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Una conversación con tres veteranas que hablan de sus experiencias militares

Relatos del sacrificio personal de tres mujeres y su servicio en las Fuerzas Armadas.


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Cortesía de (de izq. a der.) Julia Castellano-Hoyt, Shirley Gerrior, Sonya Quijada.

Las mujeres representan el 10% de los veteranos; sin embargo, sus historias personales, en la mayoría de los casos, pasan inadvertidas. Hemos conversado con tres veteranas que prestaron servicio en tres diferentes épocas. En estas entrevistas, nos compartieron sus experiencias militares, las buenas y las malas, y reflexionaron sobre las lecciones que aprendieron durante sus años de servicio en las Fuerzas Armadas.

Sonya Quijada, 55 años, teniente coronel del Ejército (jubilada)

Sonya Quijada se unió al Ejército en 1987; era la única paracaidista mujer en su batallón. Rápidamente enfrentó otros obstáculos por ser mujer. Cuando llamaron a su equipo para servir en Panamá, a ella la excluyeron de la lista de quienes subirían al avión y le dijeron que no podía ir por ser mujer.

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"Era mi misión”, dice Quijada. “Se llevaron mi equipamiento. Se llevaron a mis hombres, pero no me dejaron ir. Ese fue probablemente uno de los dilemas de liderazgo más difíciles por los que he pasado en el Ejército".

Un año después la llamaron para ir a Irak en apoyo de la Operación Desert Storm como oficial en el Cuerpo de Señalizaciones. La asignaron al mantenimiento de antenas en sitios de retransmisión por todo el desierto.

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Cortesía Sonya Quijada

“Pienso en el pasado y me doy cuenta de que al principio había ese sentido de pionera, aunque en ese entonces no lo hubiera considerado así. Pioneras fueron las mujeres del Women's Army Corps. Ellas fueron las primeras valientes que aguantaron, incluso antes de que se les permitiera integrarse al Ejército de los hombres".

— Sonya Quijada

"Eso fue emocionante”, recuerda Quijada. “A veces nos perdíamos. A veces nos daba miedo, y nos topábamos con otras unidades”. Después, la reclutaron para trabajar con la comunidad de operaciones especiales durante 10 años; luego regresó al Ejército, ya como madre de dos niños. Descubrió el siguiente capítulo de su vida cuando dirigía proyectos especiales en el Army Physical Fitness Research Institute.

"Ese fue el principio de la fusión de mi pasión personal con mi propósito personal como instructora de yoga con requisitos militares”, dice. “Ser consciente de la conexión entre la mente y el cuerpo, y de que cuidar de nuestros soldados y cuidar de nosotros mismos era tan importante o más importante que cuidar nuestro equipo".

Finalmente, habiendo alcanzado el rango de teniente coronel del Ejército, Quijada se jubiló para criar a sus hijos como madre soltera.

"Tomé la decisión de promover, enseñar, orientar y ser ejemplo de las aptitudes de vida para mis dos futuros ciudadanos de Estados Unidos”, explica. “Elegí eso en vez de un ascenso que requeriría ser asignada a algún destino”.

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Hoy en día, Quijada trabaja como consultora de bienestar e instructora de yoga en Tampa, Florida.

"Al principio, me enseñaron correctamente a ser una paracaidista fuerte y saltar y no tomar prisioneros, por así decir”, comentó. “Al final, me enseñaron en una especie de giro a decir ‘seamos un poco flexibles; seamos resilientes’". 

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Reflexionando sobre el tiempo que pasó en el Ejército, Quijada dijo: “es importante reconocer que a la mayoría de nosotras, a las mujeres a quienes nos dijeron ‘no, no puedes entrar’, no nos interesaba ingresar solo para ser la mujer del equipo. Queríamos la oportunidad para las mujeres que podían hacerlo. Yo no quería que cambiaran los estándares, porque eso pone en riesgo a todos".

Añade: “pienso en el pasado y me doy cuenta de que al principio había ese sentido de pionera, aunque en ese entonces no lo hubiera considerado así. Pioneras fueron las mujeres del Women's Army Corps. Ellas fueron las primeras valientes que aguantaron, incluso antes de que se les permitiera integrarse al Ejército de los hombres".

Julia Castellano-Hoyt, 80 años, especialista de cuarta clase (jubilada)

El día siguiente a su graduación de la escuela secundaria en 1959, Julia Castellano-Hoyt ingresó al Women's Army Corps, que en ese entonces era una división del Ejército formada solo por mujeres.

"Fue especial para nosotras que se nos invistiera porque éramos al menos siete, todas mujeres. Así que fue algo importante; se difundió en las noticias y por todas partes”, dice.

A Castellano-Hoyt la asignaron a abastecimiento y municiones en Fort Leonard Wood, Misuri, un destacamento con 250 mujeres y 20,000 hombres. Mucho de su trabajo con al archivo localizador de artillería exigía que conociera cada pieza y la ubicación de cada artículo en una artillería enlistada.

"Fueron dos años muy interesantes”, dice. “Me hubiera quedado más tiempo, excepto que en esa época, si te casabas tenías que irte. Los hombres en el Ejército no tenían que irse si se casaban. Aprendí mucho; era la primera vez que estaba fuera de casa. Había crecido en un ambiente muy protegido”.

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Castellano-Hoyt se hizo amiga cercana de varias de las demás mujeres con las que prestó servicio y se mantuvo en contacto con ellas a lo largo de los años. Una de ellas se convertiría posteriormente en madrina de su hijo.

"En aquel tiempo eran muy estrictos”, recuerda. “Nos separaban de los hombres. Podíamos trabajar lado a lado con ellos en oficinas y hospitales, porque las mujeres en ese entonces eran asistentes de enfermería. Nuestros cuarteles estaban en un área, estábamos separadas. Había guardias alrededor de nuestros cuarteles todas las noches. Si un hombre tenía que venir a nuestros cuarteles, alguien debía estar alerta y gritar ‘¡hombre presente!, y todas nos dispersábamos". El WAC se disolvió en 1978, cuando las mujeres se integraron al Ejército junto con los hombres.

Castellano-Hoyt dejó el Ejército en 1961 con el rango de especialista de cuarta clase. Continuó su vida de servicio público trabajando para la ciudad de San Antonio, Texas, donde todavía vive. Su último puesto fue como jefa de gabinete del alcalde Bill Thornton.

"Tengo cinco hermanos, y todos prestaron servicio en el Ejército”, dice. “Mi hijo está jubilado del Ejército. Mi ahijado, que es mi sobrino, actualmente tiene el rango de capitán y es piloto de helicóptero. No fui yo quien empezó la tradición; mi tío prestó servicio en la Segunda Guerra Mundial y después en Corea. Pero en total tenemos un historial familiar de más de 100 años de servicio militar en este país, y todos somos hispanos”.

Hoy es una de las socias fundadoras del Women in Military Service for America Memorial, un monumento a las mujeres en servicio militar para Estados Unidos que se encuentra en Arlington, Virginia.

Shirley Gerrior, 71 años, coronel (jubilada)

A principios de la década de los 80, Shirley Gerrior se unió a la Reserva del Ejército como nutricionista y prestó servicio en hospitales generales, hospitales de campaña y grupos médicos. Durante 23 años equilibró su trabajo diurno como nutricionista clínica con el requisito de la Reserva de prestar servicio activo un fin de semana al mes y dos semanas al año. Sin embargo, en el 2003 la llamaron a Fort Campbell, Kentucky, para prestar servicio activo en apoyo de la Operación Noble Eagle, que asistía a agencias federales, estatales y locales en respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001. Gerrior cubría el puesto de los soldados que habían sido enviados al extranjero y ayudaba con el entrenamiento para apoyar las necesidades médicas de la 101.a División Aerotransportada.

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Cortesía Shirley Gerrior

"Me avisaron con solo un día de anticipación”, dice. “Tienes que estar lista para responder al llamado, y un día no era mucho tiempo. Siempre tienes esa bolsa empacada, la bolsa de lona está lista con todo tu equipo".

Durante los cuatro meses que estuvo allí hizo amistades que conserva hasta la fecha.

"Llegas a conocer gente y recibes mucho apoyo como mujer”, dice Gerrior desde su hogar en Wilmington, Carolina del Norte. “Estábamos afuera en tiendas de campaña y teníamos que ir al baño y letrinas o lo que sea, así que estás expuesta a muchos tipos de cosas distintas y las mujeres estaban ahí para apoyar”.

Ella cree que el instinto maternal de las mujeres es parte de la razón por la que la mayoría de las unidades médicas tenían más mujeres que hombres. “[Las mujeres] se enfocan en la salud y el bienestar, entonces esa es la energía que se siente. Para mí, en ese tipo de ambiente, eso da contención”.

Gerrior reconoció que ganarse el respeto por su servicio no siempre ha sido fácil. “Si tienes un cónyuge masculino, cuando alguien dice que son militares siempre miran al hombre, no a la mujer. En algunos casos, la mujer es casi invisible. Respeta a las mujeres por su servicio; reconoce su servicio".

Nota de redacción: este artículo, publicado el 10 de junio de 2020, ha sido actualizado con nueva información. 

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