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Por qué los hombres que cuidan de un ser querido no deben mostrarse duros

Expresar tristeza, ansiedad y hasta enojo puede ayudar al cuidador a atravesar tiempos difíciles.

Hombre adulto y una mujer mayor

GETTY IMAGES

In English |  "Cuando traté de ser un pilar de fortaleza, surgieron problemas para nosotros", dijo en nuestra última sesión de psicoterapia Bob, el marido devoto —pero agotado— de Lorraine, una paciente de cáncer. "Aprendí que cuando reprimía mis sentimientos, ella se sentía dejada de lado".

Esto fue en 1995, y Bob no era el primer cuidador que yo trataba que pensaba que ser tan imperturbable y silencioso como un pilar de piedra era la manera apropiada de ser fuerte en una crisis médica familiar. Pero Lorraine lo había arrastrado a la terapia porque su postura fría y dura la hacía sentirse más sola en vez de sentirse más apoyada. Después de varias sesiones en las que ella lo confrontó por no tener sentimientos, él finalmente comenzó a expresar sus propios miedos sobre el cáncer de su esposa. La respuesta de ella fue de alivio. En una reunión posterior, Bob se permitió llorar por la tristeza de la situación; ella lo rodeó con el brazo para consolarlo y dijo que se sentía otra vez cerca de él.


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Han pasado 23 años y los hombres cuidadores en general han cambiado en muchos aspectos. Según un informe del Instituto de Política Pública de AARP publicado en marzo del 2017, el porcentaje de cuidadores que son hombres ha aumentado del 34 al 40% en menos de una década, y ellos están dando un paso al frente y haciéndose cargo de muchas de las tareas de cuidado médico y personal —entre ellas alimentar, vestir y asear— que durante mucho tiempo estuvieron a cargo de las mujeres. Los hombres están administrando la ayuda de salud a domicilio y tomándose tiempo del trabajo para llevar a sus seres queridos a las citas médicas. Más del 60% de ellos se sienten entre moderadamente estresados y muy estresados por ser cuidadores, un porcentaje similar al de las mujeres.

Pero, ¿los hombres que cuidan a un ser querido también están cambiando emocionalmente? El panorama en esa área es algo más variado. En mi consultorio clínico veo hombres que se quejan fácilmente de sus tareas de cuidadores y dicen que se sienten abrumados. Otros, en cambio, todavía piensan que deben acallar todos los sentimientos para amoldarse a un estándar que les exige estar tranquilos y en control; se los ve tan almidonados y remotos como lo era Bob. Yo sé que están tratando de ser duros para protegerse de sentir mucha tristeza, ansiedad o enojo. Pero me preocupa que al mantenerse tan controlados estén perdiendo la flexibilidad necesaria para adaptarse a la infinidad de problemas inesperados que se presentan en la prestación de cuidados.

¿De qué manera pueden los cuidadores aprender a aflojarse, a sentir más y expresar sus emociones fácilmente, por su propio bien y el de otros? A continuación presento algunas ideas.

El silencio no otorga protección 

Algunos cuidadores tratan de evitar hacer enojar a la persona a quien cuidan guardando silencio sobre los problemas que se presentan y sobre cómo se sienten con respecto a ellos. Justifican su silencio diciendo, "¿De qué serviría hablar de eso?" Pero los familiares que no comparten sus emociones sobre cosas tan graves como el cáncer, la demencia o la esclerosis múltiple a menudo hallan que también se comunican menos sobre otros temas importantes de su vida, como sus anhelos y sus sueños, bloqueando de esa manera fuentes de alimentación importantes en sus relaciones. Es mejor que los hombres aborden con delicadeza incluso aquellos temas que les producen temor a fin de promover el entendimiento común y una mejor conexión con la persona a quien cuidan y presentar así un frente unido más sólido.

La tristeza no es una pendiente resbaladiza 

Son muchos los hombres cuidadores que todavía piensan que admitir que sienten algo de tristeza los pondrá en un camino directo hacia una desesperanza absoluta, incluso los llevará a la depresión. Pero, en mi opinión, expresar un poco de tristeza no es ni una señal de debilidad ni de colapso inminente; es una manera de aliviar la presión interior y obtener más autocontrol emocional, además de abrirse a la comprensión y el consuelo de otros.

Un buen ejemplo de esto se puede ver en un video corto que AARP publicó recientemente sobre un grupo de Filadelfia que brinda apoyo a hombres afroamericanos que cuidan de un ser querido. 

Allí se ve a un hombre que admite que le costó sumarse al grupo ese día por su reticencia a compartir cómo ha estado batallando con el hecho de ser cuidador. Pero otros hombres rápidamente le señalan que requirió más coraje de su parte acompañarlos y compartir su problema que quedarse escondido en su casa. Hacia el final del video, los 10 o 12 miembros del grupo se levantan y unen sus manos en oración y conmiseración mutua, y todos se ven reconfortados.

 

Los sentimientos son señales que se deben respetar 

¿Por qué los seres humanos tenemos emociones? Porque nos hacen más conscientes de los cambios a los que debemos responder. En vez de ignorar esas señales en su interior, los hombres deberían prestarles atención. Los primeros signos de preocupación y temor deberían impulsarlos a planificar formas de adaptarse a esos cambios. Los primeros impulsos hacia la frustración o el enojo deberían incitarlos a considerar actuar en forma prudente. Y ese primer aguijón de tristeza debería decirles a los hombres cuidadores como Bob que es posible que pronto pierdan a sus seres queridos y que el momento de acercarse a ellos y amarlos es ahora.

Barry J. Jacobs, psicólogo clínico y terapeuta familiar, es miembro del panel asesor sobre la prestación de cuidados de AARP y coautor del libro de AARP Meditations for Caregivers (Da Capo, 2016). Síguelo en Twitter, @drbarryjjacobs, y en Facebook.