Vida Sana
Durante más de doce años, he enfocado mi vida en el cuidado de mi familia, y mucho de eso ha sido de una manera muy intensiva y activa. Cuidé de mi madre, que murió en el 2013; de mi hermana Karen, que murió en el 2014; del perro de servicio de mi padre (y de mi compañero de cuidados), Mr. Jackson, que murió, después de una larga enfermedad, en el 2017; y de mi padre, que tenía la enfermedad de Alzheimer, vivió conmigo durante seis años y murió hace poco más de dos años.
A pesar de mis valientes intentos de prepararme para esta fase de mi vida después de prestar cuidados, me ha sorprendido lo difícil que ha sido. De hecho, en muchos sentidos ha sido mucho más difícil que los años en que cuidaba de mis seres queridos. La pandemia también ha sido un obstáculo en mi proceso de sanación. El cuidado, especialmente el maratón de cuidar a una persona con demencia, complica el dolor y la recuperación que sigue a la pérdida de los seres queridos.
¡ÚLTIMA OPORTUNIDAD! - Únete a AARP a precios del 2024; las tarifas aumentan en el 2025.
Obtén acceso inmediato a productos exclusivos para socios y cientos de descuentos, una segunda membresía gratis y una suscripción a AARP The Magazine.
Únete a AARP
El final de mi función más importante
A medida que el Alzheimer y la insuficiencia cardíaca congestiva progresaban para mi padre, él estaba obviamente agotado. Atesoré cada momento con él y le traje tanta alegría como pude, pero sabía que el fin de su vida estaba cerca. En un esfuerzo por prepararme, permití que las visiones de mi vida después de su muerte entraran en mi conciencia. Pero la verdad es que, tan agotada como estaba, no quería aceptar completamente la idea de que se fuera pronto. No había manera de prepararme completamente para esta enorme pérdida, ni para el cambio en mi vida diaria.
Como muchos cuidadores familiares, mi función como cuidadora de mis padres se había convertido en una gran parte de mi identidad. Me dio un profundo sentido de propósito y, durante muchos años, estuvo detrás de todas mis decisiones personales y laborales. El cuidado determinó dónde vivía, ya que dejé el área de Washington D.C. en el 2009 para establecer un hogar en Arizona para cuidar a mis padres. Mi trabajo también se centra en el cuidado familiar y, aunque el trabajo se convirtió en un descanso, para mí no había escapatoria del "cuidado". La relación con mi novio, Bill, también cambió, ya que nuestra relación a distancia entre Baltimore y D.C. se hizo aún más distante. Mis amistades se adaptaron o desaparecieron; mis rutinas de autocuidado se alteraron, y viajar por trabajo se convirtió en un estilo de vida. En el momento en que mi padre murió, todo cambió.
Sin ataduras por el dolor
No soy ajena al dolor, habiendo vivido tantas pérdidas, como la pérdida de mi sobrina de 19 años por suicidio en el 2012; mis abuelos; y tantos otros parientes y amigos. Con cada una de estas pérdidas, me entristecí, pero también evité el brutal abismo de la pérdida cuidando de los demás. Mi propósito era claro. Pero cuando papá murió, de repente me quedé sin ataduras, flotando en el silencio, luchando por alcanzar algo que se sintiera bien y seguro. Parecía una caída libre sin paracaídas, y estaba tan agotada física, mental y emocionalmente que apenas tenía energía para pasar los días, y mucho menos para encontrar el paracaídas de reserva. Los primeros tres meses fueron los peores. Mis emociones fluctuaban entre entumecida, enojada, triste, paralizada, frustrada y perdida. Simplemente me concentré en pasar los días y escapar en el trabajo.
También te puede interesar
El impacto del coronavirus en los cuidadores de la generación X
Presionados entre las necesidades de sus hijos y las de sus padres que se hacen mayores.
Cómo encontrar al defensor de cuidados a largo plazo en cada estado
Números de teléfono y sitios web para presentar quejas sobre hogares de ancianos y centros de vivienda asistida.Cuidadores: cómo mantener la calma y sentirse competentes durante la pandemia
Para comenzar, modera tus altas expectativas.