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Los expertos recomiendan comenzar a planificar el cuidado a largo plazo con antelación

7 de cada 10 personas necesitarán cuidados, y la mayoría subestiman el costo.


spinner image Pareja mirando las cuentas a pagar.
Ariel Skelley

 

Aunque Stu Ervay creía que estaba preparado económicamente para afrontar el gasto, el proceso de obtener cuidados a largo plazo para su esposa cuando le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer solo empeoró una situación ya penosa.

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Ervay, un profesor universitario jubilado que vive en Kansas, había adquirido un seguro de cuidados a largo plazo para él y su esposa con tanta antelación que las primas eran bajas. Sin embargo, cuando llegó el momento de cobrarlo, la póliza no cubría cosas como el elevador de escaleras que ella necesitaba ni los auxiliares de cuidados en el hogar. Y cuando ella finalmente debió trasladarse a un centro de cuidados a largo plazo, él se enteró de que tenía que pagar los tres primeros meses de su propio bolsillo.

“Tuve que esforzarme mucho para pagarlo”, comenta.

Aun así, el seguro cubrió gran parte del resto de los cuatro años de cuidados a largo plazo de su esposa antes de que muriera, y Ervay considera que su situación económica es favorable en comparación con la de quienes solo cuentan con Medicaid, suponiendo que cumplan los estrictos requisitos de ingresos económicos. De no ser así, “no sé cómo hacen, la verdad”.

Tan frustrante fue encontrar cuidados a largo plazo —una tarea cada vez más compleja a medida que aumentan los precios y disminuyen las opciones— que Ervay recurrió a su carrera académica para sugerir una pequeña solución: un curso de “planificación de la vida útil” que todos deberían tomar a partir de los 20 años.

Aunque cada vez es más complicado, pocas personas en el país hacen planes para los eventuales cuidados a largo plazo durante su jubilación, no comprenden sus opciones y subestiman su costo.

Es necesario prepararse antes

“Lo que debemos hacer es preparar a los jóvenes desde el principio”, afirma Ervay, quien también escribió un libro sobre su experiencia, llamado Confronting Dementia: A Husband’s Journey as an Alzheimer’s Caregiver. “El momento de empezar a prepararse para este tipo de situaciones es al llegar a los 20 años, no a los 60”.

Esa clase de planificación siempre ha sido importante. Sin embargo, se ha convertido en algo imprescindible, a medida que los precios de los cuidados en el hogar aumentan drásticamente y las personas siguen desconfiando de los hogares de ancianos, que registraron índices de infección y mortalidad excesivamente elevados a causa de la COVID-19. Mientras tanto, la pandemia y la consiguiente inflación han dificultado la posibilidad de ahorrar dinero para recibir cuidados a domicilio, o nos han obligado a recurrir a los ahorros que ya habíamos logrado acumular.

Muchas personas subestiman la probabilidad de que alguna vez necesiten esos cuidados. Además, aún existe una confusión generalizada sobre el modo en que podrían pagarlos en caso de necesitarlos.

Incluso entre quienes hicieron planes con antelación, como Ervay, el 78% dijeron que deberían haber empezado a planificar antes, según una encuesta de la empresa de seguros y asesoramiento financiero Genworth Financial.

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Solo un tercio de los baby boomers que perciben ingresos medios tienen un plan de cuidados a largo plazo, según el Center for a Secure Retirement. No obstante, casi siete de cada diez los necesitarán, según informa el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU.

Esto puede suponer una enorme carga, dado que el costo de los cuidados a largo plazo ha superado la inflación durante casi dos décadas. El costo anual promedio a nivel nacional de una habitación privada en un hogar de ancianos asciende ahora a $108,405, según informa Genworth, y el costo de un auxiliar de cuidados en el hogar puede llegar a $61,776. Eso puede agotar rápidamente los $426,000 en promedio que según la Reserva Federal tenían ahorrados los adultos de 65 años o más para toda su jubilación antes de comenzar la COVID-19.

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El cuidado familiar

Desde entonces, el 75% de los baby boomers —incluso los que tienen ingresos medios— manifiestan no haber podido ahorrar tanto como antes de la pandemia, según una encuesta del Center for a Secure Retirement. Más de la mitad afirman haber liquidado parte de lo que ya habían ahorrado.

“Pocos adultos mayores tienen suficientes ahorros como para cubrir el costo de los cuidados a largo plazo, sobre todo si necesitan ayuda durante un período prolongado”, señala Tricia Neuman, directora ejecutiva del Programa de Políticas de Medicare de Kaiser Family Foundation.

Una idea equivocada sobre Medicare

Según el Center for Retirement Research de Boston College, hay personas de todos los niveles de riqueza e ingresos que subestiman la cantidad de años que van a vivir y, en consecuencia, la probabilidad de necesitar cuidados a largo plazo en algún momento. Más de la tercera parte no son capaces de calcular el costo que representaría permanecer en un hogar de ancianos o contratar a un auxiliar de cuidados en el hogar. Más de la mitad creen que lo pagará Medicare.

De hecho, Medicare solo paga la atención especializada en los hogares de ancianos, y solo después de una hospitalización calificada y durante un máximo de 100 días (y un promedio de 22), según el Departamento de Salud y Servicios Humanos.

“Las personas suponen que su cónyuge se ocupará de ellos, los padres creen que sus hijos se harán cargo de ellos y los hijos creen que Medicare se encarga de todo”, explica Roberta Parillo, de 75 años, de Fort Myers (Florida), voluntaria de Serving the Health Insurance Needs of Elders, o SHINE, en su Agencia del Área sobre Envejecimiento.

Medicaid es quien subvenciona los cuidados a largo plazo, pero solo para las personas cuyos ingresos y bienes son inferiores a un determinado nivel, o que primero reducen sus ahorros. Esto se comprueba mediante un estricto proceso de “revisión retrospectiva” para verificar que los solicitantes no hayan transferido sus bienes durante los cinco años previos a la solicitud de cobertura (o dos años y medio en California), otro buen motivo para planificar con mucha antelación. Si solo uno de los cónyuges solicita Medicare, el otro está protegido por una disposición llamada “asignación de recursos del cónyuge no solicitante” y puede conservar un máximo de $137,400 en concepto de ahorros para cubrir sus gastos.

Un seguro de cuidados a largo plazo como el que tenía Ervay se está convirtiendo en una opción solo para una cantidad cada vez menor de posibles beneficiarios. Esto se debe a que la cobertura no es barata, ya que suele costar entre $2,000 y $5,000 al año, según la American Association for Long-Term Care Insurance. Además, las primas están aumentando.

Según un equipo de trabajo del Departamento del Tesoro de EE.UU., la cantidad de pólizas de este tipo que se han vendido disminuyó de un pico de 754,000 en el 2002 a 57,000 en el 2018, el último período del que se disponen cifras.

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“Las personas que realmente valoran el seguro de cuidados a largo plazo son las que no son pobres y que no podrían recurrir a Medicaid si lo necesitaran, pero que tampoco son lo suficientemente adineradas como para reservar ese dinero y asegurar sus futuros cuidados por sí mismas”, explica R. Tamara Konetzka, profesora de Ciencias de la Salud Pública en University of Chicago y experta en economía de la salud en los cuidados a largo plazo. “Les brinda tranquilidad”.

La familia y los servicios de beneficencia como recursos

Existen otras formas de obtener o pagar los cuidados a largo plazo. Por ejemplo, los beneficios para veteranos se pueden utilizar para el cuidado diurno de adultos. En algunas zonas, las organizaciones sin fines de lucro —como Volunteers of America y Catholic Charities— ofrecen servicios como facilitar ayudantes durante algunas horas al día. También lo hacen algunos grupos cívicos y clubes locales. Los centros para adultos mayores y las Agencias del Área sobre Envejecimiento (en inglés) suelen tener información al respecto.

Sin embargo, casi todos los demás se ven obligados a pagarlo ellos mismos —según el Servicio de Investigación para el Congreso, los consumidores pagan directamente $64,000 millones al año en concepto de cuidados a largo plazo— o a depender de la familia o los amigos, con pocas opciones más. Estas opciones incluyen ahorrar más y antes. También hay anualidades de cuidados a largo plazo que acumulan dinero específicamente para ese fin y pólizas de seguro de vida que adelantan los beneficios por fallecimiento para pagar los cuidados a largo plazo.

Sin embargo, la población del país no suele planificar de este modo, y gran parte de la responsabilidad de brindar y pagar los cuidados a largo plazo recae sobre los hijos, según revela otra encuesta de Genworth. El 40% de los cuidadores ahora son hijos adultos que se hacen cargo de sus padres mayores. Esto les cuesta no solo tiempo y estrés, sino también más de $7,000 al año de su propio bolsillo.

Dos tercios de ellos utilizan sus ahorros personales o los fondos de jubilación. Eso significa que quizá se estén retrasando en la planificación de los cuidados a largo plazo que algún día puedan necesitar ellos mismos.

Vivian Austin, de Macon (Georgia) y su esposo se ocupan del cuidado de su suegra de 90 años; hacen las compras, preparan la comida y la llevan a las citas con el médico y el fisioterapeuta. Y si su suegra ingresa en un centro de vida asistida, como esperan, “me imagino que contribuiremos. Ese dinero saldrá de nuestro bolsillo”.

Austin, profesora de Enfermería jubilada, confía en que ella y su esposo han ahorrado lo suficiente como para prepararse para su propio futuro. Sin embargo, Debra Feldman, especialista en cuidados para adultos mayores cerca de Chicago y presidenta del consejo directivo de la Aging Life Care Association, señala que muchas personas no lo han hecho. “Una de las cosas que siempre me preocupan es cuando los hijos, que no necesariamente tienen una enorme cuenta bancaria, empiezan a pagar el cuidado de sus padres, por lo que no logran ahorrar para sí mismos”, explica.

Feldman forma parte de un sector cada vez más amplio de planificadores de recursos para el cuidado de adultos mayores, a quienes los expertos sugieren que consultemos a partir de los 40 años, además de abogados especializados en derecho de adultos mayores, planificadores patrimoniales o asesores financieros. Las Agencias del Área sobre Envejecimiento también ofrecen información sobre las opciones de cuidados a largo plazo. Pueden explicar las normas para poder recibir estos cuidados financiados por Medicaid y otros posibles recursos, como los beneficios para veteranos militares.

“No sabes lo que puede ocurrir en el futuro”, advierte Ervay, el profesor jubilado. “Yo no sabía que mi esposa iba a padecer la enfermedad de Alzheimer. Tú no sabes si vas a tener Parkinson o cáncer. En la vida ocurren cosas, pero con frecuencia no estamos preparados porque pensamos que vamos a vivir para siempre”.

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