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‘Frantz’: El dolor de la ausencia

Un ‘remake’ que es mejor que la suma de sus partes.

DIRECTOR: François Ozon
GUION: François Ozon y Philippe Piazzo (basado en la película Broken Lullaby dirigida por Ernst Lubitsch) 
ELENCO:
Paula Beer, Pierre Niney, Anton von Lucke, Ernst Stötzner, Marie Gruber, Johann von Bülow, Cyrielle Clair  y Alice de Lencquesaing
DURACIÓN: 113 minutos 

En Frantz, la combinación de fotografía a color y en blanco y negro cuenta su propia historia —y es más esencial a su mensaje que el argumento mismo—. Los tonos sombríos con los que arranca capturan perfectamente el ambiente emocional de su ubicación: Alemania a un año de la Primera Guerra Mundial. No hace falta decir más. La humillación de la derrota se transpira en cada escena. El sufrimiento del pueblo germano queda establecido de un plumazo. Si hubiera falta decir más, el negro que predomina en la vestimenta de la población (en su mayoría, mujeres jóvenes y ancianos), cuenta el resto. La muerte de cientos de miles de hombres jóvenes ha dejado a Alemania en luto y con un importante desequilibrio demográfico. El dolor de la ausencia flota en el aire; empezando con su título. Frantz es el nombre del protagonista que ha muerto en combate. El recuerdo de Frantz será la fuerza centrífuga que conduzca la acción y el proceder de los personajes.

Ubicada en Quedlinburg en 1919, nada excepto la fotografía en blanco y negro nos indica que en el pintoresco pueblito por el que camina Anna cargando flores, habitan los futuros verdugos de Europa. Anna se dirige —naturalmente— a un cementerio. En el camino, la guapa joven vestida de negro de la cabeza a los pies, recibe el piropo de un muchacho. Nada inusual, excepto que al muchacho le falta un brazo. Estos pequeños detalles se anuncian no solo como recuerdos amargos del pasado inmediato, sino como portentos —que podemos entender sólo como espectadores contemporáneos— de un siniestro futuro. Es con estas pequeñas pinceladas visuales que el director François Ozon va pintando a la vez un paisaje psicológico. Anna deja su ofrenda ante la lápida de Frantz Hoffmeister, quien fuera su prometido. Un detalle al parecer insignificante llama su atención: hay otras flores frescas en la tumba. Cuando pregunta al cuidador del cementerio, este le indica con desprecio que fue un francés quien las dejó ahí y escupe en la tierra. Francia es el gran enemigo que está en el pensamiento de todos.

Una escena de la película en blanco y negro, Frantz

Cortesía de Frantz

Una escena de la película en blanco y negro.

Anna vive con el Dr. Hans Hoffmeister y su esposa, Magda, los padres de su prometido. Además del espacio físico, todos comparten la tristeza por la pérdida del ser amado. El doctor además alimenta un feroz odio por los franceses, a quienes culpa de la muerte de su hijo. Cuando Adrien (el francés que visitaba la tumba de Frantz) trata de acercarse a los Hoffmeister, el doctor lo rechaza terminantemente. Anna, sin embargo, siente curiosidad por el joven y la relación que haya podido tener con Frantz. Adrien le dice que conoció a su prometido antes de la guerra, cuando este estudiaba en París. Poco a poco, Anna y Magda van venciendo la resistencia de Hans y permiten que Adrien los visite y comparta sus recuerdos de Frantz con ellos. Contrario al uso convencional, Ozon recurre a la fotografía a color para ilustrar el pasado de Adrien en París con su amigo. Como todas las pistas visuales que nos va dando Ozon, la elección del color conlleva un mensaje intrínseco que solo entenderemos a medida que avanza la trama. Entre Adrien y Anna comienza a darse también una relación especial.

Frantz es el remake de Broken Lullaby (Dir. Ernst Lubitsch, 1932) y Ozon juega con los elementos que determinaban irremediablemente a la original. La fotografía en blanco y negro era la única opción que teníua Lubitsch a la mano en su época. Ozon, por el contrario, elige el blanco y negro para transmitir un nuevo mensaje. Además, Lubitsch, un alemán, narraba la historia desde el punto de vista francés. Ozon, un director galo, opta por mostrar la visión germana. Ozon sabía que pretender hacer de Frantz un retrato fiel al original no era solamente absurdo, sino carente de mérito artístico, y opta por crear lo contrario: una versión espejo de la cinta de Lubitsch. Frantz se debe ver en esta modalidad de un juego de guiños al pasado que un público contemporáneo conocedor de cómo acabará la historia que comenzó después de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. Sabemos ahora las consecuencias de los humillantes términos impuestos en el tratado de Versalles en los que los aliados sellaron su victoria sobre Alemania, que incluyeron adjudicar al segundo Reich toda la responsabilidad moral y material de la guerra, y pedir que Alemania renunciara a vastas extensiones territoriales y pagara exorbitantes indemnizaciones económicas a los países victoriosos.

Ozon tiene la audacia —y el talento— para hacer una copia opuesta a Broken Lullaby. Hay que estar atentos a los detalles más sutiles que muestran que Frantz es mejor que la suma de sus partes, y que Ozon es un gran director.