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Después de que Drew Barrymore terminara recientemente una tarde alegre —y probablemente agotadora— de bailar, dar abrazos, cantar, posar, cocinar, comer y bromear con los invitados mientras grababa un episodio de su programa de entrevistas, The Drew Barrymore Show, las cámaras en un estudio de Manhattan dejaron de rodar.
Pero el trabajo más importante de la actriz convertida en presentadora de televisión como mejor amiga de sus millones de admiradores apenas había comenzado. Era hora de adentrarse en la audiencia predominantemente femenina, con las cámaras apagadas, e iniciar una íntima conversación de corazón a corazón entre chicas.

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"Me siento perdida", dijo una mujer llorando frente al micrófono, y explicó que apenas había podido levantarse de la cama esa mañana. Barrymore corrió pasillo arriba con su perro rescatado, Douglas, se dejó caer junto a la mujer y la abrazó.
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"Eres hermosa", insistió con su característico acento del valle de San Fernando. Luego se levantó y se dirigió a las otras mujeres en el estudio. "Tenemos que sacarnos esa desagradable voz crítica de la cabeza", instó, abriéndose camino a través del grupo. "¡Odio esa voz crítica! Quiero amarme a mí misma. ¿Ustedes no?".
La audiencia se levantó y aplaudió. "¡Sí! ¡Nosotros también!".
Y sí, realmente así sucedió. Drew Barrymore —quien de niña iba a fiestas en Studio 54, cuyos problemáticos años de adolescencia se vieron plasmados en las portadas de los tabloides, quien aprovechó su imagen de chica mala para hacer películas de serie B a principios de los años 90 y posó para Playboy a los 19 años— es hoy como una sabia e inspiradora hermana para sus seguidores.

¿Y por qué no? Ha interpretado muchos papeles dentro y fuera de la pantalla. Para muchos de nosotros, siempre será Gertie, la linda niña de coletas de la icónica fantasía de Steven Spielberg, E.T. the Extra-Terrestrial, de 1982. Para otros, es la hermana mayor o la amiga alocada de sus películas de empoderamiento femenino y comedias románticas de finales de los 90 y principios de la década del 2000 (Never Been Kissed, The Wedding Singer, 50 First Dates, Charlie’s Angels).
De cualquier manera, es parte de la familia. Y ha sido un libro abierto y se ha mostrado vulnerable con el público; ha compartido detalles de su vida llena de altibajos en dos memorias (Little Girl Lost, de 1990, y Wildflower, del 2014) durante el camino que ha recorrido desde entonces hasta ahora.
Este mes, Barrymore cumple 50 años.

Pero esto no la sorprende ni la preocupa en lo más mínimo. De hecho, me dice que se siente emocionada mientras nos dirigimos tras bastidores en el centro de transmisión de CBS.
"Ellen Pompeo [de Grey's Anatomy] estuvo en el programa, y describió cumplir 50 años como obtener ese superpoder que te permite finalmente dejar de preocuparte y enloquecerte", dice Barrymore. Es un superpoder que ella codicia después de su tercer matrimonio, con el actor Will Kopelman, el cual terminó en un desgarrador divorcio en el 2016. Desde entonces, ella ha compaginado el trabajo con la crianza compartida de sus dos hijas, Olive, de 12 años, y Frankie, de 10.
"Esta última década", dice Barrymore, con un suspiro, "ha tenido muchos obstáculos".
Pero últimamente no solo ha sobrevivido, sino que ha seguido adelante y progresado. La he entrevistado cuatro veces en 20 años y me alegra informar que, a pesar de esos años de obstáculos, ha sido restaurada a lo que considero su núcleo efervescente y alegre, y, además, posee una sorprendente nueva madurez.
Ahora entre bastidores, se pone un atuendo morado, verde y fucsia, un conjunto extravagante que es una mezcla entre Sex and the City y Dr. Seuss. Alguien pone una canción melancólica de Gigi Perez.
"¡Esta es mi canción favorita!", exclama saltando, a pesar de llevar tacones. "¡Sube el volumen!".
Mientras besa a su cachorro, Douglas, Barrymore posa de manera casual, como una profesional consumada que lleva el mundo del espectáculo en las venas, ya que, de hecho, así es.

Nacida en el seno de la dinastía de actores británico-estadounidense Barrymore (a la que también pertenecen su tío abuelo Lionel; su tía abuela Ethel; su padre, John Drew; y muchos más), Drew tenía un don innato. Filmó su primer comercial (que promovía comida de cachorros) antes de cumplir un año. Sin embargo, tuvo una infancia fragmentada y sus padres a menudo eran negligentes. Se separaron antes de que ella naciera, y su madre, Jaid, una rebelde aspirante a actriz, crio a Drew con pocas reglas y muchas fiestas. Su papá, un hombre adicto que murió en el 2004, estuvo ausente la mayor parte del tiempo.
Su crianza y el éxito repentino y épico de E.T. la llevaron a tener un problema de alcoholismo a los 11 años y sufrir una adicción a las drogas a los 12. A esto le siguió una estadía en un centro de rehabilitación, un intento de suicidio y luego, 18 meses en el pabellón psiquiátrico del Hospital de Salud Mental de Van Nuys.
"Creo que pensaba que era una chica mala", dice ahora.
Para cuando Barrymore tenía 15 años, ya había salido del hospital y era una menor emancipada que vivía sola en Los Ángeles. También era una estrella de cine fracasada y no podía encontrar trabajo, así que "cambió la narrativa", dice, y transformó su imagen en la pantalla de linda a sexi y peligrosa, en películas como Poison Ivy.
"Eso fue divertido por un rato", reflexiona, "y luego pensé: 'OK, ¿y ahora qué?'".
En 1995, a los 20 años, Barrymore tomó las riendas de su carrera y cofundó la compañía de producción Flower Films con su amiga (quien más tarde se convertiría en esposa de Jimmy Fallon) Nancy Juvonen. Juntas, las mujeres han producido una gran cantidad de éxitos de taquilla (Never Been Kissed, de 1999, y dos películas de Charlie’s Angels) y el reciente éxito de televisión Santa Clarita Diet, en los que Barrymore ha interpretado papeles sustanciosos de mujeres peculiares, encantadoras y atrevidas.
"Steven Spielberg y Flower Films fueron dos enormes puntos de inflexión en mi vida", dice ella. "El tercer y más grande punto de inflexión para mí fue tener hijos".
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