favor caminar donde hay papel?”. Y fue gracioso porque lo habíamos tenido que designar “mujer honoraria” para que pudiera trabajar en la casa.

En esa primera obra, me picó lo que llamamos el “insecto de la Habititis”. Una vez que te contagia, no hay vuelta atrás. A lo largo de los 27 años como voluntaria de Habitat, construí probablemente 75 casas en total, 31 de las cuales fueron en obras con Carter, tanto en EE.UU. como en otros ocho países: Filipinas, Corea del Sur, México, Canadá, Hungría, Sudáfrica, India y Haití. Por lo general, en las obras soy líder de la casa, lo cual significa que soy la responsable de los voluntarios y de supervisar que la casa se construya bien. Cuando se habla del Proyecto Carter, significa que es una obra de construcción relámpago. Se empieza con la losa de hormigón normalmente. Y la meta es terminar la casa por completo para finales de la semana. Creo que el mayor proyecto que hicimos fueron 325 casas en las Filipinas.

Holly Eaton durante la construcción de Hábitat para la Humanidad en la década de 1990 en Hungría
Cortesía de Holly Eaton

Con los años Jimmy se fue suavizando más y, a medida que lo veía con más frecuencia, le fui perdiendo el miedo y simplemente lo empecé a ver como otro ser humano maravilloso. Es una persona tan extraordinaria que no es posible soñar jamás con ser alguien como él. Es un ser increíble en muchos aspectos y mantuvo su agudeza mental pasados los 90. Tenía una memoria asombrosa. Y no era posible contenerlo. Vive siendo absolutamente fiel a su fe y es un expresidente, pero no hace distinción y trata a todos por igual.

Cuando estábamos en Hungría en 1996, vi su humildad en acción. Bajó hasta el río Danubio y ahí conoció a unos pescadores. Uno de ellos se armó de valor para invitarlo a él y a Rosalynn a cenar a su casa. Y Jimmy respondió: “Claro, nos encantaría”. Pero cuando llegó al lugar, vio que la mesa estaba puesta para dos, tras lo cual dijo: “Aquí solo hay lugar para dos personas”. Le contestaron que no podían sentarse a la mesa junto con un expresidente estadounidense, a lo que él replicó: “Bueno, entonces no nos vamos a sentar. Deben acompañarnos”. Y se miraron entre ellos con incredulidad, pero trajeron más sillas y cubiertos y todos comieron juntos. Se habían quedado atónitos de que un presidente estadounidense siquiera les dirigiera la palabra, pero él es así.

En varias ocasiones estuve a cargo de varios viajes a Sri Lanka, Corea y Ghana, y mis años de trabajar con Jimmy me recordaron ser humilde y abrirme a las personas que son diferentes por la razón que sea. Comencé a enseñar en la Facultad de Derecho de la Universidad de George Washington, y en las vacaciones de primavera solía llevar a los alumnos a Carolina del Norte a construir casas. Animaba a los alumnos internacionales a venir a nuestras obras de construcción también, y tuvimos dos mujeres de Sudáfrica. Ellas decían: “¡Mi familia en mi país no va a creer que estuve subida a un techo construyendo casas en Carolina del Norte!”. Tengo una fotografía de una de ellas llevando mi enorme y pesada caja de herramientas sobre la cabeza.

Jimmy es el presidente que más años ha vivido y también el que más años de servicio ha dedicado después de la presidencia. Siempre tengo que defenderlo cuando se dice que no fue un buen presidente, pero “es nuestro mejor expresidente”. Supongo que cuando era mandatario nos sentíamos debilitados por la crisis de los rehenes en Irán, y había dicho específicamente que no podía salir a hacer campaña electoral cuando había estadounidenses en cautiverio. Pero logró muchas cosas. Bajar el termostato a 68 grados durante la crisis energética no era algo que queríamos hacer en los años 70. Tal vez fue demasiado moralista para la época, lo cual es desafortunado porque en realidad lo que estaba haciendo era tan solo defender lo correcto. Creo que la historia lo juzgará mejor con el tiempo. 

— Según lo relatado a Alanna Nash

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