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Cómo es recibir la vacuna contra la COVID-19

Estos son algunos de los primeros trabajadores de la salud que recibieron la vacuna.

En orden de las manecillas del reloj, James Allen, OSU;Les McKinney; Stephen Hartsell, y dr. Luti Kashimawo recibiendo la vacuna de la covid

Cortesía de James Allen, OSU; Les McKinney ; Stephen Hartsell, Dr. Luti Kashimawo; AARP

Algunos de los primeros en recibir la vacuna contra la COVID-19, desde arriba a la izquierda en el sentido de las agujas del reloj: James Allen, Les McKinney, Stephen Hartsell, Luti Kashimawo

In English | Cuando Lena Napolitano fue seleccionada como una de las primeras personas en recibir la vacuna contra la COVID-19 en University of Michigan Medicine en Ann Arbor, sintió como si se hubiera ganado la lotería. La sala estalló en aplausos cuando la cirujana y médica de cuidados críticos de 63 años levantó ambos pulgares en señal de aprobación.

En medio del júbilo, en seguida empezó a pensar en sus pacientes en la unidad de cuidados intensivos que luchaban por sobrevivir y en sus colegas que continuaban luchando por salvarlos. Napolitano y otros trabajadores de la salud de alto riesgo en todo el país hicieron historia la semana pasada cuando recibieron la primera ronda de vacunas de Pfizer contra la COVID-19. Muchos más recibirán esa vacuna —o la recientemente autorizada vacuna de Moderna— en los próximos días. Esta noticia llega en un momento en el que los casos de coronavirus en el país se han disparado y el número de muertes está ya muy por encima de 300,000.


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La mayoría de los adultos mayores que disfrutan de buena salud en general pueden tardar meses en recibir la vacuna. Una junta asesora de los CDC recomienda que a continuación se dé prioridad de vacunación a los adultos de 75 años o más, una vez que las rondas iniciales hayan sido asignadas a ciertos trabajadores de la salud y a residentes y personal de los hogares de ancianos. Pero muchos de quienes están recibiendo las primeras vacunas son trabajadores de la salud mayores. Después de más de nueve meses de combatir el virus, son muy conscientes de la magnitud de este momento.

“Tuve una sensación de alivio y me sentí honrada”, dijo Linda Lawson, de 59 años, vicepresidenta adjunta de Enfermería de University of Florida Health en Jacksonville, después de recibir la primera inyección. “Es el principio del fin de esta horrible, terrible pandemia. Y estoy muy orgullosa de participar”.

Para los trabajadores de la salud, este año ha estado plagado de pérdidas, compañeros enfermos, fatiga emocional, horarios extenuantes, estrés y la alteración drástica de sus vidas y de las vidas de sus familias. Lo que ha empeorado aún más la terrible situación para muchas personas ha sido la inserción de la política en las áreas de la ciencia y la salud pública.

Luis Angel, un especialista en medicina pulmonar de Langone Health en New York University, vio cómo su hospital se paralizaba debido a una avalancha de pacientes “totalmente sin precedentes” en marzo, abril y mayo, de los cuales casi el 35% fallecieron. Él sospecha que en los libros de historia el año 2020 será recordado en la medicina por dos cosas: el “mayor fracaso en salud pública”, ya que casi 20 millones de personas se contagiaron de COVID-19 en EE.UU., “seguido del logro más grande” gracias al rápido desarrollo de las vacunas.

Angel, de 55 años, fue una de las primeras cuatro personas vacunadas en su hospital. Dijo que se vacunó para poder continuar cuidando de sus pacientes habituales, muchos de los cuales son inmunodeprimidos, pero también porque considera que vacunarse es un acto de patriotismo.

Ese sentido del deber también impulsó a Les McKinney, de 61 años, quien como director de servicios ambientales supervisa la limpieza, lavandería y mantenimiento en Good Samaritan Society – Sioux Falls Village, un hogar de ancianos en Dakota del Sur. Es cierto, aún necesita un corte de pelo y echa de menos a sus nietos, pero este momento en la guerra contra la COVID-19 era más importante que él.

“Solo podía pensar que este era el primer paso para librarnos de este azote, y yo estaba haciendo la parte que me correspondía para erradicarlo”, dijo. “Todo el mundo debe hacer su parte para detener esto”.

El esfuerzo para liderar con el ejemplo

La tarea de determinar quiénes serían los primeros en recibir la vacuna recayó primero en comités hospitalarios multidisciplinarios y líderes estatales y locales, con recomendaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Además de querer dar prioridad a las personas con el mayor riesgo de exposición —aquellos que trabajan en unidades de COVID-19, unidades de cuidados intensivos o salas de emergencias, por ejemplo—, debían tener en cuenta que la cobertura de los medios ayudaría a difundir un mensaje positivo en favor de la vacuna. Eso significaba incluir de manera deliberada a personas de distintas razas y con antecedentes comunitarios y puestos de trabajo diversos en varios grupos de edades.

Stephen Hartsell, un médico de emergencias de University of Utah Health en Salt Lake City, fue uno de los primeros en recibir la vacuna. Se sintió algo culpable por ello.

“Me sentí mal por recibir la vacuna primero al ser un hombre blanco en un cargo de liderazgo”, dijo Hartsell, de 67 años. Pero por otro lado queríamos demostrar a otros empleados y a los miembros marginados de la comunidad —quienes a menudo acuden en grandes números a las salas de emergencias, que constituyen su red de seguridad para recibir atención médica— que “no estábamos pidiéndoles a las personas que hicieran algo que no estábamos dispuestos a hacer nosotros”.

La vacuna se administra en dos dosis, con 21 días de diferencia en el caso de la vacuna de Pfizer y 28 días para la de Moderna. Antes de que estas primeras personas hubieran recibido la inyección inicial, ya habían programado su segunda dosis.

Algunos mencionaron un dolor en el brazo después de recibir la inyección, pero dijeron que no fue peor que una vacuna contra la gripe, y fue menos doloroso que la vacuna contra el tétano. Randi Schaeffer, de 66 años, no pudo decir con seguridad si la vacuna le causó cansancio, ya que, como vicepresidenta interina de Enfermería del Sanford Bismarck Medical Center en Dakota del Norte, está siempre agotada por trabajar hasta 12 horas diarias.

Luti Kashimawo, de 57 años, líder de sección y directora médica de la unidad de cuidados intensivos pediátricos del Ochsner Hospital for Children en Nueva Orleans, se despertó a la mañana siguiente con un ligero dolor de cabeza y dolor corporal leve, pero “después de tomarme un Tylenol y darme una ducha caliente, estaba lista”.


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Y James Allen, un médico de atención pulmonar crítica de 62 años del Wexner Medical Center de Ohio State University en Columbus, hubiera preferido tener más efectos secundarios aparte del dolor en el brazo. Los efectos secundarios son el resultado de la activación del sistema inmunitario, explicó, e “indican que la vacuna está haciendo lo que tiene que hacer”. Allen quiere disipar las preocupaciones que existen sobre las vacunas contra la COVID que están siendo distribuidas en todo el país, y no es el único.

“La labor de desarrollar estas vacunas ha requerido mucha inteligencia, dedicación y cuidadosa consideración”, dijo Trish Kritek, de 50 años, médica de atención pulmonar y cuidados críticos en el Medical Center de University of Washington en Seattle, donde trabaja en la unidad de cuidados intensivos. “Sé que las personas están preocupadas porque les parece que esto ha ocurrido muy rápido, pero llevamos décadas trabajando en el proceso científico utilizado para crear estas vacunas”.

Al mismo tiempo, muchos de los trabajadores de la salud que recibieron las primeras vacunas advierten que todavía no hemos visto el fin de la COVID-19. En primer lugar, suficientes personas tienen que ser vacunadas para producir un cambio, y eso llevará tiempo. Y todavía no está claro si alguien que recibe la vacuna genera inmunidad para contraer un caso asintomático que pueda transmitirse a otras personas.

Por todas estas razones, los CDC y quienes han recibido la vacuna dicen que continúa siendo importante usar una mascarilla, lavarse las manos, practicar el distanciamiento social y actuar con precaución, especialmente en momentos en que el número de casos, hospitalizaciones y muertes continúa aumentando. “Voy a hablar con mucha franqueza: continuamos en una pandemia muy peligrosa y de riesgo mortal... ¿Por qué bajar la guardia ahora?”, dijo Napolitano, de University of Michigan.

Su centro médico recibe a “los enfermos más graves” derivados de todo el estado y de otros lugares, como Ohio e Indiana, dijo. Cuando ve las camas de la unidad de terapia intensiva colmadas de pacientes de COVID-19 que están “al borde de la muerte”, sabe que todavía nos queda mucho camino por recorrer.