Vida Sana
Gerry Keene: El pasado mes de agosto, estaba explorando la segunda cueva más larga de Misuri con un grupo de 11 personas.
Rick Haley: Me había quedado en la superficie, en caso de que hubiera algún problema durante el descenso a la cueva.
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Keene: Unos 20 minutos después, escuché gritar a los chicos que iban por delante, “¡Oye, aquí hay un perro!”. La perra estaba tan débil que solo era capaz de levantar la cabeza.
Jeff Bohnert: Abby es una mezcla de caniche y sabueso de 14 años. Una noche en junio, otro de nuestros perros regresó a casa sin ella. Buscamos a Abby por todas partes, pero era como si se hubiera desvanecido.
Haley: Gerry salió de la cueva y llamó al jefe de bomberos auxiliar. Él hizo correr la voz de que habíamos encontrado a un perro, y nosotros nos adentramos en la cueva.
Keene: Tuvimos que avanzar gateando, luego retroceder, después descender 40 pies en espiral hasta llegar a ella.
Haley: Abby estaba en los huesos, pero se sentó. Yo había traído una correa, pero ella no quería ir con nosotros. Entonces saqué un bolso y Abby se metió dentro. Sabía que estábamos allí para rescatarla.
Keene: Cerramos la cremallera hasta su cuello, luego la pasamos cuidadosamente de unos a otros al dirigirnos a la salida.
Haley: La luz solar debió ser cegadora para ella. No parecía que podía ver mucho. Pero cuando vio a Jeff, caminó hacia él.
Bohnert: La recogí en mis brazos. Apenas pesaba nada. Normalmente pesa 45 o 50 libras, y se había quedado aproximadamente en 20. Es una sobreviviente. Pero sé que debió sufrir sola en esa cueva. Me pregunto, Dios, ¿cuál es la razón de esto? Tal vez sea esta historia. Es esperanzadora, ¿no?