Vida Sana
Se sabe que la meditación y otras prácticas de conciencia plena pueden ayudar a tranquilizar una mente agobiada. Ahora la ciencia por fin ha confirmado lo que los adeptos de esta práctica han intuido desde hace siglos: la meditación también puede contribuir en gran medida a aliviar muchas enfermedades.
¿Pero cómo? Se debe a que "toda enfermedad crónica está estrechamente vinculada al estrés", afirma el psiquiatra James S. Gordon, fundador y director de The Center for Mind-Body Medicine (en inglés) en Washington D.C., y autor del libro Transforming Trauma: The Path to Hope and Healing. "Si se puede reducir el estrés, se puede lograr algún cambio —a veces un cambio grande, a veces pequeño, pero casi siempre algún cambio— en cualquier enfermedad crónica".
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Gordon menciona como ejemplos la hipertensión arterial, la diabetes, los síndromes de dolor y la artritis. La meditación también puede ayudar a aliviar los síntomas, agrega él. "Sea cierto o no que la meditación puede prolongar la vida de alguien con cáncer, no cabe duda de que reduce el dolor y las náuseas o vómitos que acompañan la quimioterapia. La meditación mejora su estado de ánimo y reduce su ansiedad".
Corazón sano
Las investigaciones le dan la razón a Gordon. En un estudio realizado en el Benson-Henry Institute for Mind Body Medicine (afiliado de Harvard University, enlace en inglés), los adultos mayores con casos de hipertensión sistólica aislada que son difíciles de tratar tuvieron más probabilidades de poder controlar su presión arterial si recibieron capacitación en respuestas de relajación. (De hecho, algunos lograron reducir o incluso eliminar su necesidad de tomar medicamentos).
En el 2020, a raíz de un análisis de los datos (en inglés) de más de 61,000 encuestados —realizado cada año por el Centro Nacional de Estadísticas de Salud, y publicado en la revista American Journal of Cardiology—, los investigadores hallaron que las personas que meditaban presentaban menores índices de colesterol alto, presión arterial alta, diabetes, derrame cerebral y enfermedad coronaria, en comparación con quienes no meditaban.
Además, se mostró que un programa de ocho semanas de duración, consistente en la meditación diaria de conciencia plena, logró reducir el temor a la actividad física que muchas veces afecta a los sobrevivientes de ataques cardíacos, según una investigación presentada este año ante un congreso virtual de la European Society of Cardiology. En este estudio se comparó a un grupo de sobrevivientes de ataques cardíacos que practicaron la meditación de conciencia plena durante 15 minutos cada día, frente a un grupo homólogo de sobrevivientes que no meditaron. Ya para la cuarta semana, los participantes del grupo meditador sentían menos miedo de moverse —y, para la octava semana, informaban de una mayor calidad de vida— que aquellos que no meditaron.
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