Vida Sana
A veces, durante la pandemia, Y-Antoinette Echols comía menos para que su sobrino nieto pudiera comer más.
Ayudaba a cuidar al niño y se aseguraba de darle prioridad cuando, por ejemplo, se empezaban a acabar las frutas favoritas de él.
“Podría comerme cuatro arándanos azules de un paquete”, dijo Echols, de 63 años, de Englewood, Nueva Jersey. “Pero está bien”.
Para Echols y millones de adultos mayores de bajos ingresos en el país, la la pandemia de COVID-19 hizo más difícil que pudieran obtener la comida que necesitaban para mantenerse sanos.
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La amenaza del coronavirus hizo que los centros para adultos mayores suspendieran las comidas en grupo, y algunos bancos de alimentos redujeron las horas o incluso cerraron cuando los voluntarios se quedaron en casa. Muchos adultos mayores tenían miedo de hacer viajes frecuentes al supermercado. Algunos perdieron sus empleos. El aislamiento solo empeoró las cosas, separando a los adultos mayores de los familiares que podrían ayudarlos a cocinar o compartir comidas.
“Los adultos mayores se vieron obligados a tomar decisiones y a reducir sus gastos”, dijo Jean Toth, directora ejecutiva del Food Bank of Northeast Louisiana (en inglés). “Y pedir ayuda es difícil, por lo que a veces pasar hambre puede ser un dolor muy silencioso”.
Ese dolor afecta a millones de personas. En el 2020, 3.3 millones de adultos de 65 años o más tenían inseguridad alimentaria, según un análisis del Instituto de Política Pública de AARP (en inglés). Eso representa el 6% de la población mayor.
El hambre puede ser especialmente mortal para los adultos mayores. David Carr, geriatra de Washington University en St. Louis, dijo que no obtener una nutrición adecuada puede reducir la fuerza y la masa muscular, y afectar la marcha, el equilibrio e incluso las habilidades cognitivas. También puede reducir la inmunidad, lo que hace que las personas sean más vulnerables a contraer la COVID-19 y morir a causa de la enfermedad en un momento en que la contagiosa variante delta está aumentando.
“Es un círculo vicioso”, dijo Carr. “Cuanto más te debilitas, más frágil eres”.
Durante la pandemia de COVID, muchos adultos mayores recibieron aumentos en la ayuda del Gobierno federal que prometían ayudar a romper ese ciclo. Las asignaciones de emergencia se pusieron a disposición de los hogares que reunían los requisitos para el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), comúnmente conocido como cupones de alimentos, y el beneficio máximo del SNAP aumentó en un 15%, aproximadamente $27 adicionales por persona al mes para quienes recibían los beneficios máximos.
Ese aumento del 15% vence a fines de septiembre, después de que algunos estados terminaron las asignaciones de emergencia. Para muchas personas que reciben beneficios del SNAP, la pérdida del aumento de la ayuda durante la pandemia podría compensarse con el cambio recientemente aprobado a la fórmula del plan federal Thrifty Foods, que determina cuánto dinero puede recibir un hogar en beneficios del SNAP. El beneficio más grande que un hogar de una persona podría recibir bajo el nuevo plan será de $250 al mes (o $2.74 por comida), un aumento de un máximo de $234 al mes (o $2.56 por comida), sin incluir todos los beneficios de alivio económico por la pandemia que están terminando.
Tiempos difíciles para los adultos mayores
El aumento en la ayuda alimentaria del SNAP durante la pandemia tuvo su beneficio en un año y medio de lucha.
Cuando se desató la pandemia, Carr dijo que los adultos mayores que dependían de los programas de comidas en grupo en centros para adultos mayores y en otros lugares vieron que esas opciones desaparecieron en gran medida. Esos programas no solo proporcionaban comidas confiables de bajo costo o incluso gratis, “cuando estás cerca de personas y hay esa emoción”, dijo Carr, “estás más dispuesto a comer y cuidar mejor tu nutrición”.
El aislamiento durante la pandemia tuvo el efecto opuesto. Carr recuerda que algunos pacientes confinados en hogares y habitaciones se hundieron en la depresión y no se levantaron de la cama durante semanas. “Muchas personas dejan de cuidarse por completo y pierden mucho peso”, lo que las hace aún más vulnerables a la COVID, dijo.
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