Vida Sana
Mi hija menor, Eleanor, de 24 años, tiene síndrome de Down. Cuando comenzó la escuela secundaria, mi esposa y yo empezamos a pensar en su futuro. Queríamos crear una manera para que tuviera una vida independiente y un empleo remunerado.
En ese momento, también me sentía un poco agotado de ejercer la Medicina Familiar, que he practicado en nuestra pequeña ciudad de Wyoming desde 1999. Siempre me había gustado hornear, y tuve la idea de comenzar una panadería, en la que Eleanor pudiera trabajar. Busqué en internet escuelas de repostería, y el primer resultado fue la International School of Baking de Marda Stoliar en Bend, Oregón, que afirmaba poder enseñarle a alguien cómo poner en marcha un negocio de panadería en 20 días. Yo era escéptico. ¿Cómo podía eso ser posible?
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Resultó que la escuela está compuesta básicamente de Marda, quien se hace cargo de un solo aprendiz a la vez. En 20 días, enseña las recetas y conocimientos esenciales para establecer una nueva panadería. Completé el programa —al mismo tiempo que mantenía mi consultorio médico— y comenzamos a vender productos horneados desde casa.
Pudimos abrir una tienda física en el 2015, el año antes de que Eleanor se graduara de la escuela secundaria. Fue un gran acto de fe —sinceramente, estaba aterrorizado—, pero ha funcionado. La tienda se ha convertido en un negocio real, con empleados. También es un lugar donde Eleanor puede tener un día laborioso y una vida productiva.
A través de la tienda, Eleanor ha conocido a personas de todo el país; le ha dado una sensación de conexión. Ella se ocupa de la caja registradora y tiene una buena relación con sus compañeros de trabajo. Todos en la ciudad saben quién es ella.
La panadería definitivamente ha sido un gran triunfo para nuestra familia, aunque creo que también es algo positivo para nuestra comunidad y más allá. Ayuda a las personas a ver cuánto puede lograr alguien como Eleanor cuando se le da una oportunidad.