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Esteatosis hepática: otra razón convincente para perder peso ya

Casi un tercio de los adultos en Estados Unidos padecen esta enfermedad poco conocida.


spinner image Ilustración de un hígado graso
JENN LIV

Cesar Alvarez nunca había probado el alcohol. Por eso se sorprendió cuando, a los 47 años, el médico le dijo que tenía un problema en el hígado. Alvarez había estado tomando grandes cantidades de analgésicos durante el proceso de rehabilitación tras una operación de rodilla, y al principio, los médicos atribuyeron los resultados anormales de los análisis a la medicación. Pero al cabo de unos meses, Alvarez empezó a sentirse enfermo.

"Perdí toda la motivación. Caminar del auto a casa me dejaba exhausto", recuerda Alvarez. "Y luego mi piel se volvió amarilla". Se hizo una biopsia del hígado por recomendación médica y resultó que tenía la enfermedad de hígado graso no alcohólico (HGNA, o esteatosis hepática), una anomalía que se identificó por primera vez en los años ochenta y que era en ese entonces poco común.

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Los problemas de Alvarez empezaron cuando, trabajando de bombero en Los Ángeles, sufrió una lesión laboral grave y tuvo que pasar un año postrado en cama. Al estar inmovilizado, aumentó 30 libras rápidamente. Sus doctores pensaron que su aumento de peso, seguramente exacerbado por los analgésicos, le había provocado una acumulación de grasa en el hígado, tal como mostraba la biopsia, y había desencadenado otras complicaciones.

La obesidad y el hígado

Aunque no estemos postrados en cama, muchos hemos bajado nuestro nivel de actividad física durante este último año. Esto significa que también han aumentado una gran variedad de problemas de salud relacionados con el peso, entre los cuales se encuentra la esteatosis hepática no alcohólica, que afecta a entre 80 y 100 millones de adultos en Estados Unidos. Su incidencia creciente coincide con el aumento de la obesidad, que ahora impacta al 42.5% de la población en comparación con el 23% hace tres décadas.

Para la mayoría de las personas, la acumulación de grasa en el hígado es una anomalía que no provoca síntomas y que a veces se detecta por casualidad, cuando un análisis de sangre revela un ligero aumento de enzimas hepáticas o cuando una ecografía de la vejiga identifica depósitos de grasa en el hígado. Dado que no suele desencadenar ninguna enfermedad, no se recomienda hacer pruebas rutinarias para detectarla.

Ahora bien, en una pequeña parte de la población —como en el caso de Alvarez— sí evoluciona a una enfermedad más grave conocida como esteatohepatitis no alcohólica (NASH), una forma de hepatitis que puede causar fibrosis (cicatrices) y cirrosis. Se calcula que entre el 3 y el 12% de la población general padecerá NASH. Las tasas están subiendo a un ritmo tan rápido que es difícil predecir cuándo se estabilizarán: en el 2018, las complicaciones derivadas de la esteatosis hepática fueron la causa principal de insuficiencia hepática y la razón más común de trasplante de hígado, afirma el Dr. Douglas Dieterich, director del Institute for Liver Medicine de la Facultad de Medicina Icahn del Mount Sinai Health System en Nueva York.

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Hacer o no hacer pruebas de detección

Las personas con esteatosis hepática suelen tener el colesterol alto, un nivel alto de azúcar en la sangre y la presión arterial elevada. Es por esto que quienes tienen NASH en combinación con otros factores de riesgo exhiben una tasa de mortalidad un 35% más alta, principalmente a causa de algún tipo de enfermedad cardiovascular.

Algunos expertos recomiendan que las personas que tienen hígado graso se hagan una biopsia, especialmente si tienen otros factores de riesgo asociados. Pero la propuesta de hacer biopsias rutinarias para detectar la esteatosis hepática no alcohólica es polémica.

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La biopsia del hígado es un procedimiento invasivo que, en casos aislados, puede llegar a ser mortal, especialmente en personas mayores que padecen de cirrosis o en quienes tienen bajo recuento de plaquetas o problemas de hemorragias. Los métodos de diagnóstico no invasivos, como el ultrasonido, son menos fiables que la biopsia, pero también pueden utilizarse para predecir cirrosis y anticipar posibles riesgos.

Pero el Dr. Ronald Koretz, especialista del hígado y profesor emérito de Medicina Clínica en UCLA, cree en la máxima médica de que los médicos no deberían realizar pruebas que no van a tener ningún impacto en sus recomendaciones o tratamiento. Y este es exactamente el caso de la esteatosis hepática, dice, ya que las recomendaciones serán las mismas: ejercicio y pérdida de peso para pacientes con sobrepeso, en combinación con tratamiento para enfermedades subyacentes, como la diabetes o el colesterol alto.

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Tomar el control de tu peso

Si tienes bastante sobrepeso, especialmente en la zona del abdomen, o piensas que podrías estar en riesgo de contraer HGNA:

  • Baja de peso... Deberías perder entre el 7 y el 10% de tu peso, o incluso más, y marcarte el objetivo de bajar el índice de masa corporal (IMC) a menos de 40 (o de 35, si tienes enfermedades relacionadas con la obesidad, como la diabetes). Pero no de manera acelerada. Perder más de una o dos libras a la semana puede generar una mayor acumulación de grasa en el hígado, por paradójico que parezca.

  • Ten cuidado con los azúcares añadidos. No es únicamente el azúcar de mesa, sino también el jarabe de maíz, la malta de cebada y otros términos químicos acabados en "osa" (fructosa, dextrosa o sacarosa) que aparecen en las etiquetas de ingredientes. Presta especial atención al jarabe de maíz con alto contenido de fructosa: los estudios muestran que la fructosa, más que la grasa, causa esteatosis hepática.

  • Sal y diviértete. Se ha demostrado que el ejercicio conlleva beneficios que van más allá de la pérdida de peso (también ayuda a combatir la inflamación, por ejemplo).

  • Y habla con un médico. Tal vez puedes considerar hacerte una cirugía bariátrica para bajar de peso. Se trata de una operación que conlleva sus propios riesgos, pero puede ser una buena opción para pacientes con obesidad mórbida o insuficiencia hepática.

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