‘At Middleton’: Buena idea, mal desarrollada
El film protagonizado por Andy García y Vera Farmiga brinda una visión muy cuestionable de lo que implica ser joven.
At Middleton plantea algunas de las variantes más exitosas de la comedia romántica: la atracción entre opuestos, el intercambio de roles y la existencia de otra pareja que impide que los protagonistas se amen libremente. Añade además otros elementos originales, como el que los enamorados sean de edad media. Si a esto se añade una estupenda banda sonora a cargo del gran trompetista cubano Arturo Sandoval, el resultado tendría que ser infalible. Desafortunadamente, la combinación de buenos elementos no resulta siempre en el único ingrediente indispensable para que funcione una película: la química.
Vera Farmiga y Andy García no logran encender la “chispa” del romance. Y la culpa no es de ellos. Ambos tienen carisma de sobra y demostrada habilidad actoral, pero el guión coescrito por el mismo director, Adam Rodger, y Glen German, es implausible.
George Hartman (García), es —como su nombre lo indica— experto en corazones; en abrirlos y arreglarlos. La insinuación es que su competencia como cardiólogo no le ha servido para entender los asuntos internos del órgano relacionado con el amor. Hartman es un hombre serio y reprimido que, al parecer, puede salvar vidas, pero no ha aprendido a vivir la suya. Enseñarle cómo es la función de Edith Martin (Vera Farmiga), quien es un “espíritu libre” que no le tiene miedo a nada. Ambos se conocen en el tour de un día a la (ficticia) universidad Middleton a la que llevan a sus respectivos hijos. La primera escena, establece el tono de los personajes y de haberse mantenido el tono, la cinta hubiera funcionado mucho mejor.
En el BMW en el que viaja George con su hijo Conrad (Spencer Lofranco), no hay diálogo. Conrad va escuchando música estridente, mientras que George tiene en la radio del auto una suave melodía. Las diferentes armonías establecen sus personalidades contrastantes. George (quien porta un ridículo moño), insiste en que Conrad se ponga una corbata. En el automóvil en el que viaja Edith con su hija Audrey (Taissa Farmiga, hermana menor de Vera en la vida real), la dinámica es al revés. Edith canta en voz alta y trata, por lo menos, de que Audrey no tome todo tan en serio.
Los cuatro personajes llegan a Middleton y se incorporan al tour con otros padres e hijos que vienen a recorrer de la universidad. Aunque al principio hay un rechazo entre George y Edith, la atracción entre ellos se impone. Hasta aquí todo bien, pero el nivel de At Middleton va rápidamente en descenso. De entrada, contar una historia que abarca sólo un día en la vida de los personajes es muy difícil, pero el interesante planteamiento de At Middleton, se rompe a los 10 minutos. Eso es lo que le toma a Edith lograr que George deje de ser un hombre solemne y reprimido y se le una en las locuras que ella entiende como señal de juventud. La idea de que el romance entre ellos nazca de la tensión entre sus contrastantes formas de ser, nunca se cristaliza dado que él, sin la menor resistencia, se deja arrastrar por ella.
Edith lo convence de que se alejen del grupo, se roben unas bicicletas y otras actividades banales que supuestamente serían marcadores de ser “jóvenes”, como fumar marihuana en el dormitorio con otros estudiantes.
Aunque At Middleton no lo logra, hay buenos ejemplos de cómo manejar exitosamente la fórmula de la atracción entre opuestos. Un ejemplo es What’s Up, Doc? (dirigido por Peter Bogdanovich, 1972). Para buenos ejemplos de romances de un día, considera Brief Encounter (dirigido por David Lean, 1945), o la más reciente Certified Copy (dirigido por Abbas Kiarostami, 2010).
At Middleton no desarrolla a sus personajes en congruencia con el planteamiento inicial y presenta una visión muy cuestionable de lo que implica ser joven. Queda claro que George y Edith sienten añoranza por las oportunidades perdidas y la desilusión de sus respectivos matrimonios, pero en lugar de que su mutuo conocimiento los enriquezca, aprovechan el día para cometer tonterías y exhibir una actitud más irresponsable que la de sus propios hijos. Al final de cuentas demuestran que no han aprendido nada en la universidad de la vida.
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