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Inmunidad al coronavirus: ¿cómo influye tu edad?

La COVID-19 nos hace ver la importancia de mantener nuestro sistema inmunitario fuerte.


spinner image Una  enfermera le toma la temperatura a una paciente
GETTY IMAGES

Términos que debes conocer

  • Inmunosenescencia: tendencia natural al deterioro del sistema inmunitario a medida que envejecemos.
  • Proceso inflamatorio debido a la edad: tendencia natural hacia un aumento de la inflamación a medida que envejecemos.
  • Células T: glóbulos blancos que atacan a los virus.
  • Células B: glóbulos blancos que producen anticuerpos para combatir la infección.
  • Células de memoria: células T que "recuerdan" los virus del pasado y nos dan inmunidad ante ellos.
  • Células ingenuas: células T que se "enseñan" a sí mismas a luchar contra nuevos virus, como el coronavirus.
  • Citocinas: pequeñas moléculas proteínicas liberadas por una variedad de células del cuerpo que ayudan a regular la respuesta inmune y la inflamación. Cuando el sistema inmunitario no está regulado, el cuerpo puede sobreproducir citocinas, causando inflamación y enfermedades.
  • Miocinas: compuestos antiinflamatorios liberados por los músculos que refuerzan el sistema inmunitario.

El 3 de abril, el Washington Post publicó una buena noticia sobre la COVID-19. Un hombre llamado William "Bill" Lapschies celebraba su cumpleaños y su completa recuperación del nuevo coronavirus. Se enfermó a principios de marzo y fue uno de los primeros casos confirmados en Oregón. El 1.º de abril, lejos de ser una broma, sus médicos lo declararon libre del virus.

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GETTY IMAGES

Bill Lapschies tiene, y seguirá teniendo, 104 años.

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Mientras tanto, también el 1.º de abril, se supo que Adam Schlesinger, compositor del grupo de rock Fountains of Wayne, murió por complicaciones de la enfermedad. Tenía 52 años, exactamente la mitad de la edad de Bill Lapschies.

Todos los grandes grupos estadísticos tienen valores atípicos, pero en una pandemia que afecta sobre todo a los adultos mayores, estas dos historias nos plantean algunas preguntas muy importantes: ¿cómo sobrevivió Bill? ¿Por qué murió Adam? ¿Qué factores hacen que algunos de nosotros estemos en mejor condición, en cuanto a la inmunidad, que otros, sin importar la edad? ¿Qué significa si, por ejemplo, tu pareja o tu hijo se enferman y tú no, o viceversa?

Sabemos que el funcionamiento de nuestro sistema inmunitario disminuye con la edad. Los médicos lo llaman inmunosenescencia. Es lento e insidioso; piensa en una foto tuya de hace 10 años en comparación con una tomada esta tarde.

"Se ven cambios en la cara, la piel y el color del pelo", dice el Dr. Insoo Kang, profesor adjunto de medicina y director de alergias, inmunología y medicina interna de Yale School of Medicine. "Lleva tiempo. Es el mismo proceso con tu sistema inmunitario".

Kang ha estado estudiando el envejecimiento de los seres humanos durante 20 años. "Las células inmunes, especialmente las células T CD8+ [un tipo de glóbulo blanco], cambian con el envejecimiento. Vemos menos células T CD8+ ingenuas, que son necesarias para reconocer los nuevos microorganismos que aparecen como la enfermedad producida por el virus, la COVID-19. En cierto modo, le pasa a todo el mundo, pero no al mismo ritmo".

La diferencia en la tasa de deterioro entre los individuos es uno de los grandes misterios de la ciencia. El sistema inmunitario es complejo, pero la mayoría de nosotros entendemos lo básico: nuestro cuerpo detecta un intruso —un virus, una bacteria, un parásito o un objeto extraño— y produce glóbulos blancos para combatir el problema. La cantidad de estas células que produces, digamos, a los 73 años frente a cuando tenías 45 es la pregunta del millón, y también es la raíz de la pandemia de la COVID-19: ¿cómo sobrevive un hombre de 104 años cuando una persona de la mitad de su edad, o más joven, no lo hace?

Afortunadamente, no estaremos por siempre en medio de una pandemia. Pero podemos usar esta para entender cómo nuestro sistema inmunitario se deteriora con la edad, y cómo podría ser posible frenar el declive y aumentar nuestras reservas inmunológicas para la próxima vez que nos enfermemos.

Efecto del envejecimiento número 1: menos células inmunes

Nuestro cuerpo simplemente no produce tantas células inmunes a medida que envejecemos, dice el Dr. Atul Butte, distinguido profesor de epidemiología, bioestadística y pediatría de la University of California en San Francisco. "Y nadie sabe realmente por qué".

Butte trabajó con un equipo de expertos en una extensa investigación de 242 estudios de inmunidad que revelaron patrones de cómo nuestro sistema inmunitario cambia a medida que envejecemos. Ciertas células inmunes clave, las células B y T, que son las que combaten el virus, se reducen en número con la edad. Por ejemplo, poseemos dos tipos diferentes de células T: células "de memoria" que han encontrado un determinado patógeno y "recuerdan" cómo combatirlo, y células "ingenuas" que todavía no han combatido nada. "Hemos visto especialmente que el número de células T ingenuas parece ser menor a medida que envejecemos", dice Butte.

Digamos que aparece la COVID-19. Nada de lo que hemos visto antes como humanos se compara con esto, así que no tenemos células T de memoria para movilizar. Las células ingenuas tienen que asumir la lucha, y los adultos mayores tienen menos con las cuales combatir el virus. Eso nos hace más vulnerables.

O más bien, eso nos hace a la mayoría de nosotros más vulnerables. El misterio del declive de la inmunidad se complica por el hecho de que el sistema inmunitario de cada uno no deteriora de la misma manera. Por ejemplo, otro factor que Butte observó en la revisión de su estudio: algunos adultos mayores saludables tenían poco o ningún declive en las células T. Algunos tenían tantas células T como las personas más jóvenes, y las mujeres parecían tener cantidades más altas en general a medida que envejecían.

Parte de la razón por la que las células B y T son tan enigmáticas es que nadie sabe realmente qué es una cantidad saludable de células B y T. Según Butte, "si quieres que te hagan una prueba de hemoglobina, se sabe cuál es el rango normal. Y si te examinan los niveles de hierro, también saben cuál es el rango normal. Pero no tenemos ni idea de cuál es el nivel normal de estas células. Ni siquiera las medimos en un análisis de sangre regular".

Las razones por las que estas células clave declinan con el tiempo podrían ser múltiples: nuestra médula ósea produce glóbulos blancos. ¿Es ahí donde está el problema? ¿Es genético? ¿Estilo de vida? ¿Una manzana al día? ¿Todo lo anterior? Lo único que los inmunólogos pueden hacer es seguir buscando. "Sabemos que la genética juega un papel", dice Butte. "Pero es discutible cuán importante es en comparación con el medioambiente y el estilo de vida".

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Efecto del envejecimiento número 2: aumento de la inflamación

El término inmunosenescencia tiene un término compañero que es relativamente nuevo: "proceso inflamatorio debido a la edad". Se refiere a la inflamación crónica de bajo grado que se desarrolla con la edad avanzada.

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La inflamación, cuando el sistema inmunitario hace que una parte del cuerpo se enrojezca, se hinche, se caliente y a veces duela, es la forma en que el cuerpo combate la enfermedad, arregla las lesiones y te libra de gérmenes o invasores inapropiados. Se supone que es a corto plazo. Pero la inflamación crónica tiende a ocurrir con la edad por una variedad de razones: el aumento de peso, la mala alimentación, el dormir mal y el estrés crónico son algunas de las grandes causas del estilo de vida. Pero también pueden contribuir otros problemas sistémicos, como las infecciones virales persistentes, la disminución de la función hepática o renal, el aumento de la permeabilidad intestinal (intestino permeable) y las enfermedades autoinmunes.

Todo esto deteriora el sistema inmunitario; cuando nuestros cuerpos están en un estado de inflamación crónica de bajo grado, nuestro sistema inmunitario está constantemente disparando y funcionando de manera anormal. Eso acelera el proceso de envejecimiento a nivel celular. Puede conducir a enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, enfermedad de Alzheimer y más.

"La mayoría de los sistemas de nuestro cuerpo están estrictamente regulados", dice el Dr. Sean Xiao Leng, profesor de medicina, microbiología molecular e inmunología en la Facultad de Medicina de Johns Hopkins University y la Bloomberg School of Public Health. "El sistema inmunitario no es una excepción, por lo que esta desregulación es tan peligrosa".

Si se torna lo suficientemente grave (un aumento del doble al cuádruple en los niveles de citocinas inflamatorias en la sangre, según un estudio del 2019), una persona puede llegar a ser oficialmente un "fenotipo inflamatorio crónico de bajo nivel". No quieres ser esa persona.

La insidiosa naturaleza de la inflamación crónica es su relación con muchos de los órganos y procesos del cuerpo. Por ejemplo, el estrés descontrolado (inflamatorio) puede motivarte a comer alimentos altamente procesados, azucarados, grasos o salados (inflamatorios), y también pueden servir para aumentar de peso (inflamatorios), promover un mal equilibrio bacteriano en el microbioma intestinal (inflamatorios), y con el tiempo empujarte al síndrome metabólico o a la diabetes tipo 2 (inflamatorios).

Además, la inflamación crónica es silenciosa y no produce síntomas. Tu sistema inmunitario puede estar comprometido y ni siquiera lo sabes.

Cómo proteger tu sistema inmunitario

No puedes hacer nada acerca de tu composición genética, pero, afortunadamente, muchos factores que favorecen a tu sistema inmunitario están bajo tu control. Tómalos en serio, insiste Leng. Aunque no puedas detener la inmunosenescencia, cualquier disminución que puedas lograr significa una mayor reserva inmunológica en un momento dado. Eso es crítico cuando se trata de infecciones.

"Si hablas de la vulnerabilidad en los adultos mayores, definitivamente son dos partes importantes", dice. "Una es la incidencia, tanto si se contrae la infección como si no. Pero la otra parte es la gravedad. Incluso si no tienes el resultado de incidencia que deseas, tener una funcionalidad inmunológica más fuerte puede determinar la gravedad de la infección". En otras palabras, todo lo siguiente ayuda.

Movimiento

Los entrenamientos regulares estimulan la función inmunológica y reducen la inflamación. El estudio del 2019, Nature Reviews Immunology señala que el músculo esquelético es un "importante órgano regulador inmunológico" que genera proteínas antiinflamatorias e inmunoprotectoras llamadas miocinas. Un estudio del 2018 encontró que los entrenamientos de alta intensidad pueden reducir la inmunosenescencia en los adultos mayores. "El ejercicio fortalece el cuerpo y puede ser la intervención más importante que puedas añadir a tu estilo de vida", dice Kang.

Control de peso

La obesidad es mortal cuando se trata de la inflamación. La grasa del vientre es un tejido metabólicamente activo; libera citocinas inflamatorias en el cuerpo, que luego provocan más aumento de peso y más inflamación. Kang lo dice sin rodeos: "llegar a un peso saludable podría ser un factor importante en la disminución de los niveles de inflamación".

Autoconocimiento

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Butte sugiere que las personas entiendan mejor dónde está su salud en este momento. Por ejemplo, los que tienen asma deberían empezar a evaluar su flujo de aire máximo para saber cuál es su función pulmonar normal. "Cuanto más podamos usar los dispositivos y herramientas digitales, más entenderemos", dice. "Si algo cambia, no solo vas al médico y dices, 'tengo problemas para respirar'. Puedes decir, 'mi flujo de aire ha bajado un 8%'". Mantenerse al tanto de cualquier condición crónica que tengas te permitirá detectar los declives a tiempo, para que tu doctor y tú puedan decidir un mejor curso de terapia.

Nutrición

Comer bien debería ser de sentido común, pero las investigaciones revelan efectos nutricionales específicos en la función inmunológica de los adultos mayores. Un estudio del 2018 reseñado en la revista Nutrients mostró que los nutrientes básicos como las vitaminas A, C, D, E y las vitaminas B, junto con el ácido fólico, el hierro, el selenio y el zinc, son esenciales para la "inmunocompetencia", con deficiencias que causan una menor producción de células T y una incapacidad para eliminar la inflamación.

Busca el equilibrio, Kang dice: "no comas solo vegetales, sino también buenas proteínas y fibra". Esto último es importante porque alimenta a las bacterias buenas del intestino y puede ayudar a reducir la inflamación. "Tenemos muchas células inmunes en el intestino que ayudan a regular la salud. La fibra dietética puede tener más que el simple efecto de hacer que el intestino se mueva".

Calma

Las investigaciones han demostrado que el estrés descontrolado puede acelerar la inmunosenescencia. Se reduce a una respuesta inmune crónica a lo que sea que te esté estresando, con el consiguiente aumento de la inflamación. El autocuidado en esta área se vuelve crítico, desde actividades antiestrés (como la meditación, la concienciación y el ejercicio) hasta pedir ayuda en situaciones estresantes sin resolverse (como el trabajo, el dinero y los cuidados). La gente no habla lo suficiente sobre el efecto del estrés en la inmunidad porque no es tan tangible como otros factores como las horas de ejercicio o cuántas cajetillas al día se fuman, señala Leng.

Vacunas

La edad cobra su precio en la efectividad de la vacuna así como en la inmunidad. Las vacunas están diseñadas para provocar la producción de antígenos —la vacuna contra la gripe está hecha de células de la gripe— pero nuestra envejeciente reserva inmunológica no responde tan robustamente como lo hizo en nuestros primeros años. Nada de eso debería hacerte descuidar las vacunas. "Es cierto que se vuelven menos efectivas a medida que la gente envejece. Pero incluso si te infectas, la enfermedad será menos severa. La gente debería recibir las vacunas que sus médicos recomiendan en función de la edad y las condiciones médicas subyacentes", dice Kang.

Medicamentos

Ciertos medicamentos recetados pueden inhibir el sistema inmunitario. Por ejemplo, los corticoesteroides orales e inhalados (comunes para la artritis, las alergias, el asma y la enfermedad inflamatoria intestinal) pueden aumentar el riesgo de infecciones por hongos. Lo mismo ocurre con los inhibidores del FNT que tratan las enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide y la psoriasis. "Incluso los antibióticos pueden matar las bacterias intestinales y desencadenar algunos tipos de infección", dice Kang. Si estás tomando algún medicamento regularmente, habla con tu médico sobre los posibles efectos secundarios en el sistema inmunitario y cómo abordarlos.

Las enseñanzas de COVID-19

Aparte de un conocimiento profundamente arraigado sobre el lavado de manos y la distancia de 6 pies, la pandemia de la COVID-19 nos enseñará, al final, más sobre nuestras vulnerabilidades en cuanto a la salud, tanto a nivel individual como de una población que envejece.

Butte cree que marcará el comienzo de una nueva era en la investigación de la inmunidad. "Vamos a aprender mucho y rápido. Tenemos la genómica de este virus y podemos conseguir la secuencia genómica en horas. Podemos ver cómo está cambiando de este punto en Seattle a ese punto en San Francisco".

Leng prevé un importante esfuerzo por aprender más sobre el envejecimiento y la inmunidad estudiando la población de adultos mayores y descubriendo los mecanismos desconocidos de la respuesta inmunológica. Ya forma parte de una iniciativa masiva de los Institutos Nacionales de Salud en la ciencia geriátrica que involucra a cientos de investigadores.

"El modelo médico tradicional se centra en la enfermedad individual", dice. "Con algo como la COVID-19, estás persiguiendo una cosa. Pero trataremos de ver si podemos encontrar un mecanismo subyacente en la inmunidad, algo que esté en el proceso. Entonces, podremos hacer una búsqueda más amplia en lugar de perseguir enfermedades individuales. Si podemos hacer eso, la población de edad avanzada manejará mejor todos los desafíos inmunológicos".

Tu guía de las enfermedades preexistentes

Ciertas enfermedades pueden hacer que las personas estén inmunocomprometidas, lo que significa que sus sistemas inmunitarios son menos capaces de combatir una infección viral. Gran parte de esto se puede atribuir a la inmunosenescencia y la inflamación relacionadas con la edad, pero algunas enfermedades traen sus propias complicaciones. Si te han diagnosticado alguna de estos trastornos, toma todas las precauciones para protegerte y habla con tu médico para ajustar tus tratamientos, si es necesario.

Obesidad

Qué te hace vulnerable: el tejido adiposo (grasa) ahora es reconocido como un órgano endocrino e inmune activo que puede inhibir directamente la función inmune metabólica, de acuerdo con las investigaciones recientes. Un estudio realizado en el 2018 con pacientes de gripe durante tres temporadas de gripe encontró que los adultos obesos tardaban un 42% más de tiempo en combatir el virus que las personas no obesas.

Diabetes

Qué te hace vulnerable: el alto nivel de azúcar en la sangre (hiperglucemia) es una condición inflamatoria que tiende a inhibir la respuesta inmunológica y a aumentar el riesgo de infección. Las personas con un nivel alto de azúcar en la sangre no controlado son particularmente vulnerables.

Cáncer

Qué te hace vulnerable: tanto el cáncer como sus tratamientos pueden reducir el recuento de glóbulos blancos y hacer que los pacientes estén más propensos a las infecciones, al mismo tiempo que dificultan la lucha contra cualquier infección que contraigan. Si eres paciente o sobreviviente de cáncer, la American Cancer Society recomienda que hables de tu situación con un médico que esté familiarizado con tu historial de salud.

Enfermedad del corazón

Qué te hace vulnerable: la edad, la hipertensión y los problemas cardíacos subyacentes aumentan el riesgo de infección, según la American Heart Association. Según los primeros informes, hasta el 40% de los pacientes de COVID-19 que requirieron hospitalización tenían enfermedades cardiovasculares, según el American College of Cardiology.

El asma, la EPOC y otras enfermedades respiratorias

Qué te hace vulnerable: a los virus les encanta atacar los pulmones, así que las personas con problemas pulmonares existentes corren el riesgo de tener síntomas más graves cuando se enferman. Los pacientes con EPOC son particularmente vulnerables a las infecciones pulmonares, que pueden dañar aún más los sacos aéreos ya comprometidos.

Enfermedades autoinmunes

Que te hace vulnerable: una infección no solo puede desencadenar un brote de enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide, la esclerosis múltiple o la psoriasis, sino que el tratamiento de esas condiciones suele incluir medicamentos inmunosupresores que pueden aumentar el riesgo de infección. Además, las enfermedades autoinmunes pueden causar una enfermedad pulmonar intersticial, una condición peligrosa que puede causar cicatrices en los pulmones.

Mike Zimmerman es el autor de The 14-Day Anti-Inflammation Diet

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