Vida Sana

Una editora comparte sus síntomas después de la segunda dosis
Cómo se siente ser 'golpeado' por la segunda dosis
por Lorrie Lynch
La segunda dosis es peor que la primera. Eso es lo que había leído sobre la segunda dosis de la vacuna contra la COVID-19. Sin embargo, ninguno de mis amigos o colegas que habían recibido las dos dosis había comprobado que esto fuera cierto, así que esperaba que mi segunda dosis de la vacuna de Moderna no me causara más problemas que la primera (dolor en el brazo y un poco de fatiga).
Mi sistema inmunitario tenía otras ideas. La segunda dosis me dio un golpe que me dejó fuera de combate.
Como residente en el Distrito de Columbia, pude vacunarme a mediados de enero, cuando el Distrito amplió los criterios de vacunación para incluir a las personas de 65 años o más. La primera cita transcurrió sin contratiempos, desde la inscripción hasta el momento de la inyección, y la segunda cita, fijada para las 12:30 p.m. en un frío día de febrero, iba igual de bien.
El pinchazo de la aguja fue tan ligero que apenas lo sentí. "¿Eso es todo?", le pregunté al farmacéutico.
"Eso es todo", dijo.
Me bajé la manga, esperé 15 minutos, como me habían indicado, en caso de una posible reacción adversa, y conduje a casa con un curita de plástico transparente en la parte superior del brazo izquierdo.
Unas 10 horas después de la inyección, me metí en la cama y me quedé dormida —hasta las 3 a.m., cuando me desperté sudada, temblorosa, con dolor de cabeza, náuseas y con el brazo tan dolorido que no podía levantarlo—.
Habían pasado 14 horas desde la inyección y tenía síntomas parecidos a los de la gripe, que incluyeron un poco de fiebre y ese intenso cansancio que te hace sentir que nunca vas a salir de la cama. No lo hice —es decir, no salí de la cama— durante 30 horas.
Hacía mucho tiempo que no me enfermaba, así que esto me tomó desprevenida. Pero agradezco que la vacuna me haya mostrado su fuerza. Así es como lo veo ahora.
Podría no haber tenido ninguna reacción, lo que es más común en personas de mi edad porque nuestro sistema inmunitario tiende a debilitarse cuanto más envejecemos. Pero la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus había hecho su trabajo para ayudar a mis células inmunitarias a reconocer suficiente ADN del virus como para estar preparadas para la batalla cuando la segunda dosis, con el mismo rastro del código genético de la COVID-19, entrara en su órbita.
Las personas me preguntan si ahora siento que tengo un escudo dorado o una burbuja de plástico a mi alrededor porque estoy totalmente vacunada. No es así. Sigo utilizando mascarillas, me lavo las manos con frecuencia y evito los lugares públicos en la medida de lo posible. Sigo sin ver a mis queridos amigos más que para dar paseos al aire libre, no voy a trabajar a una oficina ni vuelo al otro lado del país para ver a mi familia.
La ciencia nos dice que aquellos que han sido vacunados podrían seguir siendo potenciales transmisores del coronavirus, y no quiero que nadie se enferme. Sin embargo, la protección adicional que sí siento es bastante clave. Creo que si de alguna manera contraigo la COVID, es probable que sobreviva y disfrute de un futuro lleno de esas cosas buenas que nos piden a todos que posterguemos un poco más.
| Horas después de recibir su segunda dosis de la vacuna contra la COVID-19 una mañana de mediados de febrero, a Wendy Reiter le dolía un poco el brazo, igual que después de su primera inyección. Pero por la tarde, se sentía como si tuviera gripe: le dolía el cuerpo y la cabeza, y estaba muy cansada. "Me sentía como si me hubiera atropellado un camión. Estuve un día y medio en cama, durmiendo todo el día y sintiéndome mal", recuerda Reiter, de 75 años, administradora educativa en el condado de Westchester, Nueva York. "Luego, el velo se levantó y volví a sentirme yo misma". En cambio, su esposo, que tiene 89 años, se sintió bien después de recibir su segunda dosis. Cuando Reiter les preguntó a sus amigos sobre sus experiencias, fueron "muy variadas", desde muy intensas hasta ninguna.
Y eso es lo que ocurre con las vacunas contra la COVID-19 de Pfizer y de Moderna. Son vacunas reactogénicas, lo que significa que se espera que causen reacciones o efectos secundarios. Incluso después de la primera dosis, algunas personas pueden tener reacciones localizadas, como dolor o sensibilidad en el brazo de la inyección, o pueden sentirse un poco fuera de sí durante uno o dos días, explica el Dr. William Schaffner, profesor de Medicina Preventiva y Enfermedades Infecciosas en la Facultad de Medicina de Vanderbilt University en Nashville.

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Síntomas de la segunda dosis
Pero la segunda dosis de ambas vacunas enseguida se ganó la reputación de ser muy fuerte, con efectos secundarios que pueden incluir fatiga, escalofríos, dolor de cabeza, dolores musculares e incluso fiebre. "Un mayor número de personas —entre el 40 y el 50%— experimentan algunos de estos síntomas en uno u otro grado después de la segunda dosis de la vacuna", afirma Schaffner. Esto ocurre porque "tu sistema inmunitario está empezando a trabajar y a hacer frente al estímulo de la vacuna; así que, en cierto sentido, es algo bueno".
Y como la segunda dosis se basa en la primera, la respuesta del sistema inmunitario puede ser más enfática. Los efectos secundarios más fuertes de la segunda dosis de las vacunas contra la COVID-19 son similares a los de la segunda dosis de la vacuna contra el herpes zóster, Shingrix, que también es reactogénica, dice Schaffner.
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