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En el cuerpo humano encontramos músculos, huesos, sangre y órganos. Pero... ¿plástico?
A medida que los plásticos se han ido convirtiendo en una parte central de la vida, los profesionales de la salud se han vuelto cada vez más cautelosos sobre los niveles de pequeñas partículas de plástico, llamadas microplásticos, que se encuentran en nuestro cuerpo. Los microplásticos son más pequeños que una semilla de sésamo. Las nanopartículas de plástico son aún más pequeñas, lo suficientemente pequeñas como para entrar en las células del cuerpo.

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Estudios recientes las han hallado en órganos internos, como los pulmones, los riñones, el hígado y la vejiga, entre otros. Un nuevo estudio en Nature Medicine encontró niveles alarmantes en el cerebro de personas que murieron con y sin demencia.
Durante las autopsias, los investigadores encontraron niveles más altos de partículas de plástico en las muestras de cerebro que en las muestras de hígado y riñón, entre siete y 30 veces más altos. Y el tejido cerebral de personas que murieron más recientemente, en el 2024, tenía un 50% más de plástico que el de personas que habían muerto ocho años antes, en el 2016. El peso total se estimó en siete gramos, aproximadamente el peso de una cucharita de plástico pequeña.
"Aún no me he encontrado con un solo ser humano que diga: 'Hay un montón de plástico en mi cerebro y eso no me preocupa para nada'", dijo en un comunicado de prensa Matthew Campen, profesor de Ciencias Farmacéuticas en la Universidad de Nuevo México y autor principal del estudio de Nature Medicine.
Los investigadores dicen que parecería que los niveles más altos que se vieron en el 2024 con relación al 2016 reflejan el aumento en la producción global de plástico. Algunos microplásticos provienen de la descomposición de artículos de plástico más grandes, como ropa sintética y envases de alimentos, mientras que otros se crean pequeños, como las microesferas que se añadían a los productos de belleza antes de que entrara en vigor la prohibición del Gobierno de Estados Unidos en el 2019. Las diminutas partículas pueden entrar al cuerpo a través del aire que respiramos, la comida que comemos, el agua que bebemos o el contacto con la piel.
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