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¿Alguna vez has salido de la habitación de un ser querido, o has terminado una llamada telefónica, y de repente te has sentido agotado, con una opresión en el pecho, el corazón acelerado o un cansancio inexplicado?
No está en tu cabeza. Los cuidadores familiares pueden "contraer" las emociones de aquellos a quienes cuidan y absorber su ansiedad, frustración o tristeza sin darse cuenta. Este fenómeno se llama estrés de segunda mano.

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¿Qué es el estrés de segunda mano?
El estrés de segunda mano, también llamado estrés traumático secundario o fatiga por compasión, es la tensión emocional que los cuidadores experimentan cuando absorben el dolor o el trauma de alguien a quien cuidan. Aunque no seas tú quien enfrenta directamente la enfermedad o el trauma, estar cerca de su ansiedad, tristeza o frustración puede afectar tus emociones, tu salud y cómo te presentas ante el mundo.
"No es tu trauma, pero se convierte en tu estrés", explica Amy Goyer, autora y experta nacional de AARP en asuntos de la familia y el cuidado de los seres queridos. "Estás absorbiendo lo que están afrontando, especialmente si eres empático por naturaleza".
¿Quiénes están en riesgo?
Según Barbara Rubel, experta en trauma de cuidadores y autora de Living Blue y But I Didn’t Say Goodbye, ciertos cuidadores pueden ser más vulnerables al estrés de segunda mano debido a rasgos de personalidad, sensibilidades emocionales o experiencias de vida, incluyendo aquellos que:
- Son personas altamente sensibles (PAS), que procesan la información sensorial de forma profunda, se sobreestimulan fácilmente y sienten las emociones de manera intensa
- Tienen un historial de trauma personal
- Sufren de preocupación o ansiedad crónicas
- Tienen poca confianza en sí mismos para afrontar los desafíos de ser cuidador
- Tienden a ser muy complacientes y a menudo se esfuerzan demasiado para ayudar a los demás
- Tienen poca interacción social, lo que limita las redes de apoyo emocional
- Carecen de resiliencia o estrategias de afrontamiento para sobrellevar el desgaste emocional
Cómo se manifiesta el estrés de segunda mano
Sentirse cansado o abrumado es una parte normal de ser cuidador. Pero el estrés de segunda mano va más allá. Si no se reconoce, puede afectar seriamente tu salud física y mental.
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"El estrés del cuidador no solo permanece en la mente. Se almacena en el cuerpo", dice Rubel. "Los síntomas físicos son la forma en que el cuerpo expresa y sostiene la carga emocional de ser cuidador". Esto lleva al agotamiento, la alteración del sueño, dolores de cabeza, problemas digestivos o incluso problemas de salud a largo plazo".
Rubel comparte algunas señales físicas y emocionales que pueden indicar que estás absorbiendo demasiado estrés:
En tu cuerpo y mente:
- Problemas para dormir
- Dolores de cabeza o problemas estomacales
- Corazón acelerado
- Sensación de desconexión o desesperanza
- Cansancio que no desaparece
- Pensamientos negativos frecuentes
- Estallidos emocionales inesperados
En tu vida diaria:
- Sentirte agotado después de las visitas o las llamadas con tu ser querido
- Enojarte con los demás por cosas pequeñas
- Evitar visitas o llamadas telefónicas
- Dejar de hacer las actividades que una vez disfrutaste
- Sentirte culpable por tomarte tiempo para ti mismo
Consejo: Pregúntale a alguien cercano a ti si ha notado cambios en tu estado de ánimo, energía o comportamiento. A veces, otros pueden ver lo que nosotros estamos demasiado abrumados para notar, señala Goyer.
Una llamada de atención de la vida real
Goyer recuerda un momento, mientras cuidaba a su madre, Patricia (quien falleció en el 2013), cuando se dio cuenta de que algo no estaba bien. Le gritó a un técnico de laboratorio por teléfono, algo que nunca hace. "Me enojé tanto. Estaba gritándole a esa persona, pero yo no soy así. No me comporto de esa manera", recuerda. "Me pusieron en espera, y pensé: 'No puedo creer que esté gritándole a esta persona; estoy totalmente fuera de control'".
¿El detonante emocional? Un error en una orden de laboratorio para tratar las infecciones crónicas de las vías urinarias de su mamá. El laboratorio había cometido el error y le estaban pidiendo que regresara con su madre, algo que era logística y emocionalmente difícil en ese momento.
Se dio cuenta de que no estaba enojada, sino asustada. "Esto es miedo", dice Goyer. "Me da miedo que mamá tenga otra infección urinaria que no se trate. Tuvo sepsis [una afección potencialmente mortal causada por una infección] antes. Yo tenía miedo de todo el proceso: tener que trasportarla, tener que pedir tiempo libre en el trabajo, todo".
Ese momento fue una señal de alarma, no solo por lo abrumada que estaba, sino también por la carga emocional de su madre que ella llevaba encima y por lo necesario que era hacer un cambio.
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