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¡Olvídate del equipaje de mano! 7 razones para facturar tu equipaje

Disfruta un viaje más fácil y relajado.


spinner image Maletas sobre cintas transportadora en el aeropuerto
GETTY IMAGES

 

No es ningún secreto que facturar equipaje en muchos aeropuertos importantes del país es una complicación y un riesgo.

Las implacables filas largas para registrarse con las aerolíneas en los mostradores y quioscos son un sufrimiento, como lo es la espera en los carruseles de equipaje de destino. Es un riesgo porque, aunque las probabilidades no son muchas, las maletas pueden desaparecer. En julio, un avión Airbus de Delta voló lleno de equipaje perdido —sin pasajeros, solo 1,000 maletas— del Aeropuerto Heathrow de Londres al Aeropuerto Metro de Detroit, uno de los aeropuertos centrales de Delta. La aerolínea lo calificó una “solución creativa para trasladar equipajes demorados”.

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Es cierto que facturar una maleta puede agregar $30 o más por persona por cada tramo del viaje, aunque es gratis con algunas tarjetas de crédito de aerolíneas o compañías como Southwest. Pero a pesar de todo el gasto, la incertidumbre y el caos de viajar, yo casi siempre opto por facturar mi equipaje, en particular cuando viajo sola. Deshacerme de ese peso rodante me hace sentir tan libre como los pájaros que pasan zumbando dentro del Aeropuerto Internacional de Denver. En general, llevo una mochila, pero sin el peso adicional de mi maleta (por más pequeña que sea) puedo desplazarme sin extrañas contorsiones para entrar a los cubículos de los baños o a las diminutas tiendas de conveniencia, por ejemplo.

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Estas son otras ventajas de liberarme del equipaje. 

​• Paso volando por el control de la TSA; solo yo y mi mochila. Y con TSA PreCheck, Clear o Global Entry —los programas por los que pagas para pasar al frente de la fila—, te sentirás como una persona muy importante. Simplemente coloco la cartera o la mochila en la cinta transportadora, paso por el escáner y ¡listo! Sin esos programas, igual no es nada del otro mundo. Te quitas los zapatos, sacas la computadora del bolso y ya está. No hay que levantar ninguna maleta rodante voluminosa sobre la cinta transportadora ni sacar la bolsa de líquidos porque está en el equipaje facturado.

​• Aprovecho para dar una caminata vigorosa. Las terminales largas son ideales para acumular pasos, pero algunos aeropuertos, como los de Atlanta y Dallas-Fort Worth, tienen "senderos" o "circuitos" internos marcados para los que quieren hacer ejercicio. En el Aeropuerto Phoenix Sky Harbor International, por ejemplo, si vas de la puerta de embarque A30 a la D8, habrás caminado una milla además de haber visto el perfil de la ciudad, el monte Camelback y más.

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​• Voy de compras. Entre los tesoros que he encontrado en los aeropuertos están la camiseta (ya andrajosa) de Detroit Motown, una elegante mochila de cuero color mostaza, un plato de cerámica personalizado para la boda de una amiga (se envió por correo), libros infantiles con un animalito de peluche acompañante para mis sobrinos nietos y delicias locales, como las cerezas Chukar de Seattle, para regalar a anfitriones o llevar como regalos de agradecimiento. Siempre aprovecho para ir a la tienda de maquillaje MAC, la tienda de equipaje Tumi, tiendas de ropa locales como Tyler’s Austin Warehouse en el Aeropuerto Internacional Austin-Bergstrom y las tiendas libres de impuestos en todas partes. En el Aeropuerto Internacional de Ginebra en Suiza, recorrí las tiendas libres de impuestos tanto tiempo que llené un bolso entero con deliciosos chocolates suizos —no todos llegaron al destino—. No hubiera podido deambular por todas esas tiendas (que no son muy grandes) si hubiese estado arrastrando una maleta del tamaño de una caja grande de Amazon.

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• Me relajo en un espá. En una escala de tres horas en Orlando con destino a Key West, Florida, me regalé una fabulosa y relajante manicura y pedicura. En los aeropuertos O’Hare de Chicago y Metro de Detroit, me hice un estimulante masaje en silla en un espá. En Denver hice yoga en un estudio que ya no está, donde había colchonetas y videos en transmisión directa. Todos esos servicios me ayudaron a aliviar la ansiedad de viajar en avión.

• Disfruto una buena comida. Paso de largo por los restaurantes de comida rápida o para llevar, y busco comida de verdad, como el bar de sushi Chaya en el Aeropuerto LAX, Vino Volo en el Aeropuerto BWI de Baltimore, Elways (sí, el exmariscal de campo del equipo Denver Broncos) en DIA, o cualquier otro bistró o restaurante con comida caliente y camareros. Saboreo la última comida real que comeré por un tiempo, y es fácil hacerlo cuando no llevo una maleta grande. (Además, me rehúso a comer la comida chatarra que dan en los aviones).

• Juego en las máquinas tragamonedas. De verdad. Lo hice solo una vez de camino a Las Vegas, pero no tuve que preocuparme de que mi maleta desapareciera mientras saltaba de alegría cuando me gané el premio mayor (mentira). Mi maleta llena de ropa formal para un fin de semana con mis amigas estaba segura en el almacén de equipaje mientras tanto yo perdía mis últimos dólares.

• No me da nada de ansiedad el compartimiento superior del avión. Me siento tranquila al entrar en la pasarela de embarque, aun si mi grupo es el último en abordar. Estoy segura de que no pasaré vergüenza al no poder meter mi maleta rodante en el pequeño espacio encima de mi cabeza ni tendré que buscar en vano si hay lugar adelante o detrás de mi asiento, y que entonces me digan que debo facturarla en la puerta de embarque. En cambio, me siento, coloco la mochila debajo del asiento de adelante, me abrocho el cinturón, respiro profundo y cruzo los dedos para que el avión despegue a tiempo.

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