'María Montez', la reina del tecnicolor en Hollywood

En 1939, a los 27 años, María está al fin lista para cumplir sus sueños. En Nueva York se reencuentra con su amigo de la infancia Mike (el estupendo actor cubano Adrián Mas) y viven un pequeño romance. Pero Mike como adulto dista mucho de ser el dulce niño que María recuerda y la relación se torna incluso violenta. Finalmente, es la belleza de María, más que su talento histriónico, lo que le vale una oferta de Hollywood. Firma un contrato con los estudios Universal, que utilizaron el acento, temperamento y voluptuosidad de María para encasillarla en papeles exóticos con vestimentas de tonos vivos, plumas y lentejuelas en sus películas Technicolor. Quizá de todas las cintas que rodó en su momento (26 en Estados Unidos y cinco en Europa) solo The Exile, dirigida por Max Ophüls y protagonizada por Douglas Fairbanks, Jr., va más allá de la simple trama de aventuras en ambientaciones de época.

Lo interesante de Maria, a nivel sociológico y cinematográfico, es que se convirtió en un ícono de la belleza y estilo “camp”. María vino a representar lo que Hollywood consideraba “latino”, y al igual que Carmen Miranda, sus vestimentas exageradas y breves eran discretos mensajes que prometían una sexualidad sin represiones. Sin embargo, María era una mujer inteligente y sensible que publicó dos libros y escribía poemas.

Y así como Hollywood solo pudo aprovechar su imagen “exótica”, esta película sobre su vida también se queda en la superficie. Es evidente que había mucho más que explorar en el carácter de María que la llevaba a relaciones fallidas y a su eventual distanciamiento de Hollywood. Además, la actriz murió a los 39 años, ahogada en su tina de baño por un ataque al corazón, y eso en sí es ya una tragedia. Tanto el guion de Alejandro Andújar que ilustra fielmente los detalles de la vida de María como la dirección de Vicente Peñarrocha, logran con economía de recursos una muy buena recreación de época. María Montez: la película cuenta también con un excelente reparto secundario. El problema es que no profundiza en una exploración más minuciosa del verdadero carácter de la estrella. Pero todos estos problemas podrían pasarse por alto si la protagonista misma le hiciera justicia a la imagen y persona de Montez. La también productora Celinés Toribio es, paradójicamente, lo contrario de lo que adolecía María en el cine: demasiado reservada. Toribio languidece en el chaise longue emblemático de las estrellas de la época, pero no transmite la fuerza ni el temperamento que proyectaba la actriz en el cine. A esta versión de María le falta el colorido que tendría que tener por fuerza la “Reina del Tecnicolor”.