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Cuando los estafadores, que se hacían pasar por agentes del orden público, llamaron al teléfono celular de Judith Boivin, ya habían investigado bien a su objetivo. Sabían que ella había trabajado como enfermera registrada y trabajadora social clínica antes de convertirse en terapeuta licenciada. Sabían que había trabajado en Belice para ayudar a niños con VIH, y que había vivido durante tres años en México mientras ayudaba a un sacerdote a establecer una misión.
"He sido cuidadora toda mi vida en varias formas", dice Boivin, de 81 años, que vive en Rockville, Maryland.

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Los estafadores sabían esto. Y se aprovecharon de su compasión y generosidad para robar sus ahorros jubilatorios, casi $600,000, dejándola con la pregunta que atormenta a cada víctima de fraude: ¿Cómo pudo pasarme esto a mí?
Parecía real
La llamada llegó en septiembre del 2023, mientras Boivin llevaba a su esposo, Jim, de 79 años, que tiene la enfermedad de Parkinson, a una cita médica cerca de su casa. El identificador de llamadas en su teléfono mostraba "Policía de Rockville". Pronto ella estaba hablando con alguien que se identificó como el entonces jefe de policía, Victor Brito, y dijo que su número de Seguro Social había sido vinculado a un delito. Como era un caso federal, la transfirió a "Wayne A. Jacobs", un agente de la Oficina Federal de Investigación (FBI). Él le dijo que un cartel mexicano había usado su número de Seguro Social para abrir cuentas bancarias para lavado de dinero (en inglés).
"Me empezó a hablar sobre el tráfico de fentanilo y la cantidad de muertes que estaba causando y la pérdida de vidas de muchos niños", dice. "Fue muy aterrador".
Porque el cartel estaba usando su número de Seguro Social, dijo el agente, el FBI quería que ella fuera un recurso para desmantelar la red de fentanilo. Mencionó su tiempo en México y Belice y su trabajo como enfermera y trabajadora social. Boivin aceptó ayudar.
Parecían auténticos: conocían su historia; sus nombres coincidían con los de funcionarios reales cuando ella buscó en internet; y había oído hablar del cartel mexicano que mencionaron.
Ella conocería la terrible verdad más tarde. Los que llamaron eran impostores, usando los nombres de funcionarios reales para cometer su sofisticada estafa.
Cómo sucedió: Desarrollo de una relación
Durante los próximos tres meses, Boivin habló dos veces al día con Jacobs. Recibió un número de caso: CP920-416. Sus correos electrónicos presentaban el logotipo del FBI. Cuando él llamaba, preguntaba si ella estaba sola. La operación requería absoluta secrecía. Él proporcionó una palabra clave para confirmar que las llamadas venían de su oficina.
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