Vida Sana
Las camas en los centros de enfermería especializada y de vida asistida de SpiriTrust Lutheran, un proveedor de cuidados para adultos mayores en Pensilvania, tradicionalmente han estado en plena capacidad. Pero el año pasado, a medida que la COVID-19 devastó los centros de cuidados a largo plazo en todo el país, la tasa de ocupación de esas camas se redujo del 95 a alrededor del 70%.
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Desde entonces, solo ha aumentado unos pocos puntos porcentuales. “Desde el punto de vista fiscal, ha sido un verdadero desafío”, dice Bob Rundle, presidente y director ejecutivo de la organización sin fines de lucro SpiriTrust Lutheran, que administra seis comunidades de cuidados continuos para jubilados. “El año pasado perdimos $20 millones en ingresos”.
Para ahorrar dinero, SpiriTrust Lutheran dejó de ofrecer muchos servicios basados en la comunidad, entre ellos su asesoramiento financiero, asistencia fiscal y programas de acompañantes para adultos mayores. “Realmente veo esos programas como una de las víctimas desconocidas de la COVID”, dice Rundle.
Muchos operadores de cuidados a largo plazo en todo el país están en la misma posición. La tasa media de ocupación en los hogares de ancianos de EE.UU. se desplomó durante la pandemia, del 85% en enero del 2020 al 68% en enero de este año, según un análisis de CliftonLarsonAllen, una empresa de servicios profesionales. Si bien la llegada de las vacunas y la marcada disminución de los casos de COVID-19 en los hogares de ancianos han aumentado la ocupación levemente, todavía es solo del 71% en mayo.
Todavía falta mucho para que las tasas de ocupación regresen al número de antes de la pandemia, dada la mala reputación de la industria, la escasez continua de personal y la propagación de la variante delta. Algunos expertos dicen que es posible que esas tasas nunca se recuperen por completo en el marco actual de la industria, que está dominado por grandes cadenas de hogares de ancianos con fines de lucro.
Mientras tanto, las vacantes son alarmantes para los residentes y sus defensores, quienes temen que el cuidado de los residentes se vea afectado, además de para los operadores del centro. Según un grupo líder de la industria, se proyecta que los hogares de ancianos perderán $94,000 millones combinados entre el 2020 y el 2021, lo que podría afectar todo, desde la dotación de personal hasta las actividades, los alimentos y el control de infecciones.
“Si tienes menos dinero, eso va a tener un efecto”, dice Susan Reinhard, vicepresidenta sénior y directora del Instituto de Política Pública de AARP. “[Los centros] realmente comienzan a recortar servicios. Tienen menos que gastar en los residentes. La calidad tiende a verse afectada”.
Un desplome en las tasas de ocupación
La ocupación en los hogares de ancianos de EE.UU. ha estado disminuyendo desde finales de los años 70, cuando aproximadamente el 93% de las camas de los hogares de ancianos en todo el país estaban ocupadas. Los servicios basados en el hogar y la comunidad, como los centros para adultos mayores, los programas de entrega de comidas a domicilio, los servicios de cuidado personal —como la ayuda para bañarse y vestirse— y los servicios de ama de casa, han crecido para atender a los adultos mayores que desean envejecer en su propio hogar. Y los centros de cuidados a largo plazo alternativos, como los de vida asistida y las comunidades de jubilación de cuidados continuos, se han ampliado para quienes pueden pagarlos.
Eso ayuda a explicar por qué la tasa nacional promedio de ocupación en los hogares de ancianos se ubicó en solo el 80% en junio del 2019, aunque más de 550 de los aproximadamente 16,000 hogares de ancianos del país habían cerrado en los cuatro años anteriores.
La pandemia aceleró las caídas. El coronavirus devastó los centros de cuidados a largo plazo en todo el país y causó la muerte de más de 186,000 residentes y personal, casi un tercio del total de muertes por COVID-19 en Estados Unidos. La mayoría de esas muertes —se estima que más de 150,000— se produjeron entre los residentes de hogares de ancianos, lo que hizo que muchas familias dejaran de ingresar a sus seres queridos en estos centros.
Mientras tanto, algunos centros suspendieron las nuevas admisiones para ayudar a prevenir nuevos brotes. Y los hospitales cancelaron las cirugías electivas, lo que redujo el volumen de derivaciones de rehabilitación que cumplen con los requisitos de Medicare a los hogares de ancianos —las estadías a corto plazo que son el tipo de ingresos más rentable de muchos centros—.
Las tasas de ocupación bajaron a niveles récord. Y si bien el 2021 ha visto algunas mejoras, el ascenso es “extremadamente lento”, dice Mark Parkinson, presidente y director ejecutivo de la American Health Care Association/National Center for Assisted Living (AHCA/NCAL), que representa a unos 14,000 proveedores de cuidados para adultos mayores.
La reputación de la industria de los hogares de ancianos, que apenas brillaba antes de la pandemia, se atenuó aún más, dice Marjorie Moore, directora ejecutiva de Voyce, un grupo de defensa de derechos para las personas que viven en centros de cuidados a largo plazo. “Todavía hay muchas personas que tienen miedo de lo que podría significar entrar en un hogar de ancianos”, dice, “incluso solo para una visita”.
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