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¿Es normal sentirse aliviado o culpable cuando ha terminado la labor de cuidado?

Consejos para encarar nuevas emociones y recibir sin objeciones la sensación de libertad.


spinner image Mujer mirando a través de una ventana.
Consejos para cuuando fallece un ser querido de la familia y no sabes qué hacer porque estaba bajo tu cuidado.
Istock

“Fue tan duro estar con mi esposo al final. Me sentí aliviada cuando por fin falleció”, confiesa la esposa de 80 años, un mes después de que su marido muriera a consecuencia de un cáncer de pulmón que avanzaba lentamente.

Pero entonces añade, acongojada: “Me siento muy mal por sentirme aliviada. Es como si hubiera querido que se muriera. ¡No fue así!”.

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Hace una pausa de nuevo antes de decir, bajito: “En realidad no”.

Sus palabras reflejan la incómoda mezcla de emociones —en su mayoría tristeza, a veces enojo, pero además, un poquito de agradecimiento— contra la cual luchan muchas personas después de que el ser querido a su cargo fallece y sus labores como cuidador terminan de repente.

El alivio es real. Pocos cuidadores echan de menos el estar con los nervios de punta todo el tiempo, esperando el próximo grito por la noche, una caída u otra emergencia médica. Pocos extrañan la angustia de ver a un ser querido sufrir y no poder aliviarlo. Con el fallecimiento de la persona a su cargo viene mayor libertad y tiempo libre para disfrutar de los nietos, de los viejos amigos y de horas enteras absorto en un libro o entretenido tomando café.

Sin embargo, el cuidador promedio tampoco comparte a voces estos sentimientos por miedo a sentirse culpable o a ser malinterpretado. Justo cuando debería estarse felicitando a sí mismo por un trabajo bien realizado, en cambio se flagela por sentirse aliviado. Aún peor, quizás se preocupa porque, deliberada o inconscientemente, deseó que se muriera su familiar enfermo y ese deseo tuvo el poder mágico para, de alguna manera, apresurar su fallecimiento. Estos sentimientos pueden complicar su proceso de duelo y atrasar su adaptación a una vida menos estresante y de mayor sastisfacción luego de haberle cuidado a un ser querido.

 

Es difícil resolver las emociones contradictorias cuando ya no se tiene que cuidar de alguien. Las siguientes ideas te pueden ayudar a aliviar el sentimiento de culpabilidad que estas emociones causan a menudo:

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El alivio es algo que se gana

No es solo que prestar cuidados es una responsabilidad agotadora, en particular cuando se prolonga por meses y años, sino que a menudo hace que los cuidadores tengan que abandonar otras actividades muy importantes para ellos. Viven en un estado continuo de tensión, y comparan quiénes eran y cómo pasaban los días anteriormente, con las personas en quienes se han convertido y los deberes que ahora ocupan sus horas. Cuando esos deberes se terminan, la tensión disminuye a medida que piensan en recomenzar las actividades y los papeles preciados que habían abandonado.

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El alivio es normal

Cuando un cuidador acepta que albergar algunos sentimientos negativos sobre la prestación de cuidados (no sobre la persona que los recibe) es algo normal y de esperarse, es más probable que se sienta cómodo al sentir alivio. La autoaceptación, por haber hecho lo mejor que pudo bajo circunstancias difíciles y por permitirse sentir cualesquiera emociones que siente sobre la experiencia, es el mejor amortiguador contra la culpabilidad. Eso también significa aceptar que es normal sentir emociones contradictorias cuando concluye la etapa de cuidador. Al enterarse de que su esposo, quien padecía demencia avanzada, iba a ser trasladado a un centro para enfermos terminales para pasar sus últimos días o semanas antes de fallecer, una esposa dijo sencillamente que sintió un “alivio triste”.

El alivio no es olvidarse

El sentir alivio cuando se termina la prestación de cuidados no quiere decir que la encargada de cuidados está lista para organizar una fiesta y borrar el pasado. Ella puede disfrutar el tiempo que pasó con su ser querido, incluso si abiertamente se alegra de que ya no tiene que enfrentarse a diario con el trabajo pesado y la carga de seguir prestándole cuidados. Algunos cuidadores tratarán de honrar la memoria de la vida completa de la persona a su cargo (no solo los últimos años de enfermedad) al encontrar otras maneras de contribuir y mayor placer en vivir la vida. “Sé que él querría que regresara al voluntariado en nuestra iglesia”, dijo una esposa que prestaba cuidados.

El alivio no es arrepentirse

Cuando un encargado de cuidados se alegra de haber terminado su papel de cuidador, eso no quiere decir que se arrepiente por haber decidido cuidar de un ser querido con achaques. Más bien, significa que está contento por haber llegado al final de una maratón extenuante, una que no estaba seguro de tener la entereza y la fortaleza para poder terminar. No es solo alivio de que la carrera se haya terminado. Es orgullo de que corrió lo suficientemente bien como para cumplir con su compromiso hasta el final.

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