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Estrellas de cine: Sharon Stone, Jane Fonda y Alfre Woodard

Tres íconos que han cambiado las reglas del juego y superado la despiadada discriminación por edad de Hollywood.

In English | En una tarde perfecta en california a principios de la primavera, Sharon Stone y Alfre Woodard se encuentran absortas en una conversación extensa que salta de los tratamientos limpiadores purificantes al difunto comentarista conservador William F. Buckley. Las mujeres pasan el rato en un hogar lleno de esculturas en un pequeño vecindario de Los Ángeles mientras esperan por la tercera integrante del trío. Entonces, de pronto, Jane Fonda hace su entrada, deslizándose en la habitación vestida en unos pantalones blancos ajustados a su figura, una chaqueta entallada que le hace juego y una blusa transparente de encaje que revela bastante de su escote.

"¡Dioooooos!" grita Woodard con aprobación.

"¡Mírate!", dice Stone entusiasmada, que pocos minutos después le pregunta a Fonda sobre el famoso programa de ejercicios rigurosos que desarrolló a principios de los años 1980 —especialmente en relación con su trasero—. "El tuyo se ve tan bien", dice Stone, levantando la parte de atrás de la chaqueta de Fonda y echándole una mirada admirativa al trasero firme de la actriz mayor. "He hecho tu rutina un millón de veces a lo largo de los años y mírame".

"Bueno", replica Fonda. "Tienes otras cosas".

Leading Ladies, Jane Fonda

Jane Fonda, de 78 años: "Si me hubieras dicho a los 20 o 30 años que me sentiría más feliz a los 70, te hubiera dicho: 'Estás loca'".

Y con eso, se ponen en marcha.

Reunimos a estas tres mujeres consumadas y testarudas, para hablar acerca de la idea radical de reconocer su edad en Hollywood, de buscar papeles que iluminan su sabiduría y experiencia, de las alegrías y las dificultades de mantener sus carreras a lo largo de las décadas. Posan en frente de la cámara, y la siempre enérgica Stone resume su humor colectivo alzando su puño en el aire y gritando animadamente: "¡Estamos vivas y todavía trabajamos, hijos de p---!".

De hecho, a la hora de transformar el envejecimiento, Fonda, de 78 años, Woodard, de 63 años, y Stone, de 58 años, son prueba viviente de que los años después de los cincuenta son lo que se hacen de ellos. El año pasado, Fonda fue nominada a un Premio Globo de Oro —su decimoquinto— por su actuación como una estrella dotada de un gran instinto de supervivencia en Youth, la película de Paolo Sorrentino. Y en mayo se estrenó la segunda temporada de Grace and Frankie, una serie de Netflix sobre parejas disparejas en la cual Fonda interpreta a una mujer de personalidad tipo A divorciada a una edad avanzada que abre su hogar a su amiga, una mujer de alma aventurera (protagonizada por Lily Tomlin, amiga de Fonda en la vida real), cuando sus esposos se enamoran el uno del otro. Mientras tanto, Woodard y Stone están a punto de volverse muy conocidas por el muy cotizado público aficionado de las películas de los cómics: el personaje de Woodard es una villana en la esperada serie de Marvel en Netflix, Luke Cage; Stone interpretará a una superheroína —solo revela que su poder secreto es el calor— en una película aún no nombrada, también para Marvel.

Cuando le preguntamos qué es lo que le ha sorprendido acerca de volverse mayor, Fonda afirma que se siente mucho más feliz. Es más franca y fuerte emocionalmente, y ahora tiene relaciones más estrechas con sus dos hijos —Vanessa Vadim y Troy Garity— además de con sus dos nietos, sus amistades y su novio desde hace siete años, el productor de música Richard Perry. "Si me hubieras dicho a los 20 o 30 años que me sentiría más feliz a los 70, te hubiera dicho: 'Estás loca'", dice Fonda.

La hija de Henry Fonda abandonó sus estudios en Vassar College a los 18 años para dedicarse, como él, a una carrera cinematográfica. "A los 20 años me sentía tan vieja; era una persona cínica, sin esperanzas, vagando por la vida. Lo mismo a los 30. No sabía lo que deseaba hacer. No sabía quién era". Porque ha vivido una vida de cine, parece apropiado que su epifanía sobre el volverse mayor se comenzara a gestar en la zona de carga de una camioneta repleta de vaqueros, de regreso tras haber ayudado a rodear bisontes en el rancho de Nuevo México de su entonces esposo Ted Turner, magnate de los medios de comunicación. Era el día antes de su 59° cumpleaños. "Pensé, Caramba, en un año tendré 60 años. Probablemente no viva mucho más que los 90 años. Eso significa que el año que viene será el principio de mi tercer acto".

Fonda comenta que en el teatro, el acto final es el que puede darle sentido a los primeros dos. Decidió realizar lo que ella denomina "un repaso de mi vida", dedicándole los próximos cinco años al análisis de su pasado como forma de descubrir lo que deseaba hacer próximamente. Cuando terminó sus investigaciones, su matrimonio había terminado y ella se había mudado temporalmente a la diminuta casa de su hija Vanessa en Atlanta. La dos veces ganadora de un Premio Óscar (por Klute y Coming Home), que se había jubilado como actriz en 1991, pronto escribiría sus memorias, llamadas My Life So Far, y se daría cuenta de que estaba lista para volver a actuar. Su primer papel en su tercer acto fue como la frágil archienemiga de Jennifer López en la película del 2005 Monster-in-Law. Fonda no ha dejado de trabajar desde entonces. Volverá a trabajar con Robert Redford en su próximo proyecto —su último filme juntos fue Electric Horseman en 1979— una adaptación de Netflix de la novela de gran éxito de ventas Our Souls at Night.

Leading Ladies, Alfre Woodard

Alfre Woodard, de 63 años: "La edad es lo que tú decides que sea. Yo todavía estoy viva y coleando".

De nuevo en Los Ángeles, a medida que se escuchan los sonidos desde los altoparlantes de Trombone Shorty de Nuevo Orleans, modulados por el funk, Alfre Woodard comienza a mover sus caderas al ritmo de la música. Lleva 32 años casada con el guionista Roderick Spencer y tiene dos hijos adoptivos: Mavis, de 24 años, y Duncan, de 22. Para Woodard, es lo intangible que se ha hecho patente a medida que ha envejecido. "En el primer acto eres un desastre, te basas en el instinto y la bravata", dice ella. "Ahora soy mejor en todo lo que no se puede tocar con las manos. Soy más perspicaz. Mi felicidad es más profunda y me afecto menos. He perfeccionado mi trabajo". Para enfatizar su punto sobre por qué la experiencia de la madurez le gana a la energía de la juventud, Woodard contesta la pregunta retórica: "¿Quién desearías que estuviera encargado, en una situación de emergencia, de acuatizar un avión con sus motores detenidos en el río Hudson?". "Yo desearía que fuera Sully quien lo acuatizara", dice ella. "Sin pánico. Ya ha pasado por eso. Solo hay que relajarse".

Nacida en Tulsa, Oklahoma, hija de Constance, una ama de casa y Marion, un diseñador de interiores, Woodard podría haberse dado por vencida cuando se mudó a Los Ángeles hace más de cuatro décadas y le informaron, repetidas veces, que no existían papeles en Hollywood para las personas afroamericanas. Por el contrario, se ha ganado cuatro Premios Emmy, tres de ellos por sus actuaciones como actriz invitada en varias series de televisión (The Practice, Hill Street Blues y L.A. Law) y uno por su papel estelar como enfermera de un pueblo pequeño en la aclamada película para la televisión acerca del experimento de Tuskegee sobre la sífilis, Miss Evers' Boys. (Como prueba de su don por las actuaciones magnéticas y delicadamente estudiadas, independientemente de la importancia del papel: ha sido nominada a un Premio Emmy unas 18 veces, un récord sin precedentes). Esta inmigrante a la Costa Oeste ha adoptado con gusto las actitudes californianas sobre la salud, el mantenimiento físico y la vejez. "Es eso, 'la edad se lleva por dentro'", dice Woodard, que recuerda haberse quedado estupefacta al escuchar a sus compañeros de clase durante la reunión de antiguos alumnos de su escuela secundaria para celebrar 15 años como graduados hablando como si ya hubieran pasado sus mejores años. "Había personas que hace poco habían cumplido sus 30 años y ya se estaban quejando de sus rodillas y diciendo cosas como: 'A nuestra edad...'. 'A nuestra edad', ¿qué? Soy amiga de [el actor y director] Norman Lloyd, que, por Dios, tiene 101 años, juega tenis y tiene una bella novia y compañera. La edad es lo que tú decides que sea. Yo todavía estoy viva y coleando".

Leading Ladies, Sharon Stone

Sharon Stone, de 58 años: "Pienso que no deberíamos tener que aceptar la misión de envejecer, que de repente debes vestirte con ropa pasada de moda, de colores de los caramelos de Pascua, con un peinado horrible".

Durante la hora de almuerzo, Fonda y Stone comparan sus variados trajes del día. "Un modelito blanco" es como describe Fonda su vestido de noche largo y ceñido a sus curvas, mientras que Stone en broma categoriza a su minitraje de baño de tirantes y vestido playero de gasa fina y transparente en los que posó como "un negligé con una cosita negra por debajo". La positividad de Stone es contagiosa, una clara señal de que, después de sobrevivir una emergencia médica que puso en peligro su vida, para ella lo más importante fue darse cuenta de que podía volver a reanudar su vida. En el año 2001, la estrella rubia de Basic Instinct sufrió un derrame cerebral masivo, con una hemorragia subsecuente en el cerebro que duró nueve días. Después de pasar dos años volviendo a aprender a leer, a caminar sin cojear y a hablar sin tartamudear, dice: "solo estar viva es bastante emocionante". Siete años después, Stone, que en 1996 se ganó un premio Globo de Oro y fue nominada a un premio Óscar por su actuación como una desafortunada estafadora de Las Vegas en la película de Martin Scorsese Casino, alcanzó un punto bajo en su carrera: interpretar el papel, como actriz invitada, de una fiscala adjunta del distrito en Law & Order: SVU en su undécima temporada. La experiencia no la desalentó. Stone sigue una fórmula que incluye la madurez, la confianza y la paciencia para reencaminarse profesionalmente. "Todo trata de ser coherente, mantener la calma, tener un plan y ceñirte a ese plan todos los días", dice Stone. "No tenía suficiente fortaleza para batear un jonrón. En el juego de la vida, solo es necesario poder batear sencillo tras sencillo tras sencillo".

Stone no pide disculpas por la cifra que indica su edad. "¿Qué importa? Tengo 58 años. También tengo ojos verdes. ¿Y qué?" En vez de deprimirse sobre su futuro durante una época grave de sequía en su carrera, Stone salió y ayudó a recaudar cientos de millones de dólares en la lucha contra el SIDA. "¿Fue eso menos que actuar en alguna que otra película? No tanto. Y, ¿sabes qué? Ahora estoy trabajando con [el productor y director] Steven Soderbergh [en una serie de HBO que fuerza los límites llamada Mosaic]. La marea sube y la marea baja".

Durante sus casi 25 años bajo el ojo público, Stone ha pasado bastante tiempo generando titulares en la prensa amarilla sobre sus parejas románticas. Pero a estas alturas, las dos veces divorciada actriz (madre soltera de tres hijos adoptivos: Roan, de 15 años; Laird, de 11 años; y Quinn, de 10 años) afirma que prefiere quedarse en casa antes de intentar buscarse un novio. "Por supuesto, es bastante fácil salir en citas. Pero para mí, tengo una vida tan ocupada. No deseo dedicarle tiempo a solo salir en citas o acostarme con desconocidos. En este momento me satisfacen más —física, espiritual y emocionalmente— las sonrisas, las carcajadas, una buena conversación o una mirada verdaderamente sensual", dice ella. "¿Sabes cómo es capaz de mirarte un hombre? ¿Cuando sabes que te ve de veras? No deseo estar con nadie a no ser que sea así".

Con una reputación que ha persistido hasta finales de sus 50 años, de regular y orgullosamente desnudar casi todo su cuerpo, Stone interpreta ser vista literalmente. "Pienso que no deberíamos tener que aceptar la misión de envejecer, que de repente debes vestirte con ropa pasada de moda, de colores de los caramelos de Pascua, con un peinado horrible", dice la mujer que apareció en Harper's Bazaar el año pasado luciendo esbelta y glamorosa como una estrella de cine, vestida en nada más que unos tacones de Jimmy Choo y un collar de diamantes de Tiffany, como Dios la trajo al mundo.

El cielo vespertino oscurece, y Fonda, Woodard y Stone se encuentran sentadas en sillas de director tras compartir sus animadas opiniones divergentes sobre una multitud de temas, desde las próximas elecciones presidenciales hasta las bendiciones inesperadas de la adopción. ("Puedo ser malhumorada", confiesa Stone. "No estoy segura de que difundir mi disposición hubiera sido mi mejor regalo"). Mucho después de haberse marchado el equipo de cámara, siguen conversando. Entonces, cambian de tema y hablan de cómo piensan relajarse cuando lleguen a casa. "No tomo alcohol", dice Stone, mientras que Woodard, que se ha pasado los últimos seis meses rodando una película en Nueva York, nos dice que está ansiosa por pasar tiempo con su esposo e hijos. Y Fonda, ella es de la vieja escuela. "No sé lo que van a hacer ustedes", dice ella, echando la cabeza hacía atrás y riéndose, "pero no veo el momento en el que me pueda tomar un martini con vodka".

Margy Rochlin también escribe para el New York Times y el Los Angeles Times

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