Vida Sana
Lydia, una de mis clientas de psicoterapia, dedicó años a cuidar a su madre con enfermedad cardiovascular avanzada, pero cuando su madre falleció en forma súbita por insuficiencia cardíaca, ella se sintió conmocionada y devastada. El duelo le resultaba tan abrumador que intentó reprimir completamente sus emociones para poder controlarse mejor. Mientras sus hermanas sollozaban audiblemente sentadas en la primera fila de la iglesia durante el funeral de su madre, ella tenía la mirada inexpresiva y sin lágrimas puesta en el ataúd.
Otro cliente, Bert, manejó de forma muy diferente la muerte de la persona a quien cuidaba. Cuando su esposa —con quien había estado casado 50 años— falleció después de una larga enfermedad de cáncer metastásico de ovario, sintió una culpa aplastante por no haberla salvado. A veces se atribuía la culpa de su muerte porque él había sido fumador al principio del matrimonio, y pensaba que eso podría haber causado el cáncer de su esposa. Otras veces pensaba que no la había llevado a los médicos apropiados. Después de la muerte de su esposa, Bert se alejó de todos sus familiares y amigos. Decía que él no merecía ser feliz ahora que su esposa ya no tenía la oportunidad de sentir felicidad.
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Como la mayoría de los cuidadores familiares, Lydia y Bert habían trabajado duro para cuidar a su ser querido y se angustiaron mucho con el fallecimiento. Pero la forma en que manejaron su angustia intensificó el dolor emocional de ellos y de su familia. Las hermanas de Lydia se enojaron con ella porque parecía tan insensible. Los hijos de Bert sentían frustración por la autorrecriminación innecesaria que se infligía su padre y la forma en que se alejaba de ellos; ya habían perdido a su madre y no querían perder también a su padre.
Cuando la psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross describió en su popular libro On Death and Dying de 1969 las cinco fases del duelo (negación, ira, negociación, depresión y aceptación), estaba describiendo un abanico de posibles reacciones emocionales a lo largo del tiempo, no dando instrucciones sobre cómo procesar el dolor. La mayoría de los profesionales de salud mental en la actualidad creen que hay una amplia gama de reacciones normales y previsibles al dolor que se siente ante una pérdida. En términos simples, distintas personas tienen estilos de duelo diferentes. Cada estilo tiene sus ventajas y desventajas para ayudar a la persona que ha perdido a un ser querido a manejar los fuertes sentimientos de tristeza, ansiedad y enojo, y llegar finalmente a la fase de aceptación que Kübler-Ross identificó como la resolución del duelo.
No obstante, algunos estilos de duelo parecen ser más útiles que otros para los cuidadores. Suprimir las emociones no evitó que Lydia atravesara el duelo; lo que hizo fue demorar y prolongar el tiempo en que sintió un dolor intenso. Reprenderse a sí mismo con rigor no ayudó a Bert a adaptarse finalmente a la muerte de su esposa.
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