Vida Sana
Casi el 70% de las personas en el país necesitarán ayuda para sobrellevar su diario vivir al llegar a los 65 años. En promedio, las mujeres necesitarán ayuda durante 3.7 años, y los hombres durante 2.2 años.
Esta es una realidad a la que no nos gusta enfrentar. Y eso es perfectamente comprensible: nadie quiere pensar en que —nosotros o nuestros seres amados— no seremos capaces de vivir de manera independiente o de funcionar plenamente. Tampoco queremos considerar ser una carga para nuestros seres queridos o, en su ausencia, depender de una organización benéfica, del Gobierno o de ayuda remunerada.
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Pero necesitamos considerarlo, por una razón muy importante: la manera en que Estados Unidos brinda cuidados a largo plazo a quienes ya no pueden cuidar de sí mismos —ya sea por enfermedad, lesión, demencia o simplemente los efectos acumulativos de una larga vida— tiene defectos profundos.
La realidad es esta: solo un porcentaje modesto de personas en Estados Unidos tienen suficiente riqueza para cubrir las necesidades de cuidados a largo plazo que surjan en sus últimos años. Medicaid se encarga de asegurar que las personas en el extremo opuesto del espectro económico tengan cuidado diario básico y el nivel de apoyo que requieren para vivir con al menos cierta dignidad y comodidad.
Esto es un reto para quienes Nancy LeaMond, vicepresidenta ejecutiva y directora de Activismo y Compromiso de AARP, llama "el gran medio”; la gran mayoría de personas en el país cuyos ingresos y recursos no les permiten acceder a Medicaid ni a la mayoría de las opciones de asistencia. Y, sin embargo, no son lo suficientemente adinerados como para pagar de su propio bolsillo el costo continuo de los asistentes en el hogar, o de una habitación en un centro de vida asistida u hogar de ancianos.
Todos sabemos quiénes están llenando ese vacío: los cuidadores familiares no remunerados. Alrededor de 53 millones de personas de todas las edades en Estados Unidos dedican parte de su día a alimentar, conducir y asear a sus seres queridos; a pagar sus cuentas y a asegurarse de que estos tomen los medicamentos que requieren. Puedes decir que así se supone que esto ocurra: la familia casi siempre es la mejor opción para asumir el control del cuidado de un cónyuge, padre o hijo con necesidades. Y ese cuidado debe darse en el hogar siempre que sea posible, en vez de en un entorno institucional. En AARP estamos completamente de acuerdo.
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