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El club de golf de mujeres negras más antiguo del país juega un papel en la historia

Wake-Robin ofrece competencia, contactos y un importante legado.


spinner image Foto de 1938 muestra a un grupo de mujeres negras golfistas en el Club de Golf Wake Robin
Miembros del Wake-Robin Golf Club en 1938.
Getty Images

 

Se espera que las mujeres que se unan al Wake-Robin Golf Club (en inglés) mejoren algo más que su juego de golf. Wake-Robin, el club de golf más antiguo del país para las mujeres negras, mantiene su legado a través de miembros dedicadas a la protección y orientación, la mentoría y el servicio comunitario.

Este año, Wake-Robin celebrará su 85.º aniversario con un torneo y un desayuno-almuerzo de jazz en junio. El club se formó en 1937, cuando las golfistas negras no eran bienvenidas en los campos de los clubes de golf privados o públicos. Les proporcionó una voz a las mujeres negras en la lucha por integrarse a los campos de golf públicos y un lugar para perseguir su pasión en los greens.

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Sin embargo, el alcance de Wake-Robin se extiende hoy más allá de reunir talentosas golfistas para darle a la pelota y lograr golpes cortos perfectos. El club participa en clínicas de golf para niños, recauda fondos para la recolección de alimentos, dona a los refugios para mujeres y apoya a las jóvenes negras que quieren dedicarse a una carrera en este juego. A pesar del éxito de Tiger Woods, hay menos golfistas profesionales negros hoy que en la década de 1970. Wake-Robin espera cambiar eso. 

El club, con sede en Washington D.C., fue fundado por 13 mujeres negras que se reunían en casa de Helen Webb Harris, educadora y viuda del golf, un término que se aplica a las mujeres cuyos esposos pasan mucho tiempo en los campos de golf. Muchos de sus esposos jugaban golf durante las horas restringidas establecidas para los afroamericanos en los campos públicos. Estos hombres eran médicos, abogados y empresarios, miembros de la burguesía negra y también miembros de un club llamado el Royal Golf Club. Las mujeres querían su propio club.

“Pensaba que era la cosa más estúpida que podrías hacer, ir dándole golpes a una pelotita blanca para meterla en un agujero. Ahora es el mayor reto que tengo en la vida”.

— Phyllis Stevenson-Jenkins

“Soy parte de este grupo debido a su legado”, indica Kimberly Robinson, de 56 años, presidenta del club. Y añade, “Cuando estas 13 mujeres abrieron Wake-Robin, no teníamos representación. Sus esposos estaban jugando golf, pero [las esposas] no podían jugar. No había un campo para mujeres, y no había un campo para las mujeres negras”.  

Un lugar en la historia

Hoy, las miembros de Wake-Robin tienen entre 20 y 90 años, y comparten la pasión por el golf y la dedicación a preservar la rica historia de la organización, señala Robinson.

Las Wake-Robin, como se conocen, se reúnen en las casas club y en las casas de las miembros. Se comprometen a jugar en torneos y apoyar organizaciones benéficas. Juegan en diferentes campos de golf y viajan a los torneos donde se enfrentan a otras golfistas negras.

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Sin embargo, en la década de 1930, las mujeres negras no tenían muchos lugares donde jugar. Las leyes de Jim Crow estaban en efecto, y se excluía a las personas negras de los campos de golf públicos a excepción de un espacio de tiempo muy limitado de cinco o seis horas, una vez a la semana. Debido a la cantidad de tiempo tan limitada para los hombres negros, las mujeres negras tenían aún menos acceso a los campos.

Así que cuando se formó el club de Wake-Robin, el objetivo era “perpetuar el golf entre las mujeres negras, permitir que las posibles jugadoras se convirtieran en campeonas y crear un lugar permanente para las mujeres negras en el mundo del golf”, según un artículo del 2007 sobre el golf municipal y los derechos civiles publicado en The Journal of African American History.

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spinner image Dos mujeres juegan golf
Honey Wade apunta a la pelota de golf de Velina Sutton.
Cortesía Wake-Robin Golf Club

El nombre Wake-Robin se deriva de una flor de color morado intenso originaria del Atlántico medio, una región que era el núcleo de la clase alta negra en aquel momento.

En 1938, las miembros de Wake-Robin enviaron una petición al entonces secretario del Interior Harold Ickes, instándolo a eliminar la segregación en los campos de golf públicos. Ese activismo inspiró a las mujeres negras en todo el país, y pronto se establecieron clubes de golf femenino negro en Chicago, Baltimore, Atlantic City, Filadelfia y la ciudad de Nueva York.

En 1939, Ickes aprobó el primer campo de golf construido únicamente para los afroamericanos. Se construyó en el sitio de un vertedero abandonado cerca del río Anacostia, en Washington D.C., y fue nombrado Langston Golf Course en honor de John Mercer Langston, el primer decano de la Facultad de Leyes de Howard University y el primer virginiano negro electo al Congreso. El campo de golf permanece abierto hoy y se incluye en el Registro Nacional de Lugares Históricos. Langston se convirtió en el lugar de reunión principal para el grupo Wake-Robin.

El club continúa con su práctica de evaluar el juego de golf de cada miembro antes de aceptarla.

La miembro de Wake-Robin Paulette Savoy, de 76 años, corredora de bienes raíces radicada en Waldorf, Maryland, ha sido golfista desde que tenía 30 años. Esa fue la época en que una amiga, que era miembro del club, evaluó sus posibilidades.

“Siempre me decía: ‘eres casi lo suficientemente buena. Solo tienes que mejorar un poquito más’”, cuenta Savoy. “Ahora aceptamos a las principiantes y trabajamos con ellas y las animamos a mejorar el juego”.

Richetta Johnson, de 74 años, una administradora jubilada de Howard University que ha sido miembro desde 1989, recuerda el día en que se encontró con las Wake-Robin. Un par de miembros que jugaban en un capo local notaron a Johnson, la apartaron a un lado y le preguntaron si jugaba golf.

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“Me di cuenta de que eran jugadoras, muy buenas jugadoras”, dice Johnson. A pesar de ser principiante, la invitaron de todos modos. Las miembros la ayudaron a mejorar su juego.

“A pesar de que hace tanto que juego golf, aún me entusiasma este juego”, añade Johnson. “Sé que tiene mucho que ver con ser parte del club”.

spinner image Un golfista golpea la pelota de golf muy cerca del green
Las miembros de Wake-Robin Stephanie Bradley (en rojo) y Doris Coles-Huff en el campo de golf.
Cortesía Wake-Robin Golf Club

La historia continúa

En todo el país, otras organizaciones de golf para jugadores negros bien establecidas no han tenido la longevidad de Wake-Robin. El Shady Rest Golf and Country Club, un club de campo exclusivamente para personas negras en Westfield, Nueva Jersey, abrió en 1921 y cesó operaciones en 1964; y Lake Arbor, un campo de golf de propietarios negros en Mitchellville, Maryland, cerró en el 2010, después de 42 años.

Wake-Robin utiliza sus actividades para atraer nuevas miembros —y su cometido a dar la bienvenida a las principiantes del juego y ayudarlas a mejorar— con el fin de evitar que el club sufra una suerte similar. Así que Wake-Robin educa y apoya a las jóvenes golfistas negras, ofrece becas y organiza torneos de golf.

Una de las miembros más nuevas, Tari Cash, de 46 años, es directora ejecutiva y fundadora de CitySwing, un lugar para practicar golf en Washington D.C. que utiliza un sistema de computación, con campos de golf virtuales en pantallas gigantes, para analizar y mejorar los swings de golf y otras técnicas. Cash se unió a Wake-Robin en el 2021 y ofrece clases gratuitas a sus compañeras del club.

“Creo que encontré Wake-Robin cuando investigaba ideas sobre el Mes de la Historia Negra para nuestra página de Instagram”, dice Cash. “Siento enorme respeto por Wake-Robin y su legado”. 

Phyllis Stevenson-Jenkins, de 76 años, una ejecutiva de ventas jubilada, es la administradora de hándicap del club. Es miembro desde el 2003, y ha sido presidenta, vicepresidenta, secretaria y parte de casi todos los comités del club. Juega golf tres o cuatro veces a la semana y viaja para competir en torneos cuatro o cinco veces al año. Su actitud hacia el juego ha cambiado desde que solía acompañar a su esposo cuando iba a jugar golf.

“Pensaba que era la cosa más estúpida que podrías hacer, ir dándole golpes a una pelotita blanca para meterla en un agujero”, dice Stevenson-Jenkins. “Ahora es el mayor reto que tengo en la vida”.

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