Según un estudio, los niveles de actividad en la madurez de la vida están relacionados con el riesgo de padecer demencia en el futuro
La interacción intelectual y física a los cuarenta y tantos años podría proteger el cerebro décadas después.
In English | Al parecer, mantenerse activo tanto física como mentalmente durante los cuarenta protege el cerebro décadas después, según un nuevo estudio publicado en la revista Neurology (en inglés).
El estudio, que ha sido reconocido por su larga duración, hizo seguimiento por 44 años a 800 mujeres suecas cuya edad promedio era 47 años. Al principio del estudio, las participantes llenaron un cuestionario detallado sobre sus actividades diarias, desde pasatiempos hasta salidas al teatro, quehaceres domésticos y ejercicio. Luego se les asignó un puntaje alto o bajo en dos campos: actividad mental y física.
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Los resultados: las participantes a quienes se les atribuyó un nivel de actividad mental alto fueron un 46% menos propensas a tener la enfermedad de Alzheimer y un 34% menos propensas a tener demencia en general que las participantes en el grupo de baja actividad. Las mujeres más físicamente activas fueron un 52% menos propensas a tener un tipo de demencia asociada con las enfermedades cerebrovasculares y un 56% menos propensas a tener demencia en general que las mujeres en el grupo clasificado como de menor actividad física.
La autora del estudio, la Dra. Jenna Najar del Instituto de Neurociencias y Fisiología de University of Gothenburg en Suecia, reconoció que “una limitación importante” de este trabajo “es que las actividades solo se evaluaron al principio del estudio, y todas las participantes fueron mujeres suecas, lo cual hace que sea difícil generalizar los resultados a otros grupos de población a nivel mundial”.
Pero Najar ajustó los resultados para tener en cuenta aspectos como tener la presión alta, tener diabetes y fumar cigarrillos, que podrían haber afectado los riesgos individuales de las participantes de padecer demencia. Najar y su equipo también volvieron a calcular los resultados luego de excluir a mujeres que comenzaron a padecer demencia hacia la mitad del estudio, para descartar la posibilidad de que ellas estaban en una etapa muy inicial de la demencia cuando empezó el estudio, que ya podría haber estado limitando su participación en actividades.
Si bien los resultados indican que los niveles de actividad tanto física como mental podrían afectar la salud cognitiva más adelante —Najar mencionó que la actividad física podría reducir las probabilidades de padecer demencia vascular en particular—, las conclusiones del estudio también demuestran cómo los efectos de los dos tipos de actividades son diferentes. Como dijo Najar: “Descubrimos que las actividades mentales a los cuarenta años, como leer un libro, resolver crucigramas, cantar o ir a conciertos, para nombrar algunas, redujeron el riesgo de demencia y de la enfermedad de Alzheimer, sin importar qué tan físicamente activas fueron las mujeres. Por otro lado, la actividad física a los cuarenta redujo el riesgo de los tipos de demencia más vasculares, sin importar qué tan mentalmente activas fueron las mujeres”.
Estas investigaciones de observación refuerzan los resultados de otros estudios publicados hace poco. En University of Washington, los investigadores analizaron cómo el haber hecho ejercicio durante años podría ayudar a eludir el daño cerebral en aquellas personas que tienen un gen que aumenta su riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer. Los especialistas dicen que el reto continuo de investigación es encontrar el mecanismo que conecta estos factores de estilo de vida durante los cuarenta a efectos protectores específicos en el cerebro. Determinar qué es lo que afecta los cambios cognitivos asociados con el envejecimiento en comparación con lo que previene enfermedades como la de Alzheimer, y lo distintos que son estos dos aspectos, también son grandes interrogantes.
Si bien el mensaje no es nuevo, los resultados de este estudio ofrecen “un mensaje de confirmación y pruebas adicionales sobre la validez de la idea de mantenerse cognitiva y físicamente activo para prevenir los efectos cognitivos del envejecimiento”, dice el neurólogo Ron Petersen, director del Centro de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer y del Estudio sobre el Envejecimiento de la Mayo Clinic en Rochester, Minnesota. Petersen menciona que el Global Council on Brain Health (Consejo Mundial sobre la Salud Cerebral), de AARP, al cual pertenece, descubrió hace poco que había suficiente consenso científico para recomendar que las personas de mediana edad realicen actividades físicas y mentales con el propósito explícito de mejorar su futura salud cognitiva.