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Gino Del Corte: Su mayor triunfo

Recuerda los años que pasó prestando cuidados a sus padres


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El presentador de televisión mexicano, Gino del Corte, recuerda su labor como prestador de cuidados de sus padres.
Cortesía of Gino del Corte

Tanto en la televisión como en persona Gino Del Corte, un presentador de entretenimiento de Al Rojo Vivo, transmite energía y entusiasmo. Sin embargo, pocos saben que, a sus 37 años, ya ha pasado por dos de las pérdidas más fuertes que puede enfrentar el ser humano: la muerte de sus padres. Curiosamente, en esas dos pruebas está su mayor triunfo, pues pudo acompañar a don Eugenio Rodríguez Del Corte y doña María del Refugio Terrazas Lopéz hasta su último suspiro. En esta emotiva conversación con AARP, Del Corte, a quien todavía se le quiebra la voz al revivir esos momentos, nos contó cómo puso su vida en un compás de espera por tres años para cuidar a sus padres en una dimensión que jamás imaginó.

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No has hablado públicamente de esto, pero cuando estabas en el mejor momento de tu carrera decidiste regresar a Sinaloa a cuidar a tus padres. ¿Qué sucedió?

Tuve un gran susto porque habían hospitalizado a mi mamá. De joven ella había tenido un tumor cerebral y su salud siempre fue frágil por eso. Pero esta vez, estuvo un mes en el hospital. Estando ella tan mal, mi papá también cayó hospitalizado una semana. Estuve con ellos en ese proceso y se estabilizaron. Antes de regresar a la Ciudad de México mi mamá me dijo, “Veo a tu papá muy mal”. Lo primero que pensé fue: ‘¡Ay, mi mamá, siempre tan extremista! Otra vez exagerando’. Y regresé al DF a retomar mi vida. Pero una noche, al salir de la obra de teatro, pensé: ‘Estoy viendo a mis papás en su vejez. ¿No habrá sido todo esto un aviso?’. Y decidí regresarme unos días para estar con ellos.

Estando allí esos días, hospitalizaron a mi mamá y murió. Allí decidí: ya no me regreso al DF, tengo que estar con mi papá. La verdad, no tenía ni idea de en qué iba a trabajar porque desde que había terminado la universidad, solo había trabajado en actuación y ya tenía 32 años. Allí comenzó el deterioro de mi papá. A sus achaques de la diabetes y problemas renales se le disparó la depresión por la muerte de mi mamá. Se le vinieron los años encima. Fue muy duro verlo así.

Dentro de tanto dolor, ¿cuáles fueron los momentos de más luz?

Al morir mamá, mi papá quedó muy mal, así es que me lo llevé casi cargado a una clínica de medicina alternativa y a las dos semanas de haber llegado allí, estaba mucho mejor. Regresé a casa con él caminando, derechito, con su pecho erguido y ganas de seguir viviendo. ¡Le inyecté vida y energía a mi padre! Eso me llena de satisfacción. Después de eso conviví mucho con él. Aunque yo ya estaba acostumbrado a vivir solo, regresé para concentrarme en él. Prefería quedarme en casa viendo una película o un partido de fútbol con él que salir con mis amigos. Estuve pendiente de él para cuidarlo lo más que pude. 

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Les dedicaste tres años de tu vida. ¿Fue un proceso difícil?

Sí. Fue difícil porque es renunciar a tus sueños, a tu proyecto de vida profesional, personal. Es renunciar a todo; pero vale la pena porque uno descubre que la prioridad es la familia. Hay frustración, hay tristezas. A mi hermana también le dolía por mí: yo aún no estaba casado, me faltaban muchas cosas por hacer y de repente no podía hacer nada de lo que soñaba. Un día mi hermana me preguntó: “Y si esta situación dura 10 años, ¿qué vas a hacer?”. Pero al final uno prefiere que dure todo lo que pueda, porque uno quiere estar con sus padres.  

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También fue difícil porque vi a mi papá como los hijos no quisiéramos ver a nuestros papás: al final yo lo cargaba, hasta le cambiaba los pañales. Fue algo muy fuerte, descubrir que mi papá se convirtió en mi hijo. Él me había dicho “cuando me toque usar pañal, me voy a morir”. A los 15 días de hacerlo se murió. Amaneció tranquilito en su cama.

spinner image Eugenio Rodríguez Del Corte y María del Refugio Terrazas Lopéz, padres de Gino del Corte en el día de su matrimonio
Los padres de Gino del Corte, Eugenio Rodríguez del Corte y María del Refugio Terrazas Lopéz, en el día de su boda.
Cortesía de Gino del Corte

Convertirse en cuidador de un adulto mayor no es tarea fácil. ¿Cómo hiciste para enfrentar ese desafío sin descuidarte a ti mismo?

A veces no sabes ni de donde agarrarte. A solas te quiebras: lloras, pataleas. Me apegué mucho a Dios; los martes iba a círculos de pláticas motivacionales. También fui a un psicólogo. Siempre conté con mi hermana, ella fue mi apoyo incondicional, éramos el team. Y ver a mis sobrinos siempre me llenaba de alegría.

¿Qué consejo le puedes dar a alguien que se encuentra ante una situación similar?

El consejo es dejarte guiar por tu corazón. Cuando tienes unos papás que han dado todo por ti, que para comenzar te han dado la vida, aparte de todos los demás sacrificios, trata de darlo todo por ellos. Claro que todos los papás tienen sus defectos; no fueron perfectos, pero tienes que tener el sentido común de ser agradecido. ¡Te dieron la vida! Los seres humanos tenemos el instinto de querer ayudar a los demás, ¿qué mejor que hacerlo con nuestros abuelos, nuestros papás, a quienes les debemos lo que somos?

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Cuando miras hacia atrás, ¿cuál fue la mayor lección de esta experiencia?

La lección que aprendí es pedirle a Dios que los ayudara a descansar. Y la enorme satisfacción de haber estado con ellos hasta el final. Me hubiera dolido en el alma toda la vida no tener estos últimos recuerdos con ellos.

¿Cómo fue retomar tu carrera después de esta pausa de tres años?

Cuando murió papá, mi hermana me dijo, “¿Qué vas a hacer?”. No sabía. Pero a los cinco días de morir papá, me llamaron de Los Ángeles para trabajar en la televisión. Creo que Dios me mandó el trabajo hasta la casa de mis padres por ser buen hijo.

Ahora que vas a ser papá, ¿qué quieres que sepa tu hijo de tus padres?

Que todo lo que es Gino es una combinación de sus padres, en principios, en valores. Quiero que sepa que cuando me ve a mí, ve algo de ellos, y que siempre sepa los grandes abuelos que tuvo, y lo amorosos que eran.

Ya sabemos que tú y tu esposa, Alida, van a tener un varoncito. ¿Te sorprendió? ¿Cómo crees que habrías reaccionado si los globos en la caja hubieran sido rosados?

Me hubiera vuelto loco de felicidad también, porque dicen que cuando los padres tenemos una niña, desde que ellas nacen ya perdimos. Siempre sentí que iba a ser niño. No que lo prefiera; lo que Dios me mande, para mí es bienvenido. Lo único que le pido para mi niño es salud. Mucha salud.

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