Vida Sana
El temor a envejecer promueve la industria de la belleza y también da lugar a la discriminación por la edad. A mis 54 años, comprendo mejor ahora, que cuando era joven, ese sentimiento de rebasar otra década. También recuerdo los motivos que propiciaron mi única crisis de edad a los 25 años. Hace poco estuve en una conferencia de mujeres para firmar ejemplares de mi más reciente libro, y durante la firma, varias mujeres de todas las edades me confesaron que tenían miedo de envejecer. Desde las más jóvenes que tenían apenas 22 años, hasta las que me superaban en edad, a los 60 o más. A continuación, comparto contigo lo que en mi opinión esconde el temor a cumplir cierta edad —que tiene poco que ver con los años—, y lo que podemos hacer para subyugarlo.
1. Temor a perder la belleza física. Cuando equiparamos la belleza con la juventud física, entonces surge el temor a las arrugas, la flacidez, las canas y todo aquello que relacionamos con una edad avanzada. Si creemos que la belleza solo se refleja mediante una piel tersa, entonces tenemos la batalla perdida de antemano. La manera de contrarrestar esta creencia es cambiando nuestro concepto personal y, consecuentemente, colectivo de lo que representa la belleza. Si valoramos nuestra evolución personal, entonces podremos disfrutar de cada nueva década, una construida sobre el aprendizaje adquirido en la década anterior. Esto eleva la autoestima, lo cual impide que nos afecten los complejos y los cambios por el paso del tiempo.
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2. Temor a los achaques o a caer enferma. La verdad es que afrontar los primeros achaques propios de la edad no es cosa fácil. Pero, afortunadamente, podemos tomar la iniciativa en lugar de esperar a que nos sobrevengan las dolencias; lo mejor es agarrar el timón de nuestro bienestar físico. Esto no significa que jamás vayamos a caer enfermas, pero sí que estaremos bien informadas de nuestro estado de salud y siempre preparadas para afrontar cualquier dolencia. Para ello, recomiendo hacerse los chequeos de rigor sin perderse ninguno; eliminar los hábitos nocivos para la salud, como fumar o beber alcohol en exceso; y llevar un régimen alimenticio saludable, así como hacer ejercicio regularmente, manejar el estrés y dormir lo suficiente.
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