Guadalupe Pineda, sinceridad y pasión
La cantante mexicana será galardonada por los premios Latin Grammy.
El Universal/ZUMAPRESS.com
Guadalupe Pineda en una presentación en el Palacio de las Bellas Artes, 2012
Desde el principio de su carrera en su Guadalajara natal, Guadalupe Pineda se negó a negociar con los parámetros comerciales de la industria musical. Participó en grupos experimentales y adoptó con entusiasmo el estilo de la nueva trova. Su sinceridad y pasión fueron recompensadas en 1984, cuando el sencillo “Yolanda”, himno romántico del trovador cubano Pablo Milanés, se convirtió en un éxito gigantesco a través de México.
De ahí en más, Pineda explotó con elegancia su talento para identificar canciones inolvidables, ya sea de la tradición ranchera, boleros clásicos, balada, o hasta canciones de ópera o francesas. Recientemente, se asoció con Tania Libertad y Eugenia León para una serie de conciertos que tuvieron una inmensa aceptación. Este año, a los 62, recibirá el Premio a la Excelencia Musical otorgado por la Academia Latina de la Grabación durante la ceremonia de entrega de los Latin Grammy.
AARP en español habló con Pineda sobre sus inicios en la música y el secreto de sus más grandes éxitos.
Esa voz que tiene usted, ¿la cultivó con clases de canto o es autodidacta?
Con clases de canto durante toda la vida. Todavía hoy, estudio técnica de bel canto con una queridísima maestra polaca –Jalina Lash, cantante de ópera– que tiene 94 años pero es muy joven de corazón.
¿Cómo fueron los años bohemios, cuando empezaba su carrera presentándose en cafés y universidades?
Era una época de grandes ideales. Conocíamos la situación política de Argentina, Chile, Uruguay —y después Nicaragua— lugares donde estaban sucediendo cosas terribles. Y cuando llegó la gente exiliada, con su canto y poesía, nos enamoramos de aquella lucha; nos hicimos solidarios con toda la gente que peleaba allá. Como yo era estudiante de sociología en la Universidad Autónoma de México, coincidía plenamente con esos sueños. Fue una época hermosa de mi vida, que me marcó para siempre.
¿Por qué cree que el público conectó tan intensamente con su versión de “Yolanda” en 1984?
Creo que fue la voz, la letra, el arreglo musical tan bonito de Tino Geiser, el momento en que la canté. Confluyeron muchos factores. Jamás esperé que se vendieran un millón y medio de discos, sólo de esa canción. Ese LP, Te amo, traía “El unicornio azul” de Silvio Rodríguez, “Contigo en la distancia”, una composición mía que se llama “Niña color tabaco”. Era un conjunto de canciones muy diferente: una mexicana, boleros, baladas. Pero la canción fuerte fue “Yolanda”. Creo que la canté con un sentimiento tan profundo, que quizás por eso trascendió con un público más amplio.
En su momento, ¿se sintió apabullada por el éxito?
Fue una gran sorpresa. La verdad que no me lo esperaba. Pero jamás perdí los pies bien puestos en la tierra, porque me costó tanto trabajo llegar a que la gente reconociera mis canciones. No sentí nada más que la fortuna de haber triunfado en lo que yo confié. No cambié mi canto ni mis creencias para poder vender discos.
En 1991 sale Costumbres, un disco perfecto por donde se lo mire. ¿Por qué ese trabajo tiene una magia tan particular?
Porque tiene un ingrediente muy especial. Yo venía de una ruptura en mi vida personal; estaba pasando por un momento fuerte. Creo que cuando grabé el tema “Costumbres”, quizás se siente el dolor que estaba sintiendo en ese momento. Además, el argentino Tino Geiser, mi productor de cabecera por un tiempo, captaba perfectamente lo que yo traía en la voz, y hacía unos arreglos de cuerdas espectaculares.
Me encanta cuando un artista explora géneros nuevos. ¿Cómo se le ocurrió grabar discos de arias de ópera, y de canciones francesas?
Pues, por atrevida que soy [risas]. El disco de ópera fue por consejo de mi maestra. Me sugirió dejar un testimonio de lo que hago en mis clases de bel canto. El concepto de Francia con sabor latino surgió porque se me metió la idea de interpretar los clásicos franceses, las grandes canciones de Edith Piaf, Charles Aznavour y Michel Legrand, pero con ritmos latinos. Quedó tan hermoso que me dieron un reconocimiento en París, el Grand prix. Yo creo que uno vive gracias a esas locuras. Es como tomar oxígeno. No me quiero encasillar en la normalidad.
Usted tiene un instinto letal para encontrar grandes canciones en todos los géneros. ¿Cómo hace para no intimidarse cuando llega la hora de componer su propio material?
No se crea... Soy muy autocrítica, muy dura conmigo misma. Por eso no he grabado más canciones mías, habiendo tantos compositores que dicen las cosas tan bien. El único valor que tiene componer lo propio es que es uno el que lo hace, uno mismo que saca sus sentimientos hacia afuera. Pero a veces, aparece el pudor. Me quedo calladita y guardo mis cosas. Hay algunas canciones que todavía no he logrado terminar.
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